Spanish
¡No morí!
Published
3 years agoon
Por David Ridgway
Era un viernes, a un poco más de una semana antes de la Navidad, cuando me di cuenta de que no me sentía bien. Mi esposa, Rose, y yo teníamos previsto organizar una fiesta de Navidad para su familia esa noche. Como no quería exponer a nadie al COVID, me sugirió que me hiciera la prueba en un lugar cercano que ofrecía pruebas gratuitas. Después de unos cuarenta minutos, los resultados dieron negativos, así que supuse que sólo tenía un resfriado o una gripe. Esa noche me quedé en nuestro cuarto para no exponer a nadie a lo que fuera que tuviera. (Resultó ser COVID, y seis personas se contagiaron. Gracias a Dios, ninguna se enfermó de gravedad y todas se recuperaron).
El sábado estuve todo el día tosiendo, en cama. El domingo me quedé en casa sin ir a la iglesia, yo nunca falto. Tengo mi propio negocio de control de plagas y el lunes tenía que hacer un trabajo importante que no podía esperar. Intenté salir de la casa, pero no podía caminar tres o cuatro pies sin respirar con dificultad. Tuve que volver a casa, totalmente agotado. Rose me llevó inmediatamente al hospital, el MercyOne West de la zona oeste de Des Moines, un suburbio de Des Moines, Iowa. Allí di positivo en la prueba de COVID. Me dijeron que estaba deshidratado y que mi presión arterial se había desplomado. Me pusieron una vía intravenosa y consiguieron que mi presión arterial volviera a un nivel aceptable y el martes por la mañana me enviaron a casa, diciéndome que descansara.
Seguí empeorando. El miércoles tenía dificultades para respirar, así que Rose me llevó de nuevo al hospital y me ingresaron. Pensé: «Estoy en el hospital. Me cuidarán y me pondré mejor».
En lugar de eso, fui decayendo rápidamente. Aunque me aumentaban el nivel de oxígeno, tenía problemas para respirar. Había llegado a los 75 litros, pero mi flujo sanguíneo absorbía cada vez menos. Estaba empezando a perder el conocimiento, sin darme cuenta de lo que ocurría a mi alrededor. Como Rose también había dado positivo en la prueba de COVID, no podía visitarme.
En Navidad estaba muy mal. Mi madre vino a verme. En ese momento estaba 99% seguro de que iba a morir. En mi mente podía ver un pasillo en la esquina, y sabía que era la puerta de la muerte. Me acercaba cada vez más a ese pasillo. Sabía que si llegaba a ese pasillo, habría muerto. Pasaría de esta vida a la siguiente.
Pensé: «No puedo controlar esto; no puedo detenerlo. Tengo 50 años y todavía tengo muchas cosas que hacer. Tengo muchas responsabilidades: mi casa, mi negocio, mi familia y el ministerio de la iglesia. Esto está sucediendo realmente»
Pensé: «No puedo controlar esto; no puedo detenerlo. Tengo 50 años y todavía tengo muchas cosas que hacer. Tengo muchas responsabilidades: mi casa, mi negocio, mi familia y el ministerio de la iglesia. Esto está sucediendo realmente»
En Navidad, el médico llamó a mi esposa y trató de prepararla. Le dijo: «Dave tiene el peor tipo de COVID. Además, neumonía y una infección respiratoria. Tiene un camino difícil por delante y probablemente no sobrevivirá». A media noche, decidieron trasladarme al hospital principal del centro.
Aunque la mañana siguiente era un domingo, nuestra iglesia, Iglesia Journey de la Biblia Abierta en Urbandale, no celebraba el servicio para dar al personal tiempo libre con sus familias por las vacaciones. Rose había mantenido a nuestro pastor, Darrick Young, al tanto de mi condición y él avisaría al equipo de oración y a otros líderes. Tras recibir la alarmante noticia de mi estado, el pastor Darrick llamó al hospital para ver si podía visitarme. Sin dudarlo le dijeron: «Sí, es más que probable que deba venir».
Recuerdo haber oído su voz y ser consciente de que estaba orando por mí, pero no recuerdo mucho de la visita. Más tarde me dijo que yo estaba algo receptivo y que estuve de acuerdo con él en la oración.
Cuando la gente de la iglesia se enteró de mi estado, varios dejaron lo que estaban haciendo y se reunieron en la iglesia para orar. El pastor Darrick llamó a Rose a casa, la puso en el altavoz y oró con ella. Cuando una enfermera, que trabaja en el Mercy, mencionó que mi hija Natalie estaba conmigo en ese momento, Darrick llamó al teléfono de Natalie. Me puso en el altavoz y pude oír a la gente orar por mí. No lo recuerdo, pero más tarde me dijeron que no paraba de decir: «Aleluya». En esa reunión también organizaron una cadena de oración de 24 horas. Todavía me sorprende que la gente dejara lo que estaba haciendo durante un día festivo y se reuniera para orar por mí.
Dios me bendijo con el Dr. Wilcox, de quien me han dicho que es el mejor médico para tratar el COVID. Pero las noticias que le dio a Rose el lunes por la mañana no fueron buenas. Dijo: «Dave está en una espiral descendente. Si no lo ponemos en un ventilador en quince minutos, tiene cero posibilidades de sobrevivir. Sus órganos se apagarán».
Rose le dijo: «Tenemos cinco hijos. ¿Puedo decirles que lo llamen antes de hacer eso?»
Él respondió: «Claro, que llamen enseguida. Haré que la enfermera lo ponga en el altavoz».
Recuerdo vagamente haber oído sus voces. Ahora me doy cuenta de que se estaban despidiendo de mi.
Después, me sedaron, me paralizaron y me conectaron al ventilador. A pesar de lo horrible que había sido mi experiencia hasta ese momento, fue entonces cuando comenzaron las verdaderas pesadillas. No le deseo esa experiencia a nadie. A pesar de que estás en un coma inducido por drogas, tu mente sigue activa. Me dieron los alucinógenos más potentes para alterar la mente. Fue horrible.
En cuanto oí al médico decir: «Comenzemos», aparecieron figuras geométricas a mi alrededor, moviéndose y cambiando de forma. Me dieron náuseas. Luego empezaron a aparecer criaturas de la nada: ratas y animales y cosas horribles, tantas cosas que no puedo describir. Afortunadamente, mi mente ha borrado gran parte de ello. Me recordó a la época de la Biblia en la que Jesús estuvo ayunando durante cuarenta días y entonces Satanás le llevó y le mostró todos los reinos del mundo.
Sentí como si el Señor me tomara y me mostrara las naciones del mundo y lo malvado, lleno de pecado y perdido que está el hombre. Vi todos y cada uno de los tipos de pecado que hay: la mentira, el robo, la violación, el asesinato, el incesto y el genocidio. Vi toda la maldad y estaba en todos los países de todas las naciones del mundo, incluso hasta el reino animal. (El mal había invadido hasta la misma tierra. Vi que las montañas se hundían en el océano porque estaban corrompidas. Recordé que cuando Adán y Eva pecaron, Dios maldijo incluso la tierra.
Vi un mal común, y era la codicia. La gente hace mucho mal por dinero. Matan por dinero, propagan la pornografía, apuestan, roban y mienten. Pensé en el versículo que dice: «Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal» (1 Timoteo 6:10a, NLT).
Cuando te ponen el ventilador, te colocan en posición boca abajo sobre el estómago durante dieciséis horas y luego te voltean sobre la espalda durante las otras ocho. Cuando te voltean se necesitan de seis a ocho personas, es un gran problema. Tenía vías intravenosas, un brazalete para medir la presión arterial, un sensor de oxígeno, un catéter y todo tipo de tubos y cables, y tenían que asegurarse de que nada se pinchara ni se doblara. No querían ni siquiera una arruga en la sábana porque no querían crear puntos de presión en la cama que me causaran llagas.
Mi hija Natalie se asomaba de vez en cuando antes o después de su turno para ver cómo estaba, aunque yo no me daba cuenta. Una mañana entró por casualidad mientras me daban vuelta. Había visto el proceso de volteo cientos de veces, incluso había ayudado a hacerlo. Pero cuando vio que me lo hacían a mí, un cadáver prácticamente inerte, no pudo mirar. Tuvo que salir de la habitación.
El pastor Darrick organizó una reunión en mi casa el jueves por la noche para que la gente viniera a orar. Rose estaba en la casa con nuestros dos hijos menores que todavía viven en casa. Docenas de personas de al menos cuatro iglesias se unieron en oración colectiva en la casa. Acabo de ver el vídeo esta semana. Cuando pienso en toda la gente que oró por mí, me siento abrumado.
Eso fue el jueves por la noche. En forma sorprendente, a la mañana siguiente, el viernes, el médico llamó a Rose y le dijo: «Creo que le vamos a quitar el ventilador porque en general está mejorando». (Originalmente le habían dicho que estaría con el ventilador entre siete y catorce días; éste era el quinto día). Cuando me desconectaron del ventilador, recuperé la conciencia. Todavía tenia un poco de miedo porque aún no estaba fuera de peligro, ¡pero me estaba acercando al umbral!
El día de Año Nuevo, diez días después de mi ingreso en el hospital, Rose pudo venir a visitarme. Cuando me dijeron que iba a venir, no recordaba su aspecto. Luego, cuando entró, llevaba una bata, el pelo cubierto y una máscara facial, así que lo único que pude ver fueron sus ojos. Todavía no podía pensar en su aspecto. Pero cuando habló, todo me volvió a la mente.
Durante esos días oscuros, cuando las enfermeras venían a tomarme los signos vitales, yo las buscaba porque me sentía muy solo. No quería morir solo. Las enfermeras me cogían de la mano durante un par de minutos y luego tenían que irse, y no las veía durante horas. El tiempo parecía detenerse. Incluso después de desconectar el ventilador, las drogas seguían afectando a mi mente. Si cerraba los ojos, las horribles alucinaciones volvían, así que intenté mantenerme despierto durante dos días. Si parpadeaba, las alucinaciones estaban ahí. Finalmente, empecé a tener alucinaciones que, aunque extrañas, no eran tan malas.
Finalmente, al tercer día de ser desconectado del ventilador, las alucinaciones comenzaban a desaparecer. Me sentía mejor, así que me trasladaron a mi propia habitación de COVID. Una enfermera me preguntó si quería un trozo de hielo, y al no haber comido ni bebido en dos semanas, me pareció estupendo. Había perdido diez libras, sobre todo de músculo. Estaba muy débil. Cuando estaba anestesiado, soñaba con bebidas frías y limonada. Y cuando la enfermera me preguntó si quería un vaso entero de agua, me alegré mucho. Estaba tan buena; ¡sabía a agua viva!
Después de darme el agua, la enfermera se inclinó hacia mí y me dijo: «David, tengo que decirte que eres la única persona que he visto sin estar vacunada, tan enferma y con el ventilador mecánico tanto tiempo y que ha vivido». (Mucha gente no sale del ventilador; se considera como el último recurso). El médico coincidió con la enfermera y dijo: «Eres un caso muy, muy raro».
Le sorprendió que sobreviviera. Creo que muchos médicos se sorprendieron. A mí me sorprendió. Me trasladaron a una habitación normal, y fue entonces cuando me di cuenta de que «no iba a morir».
Aunque estaba tan débil como un gatito, ahora tenía esperanza. Pude comer un poco de budín, ¡que me encanta! Al día siguiente empezaron a traerme tres comidas al día. Éstas se convirtieron en lo más destacado de mi día. Ya he engordado veinte de las treinta libras que perdí.
Cuando llegué a mi propia habitación, estaba tan débil que no podía ni sentarme. Ni siquiera podía pulsar el botón para mover mi cama de hospital, encender la televisión o llamar a la enfermera. Cuando intentaron ayudarme a sentarme, todas las alarmas de oxígeno se dispararon. Al día siguiente me ayudaron a ponerme de pie y atravesé la habitación con un andador, aunque pronto volví a la cama, agotado. Al día siguiente caminé por el pasillo. El médico me decía que probablemente saldría del hospital el fin de semana.
Al reflexionar acerca de la experiencia de Dave, Darrick Young, su pastor, dijo: «El cambio que hubo en el cuerpo de Dave, que pasó de estar cerca de la muerte a la vida, fue simplemente milagroso. Dave, Rose y toda su familia le dieron gloria a Dios por adelantado, por la sanidad de Dave, y expresaron gran gratitud a quienes les respaldaron en oración. Dios sanó a Dave, pero también tocó a toda nuestra iglesia»
Darrick Young, su pastor
El jueves por la mañana, me dijo: «¿Te gustaría salir de aquí hoy?».
Le aseguré que me encantaría. No quería pasar otra noche en el hospital. Las camas no son cómodas. Todavía tenía todos los cables y tubos, y venían las enfermeras las veinticuatro horas del día a sacarme sangre de seis a ocho veces al día.
A las ocho de la noche ya estaba en casa, después de haber pasado dieciocho días en el hospital. Al principio estaba con oxígeno, pero al cabo de una semana me lo fueron quitaron poco a poco. La segunda semana descansé y me puse más fuerte. A la tercera semana, cuando llegó el domingo, dije: «Voy a la iglesia».
Esa fue mi primera salida. Y al día siguiente volví al trabajo y acabé trabajando varias horas. Cada vez estoy más fuerte. Doy gracias a Dios por estar vivo. Mi cuñado me llama casi todos los días y lo primero que dice es: «Alabado sea Dios, Dave; estás vivo».
No podía aún creer que toda esa gente estuviera orando por mí. Probablemente había miles, incluso más allá de Iowa. Realmente hay poder en la oración. Dios escuchó sus oraciones y las respondió. He tenido oraciones que no han sido contestadas de la manera que yo pensaba, pero esto fortaleció mi fe, sabiendo que Dios escucha nuestras oraciones. Puede que no responda como deseamos, pero sus caminos son mejores que los nuestros.
Dios debe tener algo para mi, aún no ha terminado conmigo. Al principio pensé que tenía que hacer algo grande para Dios. Pero cuando volví a enseñar a los Royal Rangers (un ministerio de grupos pequeños con actividades para niños), vi a un padre de dos de los niños que va a otra iglesia. Él no había oído hablar de mi experiencia, así que se lo conté, mientras me preguntaba en voz alta qué tenía Dios para mí. Quedó sorprendido y asombrado por mi historia y más tarde me envió un correo electrónico.
Una parte decía:
He experimentado que Dios me ayuda a conectarme mejor con mi familia a través de los Rangers, lo que se conlleva a una mejor relación durante la semana. Usted ha estado haciendo Rangers durante tanto tiempo que puede parecer rutinario o incluso un poco repetitivo. Pero déjeme asegurarle que Dios está trabajando a través de usted teniendo un impacto en nosotros…. Nunca sabrán lo agradecido que estoy por esas dos horas del domingo cuando puedo venir a pasar el rato con ustedes y mis hijos. . . . Puede que no lo vea, pero el impacto es profundo.
La visión que tuve mientras estaba conectado al ventilador mecánico me mostró cuán perdido está este mundo, y el gran trabajo que tenemos que hacer los cristianos. Sé que a medida que nos acercamos al regreso del Señor el pecado abundará, pero podemos hacer algo al respecto si permanecemos fieles a lo que Él nos ha llamado a hacer.
Sobre el autor
David Ridgway es el propietario de Midwest Pest Management. Él y su esposa, Rose, comenzaron a asistir a la Iglesia Journey de la Biblia Abierta en Urbandale, Iowa, hace diez años poco después de que se inició. Dave sirve como colaborador de Journey, anciano y voluntario en varias áreas. Ha sido líder de los Royal Rangers durante 23 años y sirve en el personal del distrito. Ha servido como Coordinador de Outpost (puesto de avanzada) para Outpost 101, desde que se inició en la Iglesia Journey hace nueve años.