Mi esposa Lois y yo hemos estado trabajando en el ministerio durante cuarenta y un años, ¡y hemos visto a Dios hacer tantas cosas asombrosas! Nuestras vidas han cambiado al ser testigos de grandes avivamientos tanto en España como en Argentina y al ver a Dios moverse en países alrededor de todo el mundo. Durante los últimos diecisiete años en los que he servido como director de Misiones Globales, vimos cómo el Señor ha llamado a muchas personas nuevas al campo misionero, iniciamos nuevos ministerios y comenzamos obras totalmente nuevas en varios países.
Sin embargo, a pesar de lo hermoso de estas experiencias, servir tantos años sin tomar un descanso comenzó a afectarme. Al leer Mateo 11:28 (NVI), «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso», pensaba: «Bueno, yo no me siento muy descansado; me siento cansado».
Nuestro Creador sabe la necesidad que tienen nuestras almas de descansar; de tomar tiempo para apartarse y desconectarse. Dios creó el Shabat (descanso), y el ser humano fue diseñado para tener tiempos sabáticos en los que permitimos a nuestras mentes, cuerpos y almas hacer una pausa y respirar.
Dentro del ministerio de Misiones Globales, necesitaba tomar varias decisiones difíciles y enfrentarme a retos intensos, pero no había permitido que mi mente, mi cuerpo y mi alma lo asimilaran. Cuando trabajamos para el Señor, ya sea como pastor o en otros puestos de liderazgo, sentimos la imperiosa necesidad de seguir adelante como sea. A menudo, en una cultura en la que el estar ocupado es una obsesión y el estar quieto se considera ser apático, el descanso suele asociarse con la pereza.
Sin embargo, sin el descanso podemos privarnos de la presencia de Dios. Él nos invita a descansar para que podamos llegar a conocerle en una manera más profunda. Como dice Mark Buchanan en su libro The Rest of God (El descanso de Dios), «El Shabat es a la vez un día y una actitud para nutrir esa quietud. Es tanto un tiempo en el calendario como una disposición del corazón».
En el mes de mayo de este año, la junta de Misiones Globales me permitió tomar cinco semanas sabáticas. Durante la primera semana tuve que adaptarme, pero a medida que pasaban los días, sentí que mi hambre por Dios regresaba. Pasé mucho tiempo leyendo la Palabra y orando (lo que implicaba más escuchar que hablar). Cuando finalmente procesé el período tan difícil que había atravesado, sentí que me invadía una nueva paz. Recuperé la concentración y la pasión por el ministerio y recordé lo que ya sabía: «Dios siempre tiene el control de todo».
Hoy en día en la Iglesia anhelamos un avivamiento, deseamos un despertar espiritual. Pero para tener un despertar espiritual, necesitamos primero obtener el descanso y la renovación espiritual, que comienza por tomar una pausa (un sabático). Porque lo cierto es que el trabajo nunca se acaba (o nunca se realiza a nuestra satisfacción). Siempre habrá más trabajo del que podamos terminar. Cuando descansamos en Dios, somos capaces de hallar aquello que nos faltaba del Señor, y eso es un regalo.
En abril de 2024, cuando estuve en Trinidad con motivo del Setenta Aniversario de las Iglesias de la Biblia Abierta, asistimos a varios servicios. En cada ocasión, cuando se hacía una invitación para pasar al altar después de la predicación de la Palabra de Dios, la gente se aglomeraba en el frente. Fue tan refrescante ver tal despertar espiritual, ver a la gente tan hambrienta de más de Dios. Sin embargo, este tiempo de avivamiento en Trinidad comenzó después de meses de oración intercesora, con personas que tomaban tiempo para hacer una pausa, buscar el rostro de Dios y escuchar Su voz.
¡Dios siempre está hablando, pero nosotros no siempre escuchamos! Fallamos en ser intencionales, olvidándonos de hacer una pausa y conectarnos con Él, omitiendo Su invitación a entrar con valor ante Su trono y recibir lo que necesitamos. Fallamos en escuchar, y nos perdemos Sus palabras que a veces traspasan el corazón, pero que siempre sanan.
El Salmo 42:1-2 dice: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?». Si deseamos que Dios nos llene, debemos detenernos y tomar el tiempo para beber de Su agua viva, al igual que el ciervo.
Ahora, mientras me esfuerzo por incorporar el tiempo sabático a mi vida cotidiana, trato de dejar el trabajo en la oficina y no traerlo a casa. Sé lo difícil que puede ser esto para los que servimos en el ministerio, pero lo cierto es que no todo es urgente. No tengo que contestar el correo electrónico que llegó a las 6:00 p.m. A veces dejo el ordenador portátil en el trabajo o en el vehículo (que está en el garaje), para no caer en la tentación de responder a ningún correo después de salir del trabajo. Los fines de semana pertenecen a mi familia, e intento que esos días sean sagrados, y pasar tiempo en presencia de mi familia y de Dios.
El descanso espiritual comienza cuando aquietamos nuestra mente y permitimos que Dios nos hable. El tiempo sabático es más que unas vacaciones; es una disposición del corazón que mantiene nuestra vida enfocada en la dirección correcta. Cuando nuestro espíritu se reconectan con el Espíritu Santo, recibimos sanidad y renovación en cada área de nuestras vidas, lo que crea espacio para el despertar espiritual que todos anhelamos.
Sobre el autor
Vince McCarty
Vince McCarty sirve como director ejecutivo de Misiones Globales de las iglesias de la Biblia Abierta, supervisando la obra en 55 países del mundo. Agradece al gran equipo misionero y a todos los líderes nacionales con los que tiene la oportunidad de servir. Su desea es que recordemos que la Gran Comisión es demasiado grande para que alguien la cumpla solo y demasiado importante para no tratar de hacerla juntos.