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En la espera
Published
2 years agoon
por Gary Khan
Cuando tenía poco más de veinte años, Dios me dio una palabra y una visión de cuál era su destino para mí. Fue abrumador y convincente, y he pasado el resto de mi vida esperando que Él cumpla esa visión. Sin embargo, me elude. El tiempo avanza sigilosamente, y me parece estar parado, preguntándome cuándo veré el cumplimiento de esa promesa de Dios.
¿Alguna vez se ha sentido así? Dios le pone una palabra en el corazón, una promesa para el futuro, y luego Él guarda silencio y parece que se ha olvidado de lo que dijo. Para mí, esto ha resultado en tormentas de dudas que arrecian dentro de mí. Esas dudas a veces me llevan a tomar decisiones precipitadas al decidir «ayudar» a Dios adelantándome a Él para cumplir su promesa.
Abraham tuvo una experiencia similar. Dios le dijo que su descendencia sería tan numerosa como la arena del mar, cuando Abraham aún no había engendrado ni un solo hijo. Después de que Dios le diera esa palabra, transcurrieron décadas sin ver el cumplimiento. Abraham tuvo que vivir en la espera, y en ese tiempo de espera hizo algunas cosas que nosotros haríamos bien en evitar. La historia se encuentra en Génesis 15 y 16.
Abraham dudó
En el sentido literal de la palabra, Abraham hizo algunas decisiones importantes como resultado de la conversación de Dios con él, decisiones que parecían carecer de resultados inmediatos.
Por un momento, pongámonos en la misma situación. Dios nos habla sobre un cambio importante en nuestra vida y luego guarda silencio. ¿Cuántos de nosotros le obedeceríamos de inmediato? O, ¿andaríamos de un lado a otro luchando con dudas sobre si realmente hemos oído a Dios? Ahora mismo, ¿cuántos de nosotros no estamos haciendo la mayor parte de lo que Él nos ha pedido que hagamos porque dudamos del resultado?
Ya puedo oírlo. Algunos de ustedes están pensando: Pero Abraham es diferente. A él Dios se le apareció en persona, así que no debería haber dudado. Yo no recibo visitas personales de Dios.
Quizá no recibamos una visita personal como la tuvo Abraham, pero hoy tenemos al Espíritu Santo de Dios. Él vive en nosotros y está con nosotros, guiándonos y conduciéndonos a toda verdad. Por otro lado, imagine por un momento que él recibió una visitación de Dios, pero luego tuvo que caminar día tras día ante la realidad de que lo que Dios le dijo que pasaría no ha sucedido a pesar de que han pasado años de espera y varios intentos de cumplir Su promesa. En esos momentos del «día tras día», las dudas comienzan a visitar, haciendo afirmaciones que ponen en duda las promesas de Dios.
¿Realmente escuché a Dios, o fue la pizza que comí esa noche?
En serio, sé que Dios puede hacer cualquier cosa, pero ¿haría eso por mí? No soy tan especial. Tal vez estoy haciendo algo mal. Recuerde, «Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos», así que, si quiero ver que esto suceda, entonces tengo que hacer que suceda.
Debemos aprender a prever a esas dudas. Si usted es como yo, desea que Dios le reafirme en todo momento hasta el cumplimiento de la promesa, y después quiere que le siga reafirmando que todo va por buen camino. Queremos una seguridad constante, pero Dios quiere que confiemos en Él. La necesidad de una seguridad permanente no fortalece nuestra fe en Él.
Cómo lidiar con la duda mientras espera
La táctica probada del enemigo es poner en duda lo que Dios nos ha dicho. Es un truco tan antiguo como el tiempo. En Génesis le preguntó a Eva:
¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto? (Génesis 3:1, NTV).
Debemos reconocer esta táctica y estar preparados para confrontarla. En el Nuevo Testamento, Santiago dice a los cristianos que podemos vencer a Satanás y su artimaña de la duda:
Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. (Santiago 4:7, NVI).
Someterse y resistir. Nos sometemos creyendo en la Palabra de Dios, y resistimos permaneciendo en esa Palabra en fe y declarándola sobre nuestras vidas. Nosotros resistimos cuando vivimos en la realidad de lo que Dios ha hablado en lugar de reaccionar a las dudas que Satanás está susurrando. Podemos vencer la duda, y la manera de hacerlo es recordándonos a nosotros mismos y al enemigo la Palabra de Dios que nos ha dado.
Cuando Abraham y Sara se vieron asediados por las dudas que surgieron a causa del silencio de Dios, habrían hecho bien en recordar lo que Dios les había dicho. Se habrían ahorrado muchos problemas y angustias. Lo mismo vale para nosotros. El enemigo busca robar, matar y destruir la obra de Dios en nosotros, pero Dios ha prometido que Su Palabra no volverá vacía. ¿Cómo podemos recordar las preciosas promesas de Dios?
- Memorice Su Palabra y repítala cuando sea necesario.
- Léela con frecuencia y aférrese a Sus promesas. Él cumplirá lo que nos ha prometido en su Palabra.
Las dudas continuarán apareciendo, una tras otra. La persistencia del enemigo, combinada con la aparente lentitud de Dios y su silencio, nos conduce a una encrucijada en la que muchos de nosotros actuamos en base de nuestras dudas en lugar de apoyarnos en las promesas de Dios. Eso nunca acaba bien.
Si confiamos más en nuestros planes que en los de Dios, nos enfrentaremos con estas situaciones:
- Nunca podremos ver el panorama general como lo hace Dios.
Dios no está limitado por el tiempo ni por el espacio y ve cómo cada cosa pequeña afecta al panorama general; nosotros nunca podremos hacer eso. Cuando optamos por confiar en nuestros planes en lugar de los planes de Dios, corremos enormes riesgos. Puede que seamos capaces de planificar tres pasos por delante de nosotros, pero incluso eso está plagado de problemas porque nunca podemos predecir cómo puede reaccionar una persona ante algo que hacemos, y no sabemos qué ocurrirá en el panorama general de las cosas.
- Nuestras motivaciones se convierten en un problema.
Cuando Dios planifica, está creando una obra maestra que será para el bien de toda la humanidad. Cuando nosotros planeamos, normalmente nos preocupamos por nosotros mismos y por conseguir lo que queremos. Basta con mirar lo que sucedió con Abraham, Sara, Agar e Ismael.
A Sara no le preocupaba el plan grandioso de Dios de traer la salvación al mundo a través de Abraham. Su motivación para tener un hijo era liberarse del estigma de no poder darle un hijo a su marido. Cuando le pareció que Dios tardaba demasiado, ideó un plan para tener ese hijo a través de un vientre subrogado. Agar era su sierva, así que estaba con Sara todo el tiempo. Agar probablemente vio la tristeza de Sara y la escuchó mientras sollozaba y se quejaba de que no podía darle un hijo a su marido. No sé de quién fue la idea, si de Sara o de Agar, pero sea como fuere, puedo afirmar que Sara no pensaba en el bienestar de Agar. Simplemente la veía como un medio para alcanzar su fin.
Uno de los problemas que surge cuando dudamos es que, en lugar de confiar en el tiempo de Dios, nos adelantamos y utilizamos a la gente que nos rodea «en nombre de Dios», dejando tras nosotros una senda de destrucción y quebranto. - Las personas no siempre responden de la manera que esperamos o como prometieron que lo harían.
Agar pudo haberle dicho a Sara que haría esto como su amiga y sierva. Puede que tuviera buenas intenciones. Cuando yo era niño y escuchaba esta historia, simplemente suponía que Agar se había quedado embarazada tras una aventura de una noche. Pero la realidad es que Abraham probablemente se acercó a Agar más de una vez, y cuando Agar empezó a tener relaciones sexuales con Abraham, las cosas cambiaron. Siempre sucede así cuando se empieza a tener relaciones sexuales, porque Dios lo hizo así.
Cuando Agar descubrió que estaba embarazada, las cosas cambiaron aún más. Empezó a creer que ahora significaría más para Abraham y para Sara. Pero la triste realidad es que, ante los ojos de Abraham y Sara, Agar siempre fue la esclava, un simple medio para un fin.
No sólo Agar no respondió como estaba previsto, sino que Sara tampoco reaccionó como ella pensaba. Sara no pudo predecir que se volvería sumamente celosa de Agar. Ella miraba cada noche como Abraham se iba con Agar. Con el tiempo empezó a afectarle, por muy ilustrada que se creyera. Seguía diciéndose a sí misma que era por una causa mayor, pero supongo que algo también cambió en la relación entre ella y Agar. Agar probablemente empezó a actuar menos como una esclava y más como un miembro de la familia con derechos. Probablemente empezó a usar un lenguaje más familiar con Sara, y Sara empezó a sentirse insegura y celosa.
«¿Quién se ha creído que es esta muchacha? ¡Abraham es mi marido! ¡Ella tiene que recordar cuál es su lugar!».
Cuando Agar descubrió que estaba embarazada, es posible que Sara pensara: «Debería estar contenta, pero no lo estoy. Estoy enfadada porque esta mujer me está robando lo que debería ser mío, la odio».
Estos no son los sentimientos que Sara pensó que tendría cuando trazó el plan para realizar el trabajo que le correspondía a Dios, pero ese es el problema. Somos demasiado miopes para ser el Planificador Maestro.
- Nuestras malas decisiones le dan mala fama a Dios.
Después de que Agar diera a luz a su hijo, Sara se puso celosa y empezó a tratarla mal. Me pregunto cómo veía entonces Agar al Dios de Sara. Después de todo, Sara debe haber hablado del Todopoderoso como alguien amoroso y bondadoso, alguien que protege y provee para aquellos que lo siguen. Sin embargo, aquí estaba Sara tratando a Agar con desprecio y antipatía. La gente a menudo determina el carácter de Dios basándose en la forma en que sus seguidores los tratamos.
Uno de mis mejores amigos tenía un cartel en su cocina que decía: «¡Si mamá no es feliz, nadie es feliz!». Esas palabras son ciertas, y Abraham lo comprobó. Sara exigió que Agar e Ismael se marcharan porque no quería a «esa mujer» y a «ese chico» cerca de su precioso Isaac. Le hizo la vida imposible a Abraham. Finalmente, él cedió a regañadientes y despidió a Agar e Ismael. Lo loco es que Dios estuvo de acuerdo con la conclusión de Sara (tal vez no con sus acciones) y le dijo a Abraham que los enviara lejos. Especulemos un poco comprendiendo un poco la naturaleza humana.
Abraham, angustiado por tener que despedir a Ismael, tuvo una conversación con él:
«Hijo, realmente no quiero hacer esto, pero ya conoces a Sara. Me va a hacer la vida imposible. La verdad es que la aguantaría, pero Dios me dijo que te enviara lejos, así que debo hacerlo».
¿Cuál crees que era la impresión que Agar e Ismael tenían de Dios? Creo que creerían que Él no se preocupaba por ellos. Lo verían como mezquino y vengativo, poco amable y manipulador.
Han transcurrido treinta años desde aquella palabra que Dios me dio acerca de mi destino. He cometido muchos de los errores que cometió Abraham, pero he aquí la buena noticia: Las promesas que Dios nos hace son inquebrantables. Él hará lo que dice que hará. Así que mientras esperamos, confíe en que Él cumplirá lo que dijo que haría. Resista la duda que el enemigo provoca y que nos hace querer adelantarnos o rendirnos por completo. Abraham pudo haber dudado y haber dado algunos pasos en falso en el camino, pero afortunadamente corrigió su curso, y Dios fue fiel en cumplir su Palabra.
Sobre el Autor
Gary Khan fue pastor durante 32 años de la Iglesia de la Biblia Abierta Desert Streams en Santa Clarita, California. Actualmente es director ejecutivo de operaciones de Marketplace Chaplains en el sur de California. También forma parte de la Junta Directiva Nacional de La Biblia Abierta y es director del distrito Sur de California/Arizona/Hawaii. Gary es autor de los devocionales Greater (Cosas Mayores) y Reset (Reinicio), así como de su libro de próxima publicación, That Didn’t Go the Way I Thought: Navigating the Ups and Downs of Our Journey of Faith (Esto no salió como yo pensaba: Cómo navegar por los altibajos de nuestro camino de fe). El mayor logro y alegría de Gary es ser esposo de DeLaine desde hace 32 años y ser el padre de tres hijos increíbles (dos biológicos y uno «adoptado»).