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MAGNIFICA: Conoce y saluda a alguien para Jesús en el corazón de Tacoma
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5 days agoon
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Gary WyattA principios de la primavera de 2024, un lunes por la tarde mientras concluía mi tiempo sabático personal en la iglesia donde soy pastor, sentí el impulso del Espíritu Santo de salir del templo. Sentía que Él quería que conociera a nuevas personas a medida que pasaban por delante de la iglesia, que me presentara como pastor y aprendiera sus nombres. Esto era fuera de lo común para mí, pero estaba emocionado por una nueva tarea, así que obedecí y salí inmediatamente.
Mientras esperaba frente a la iglesia, pronto conocí a cuatro personas que salían de una reunión de Alcohólicos Anónimos. Uno de ellos era un abogado que trabajaba al otro lado de la calle, a quien llegué a conocer un poco mejor durante nuestra conversación. También conocí a una mujer llamada Michelle que resultó ser la vecina de la infancia de mi esposa Cheryl. Dando gracias al Señor por estas conexiones tan significativas, subí a mi camioneta para volver a casa cuando oí la voz del Espíritu Santo que decía: «¡MAGNIFICA!». Respondí en mi interior: «De acuerdo, Señor, te magnífico». El Espíritu Santo habló de nuevo, esta vez explicándome que «MAGNIFICA» (del inglés Magnify) es un acrónimo que significa «CONOCE Y SALUDA A NUEVOS INDIVIDUOS PARA JESÚS». Me di cuenta de que eso era lo que Dios quería que hiciera todos los días en la iglesia. Después de comprometerme con el Señor a obedecer, anoté las siglas en las notas de mi teléfono celular para plasmar aquel momento.

Justo cuando empezaba a dar marcha atrás con mi camión, vi a una pareja que caminaba por una acera cercana cargando una mesa de cocina que parecía muy pesada. Al sentir de nuevo el impulso del Espíritu Santo, les pregunté si podía ayudarles. La mujer habló con su esposo, que no me había oído, y él respondió: «Sí, puedes ayudarnos». Les dije que pusieran la mesa en la parte trasera del camión y que subieran, lo cual hicieron.
Cuando les pregunté adónde iban, me dijeron que, a su apartamento, tres cuadras al norte. Mientras recorríamos la corta distancia, les pregunté por sus nombres y el hombre respondió: «Abdul y María». Cuando llegué al apartamento de Abdul y María, salieron inmediatamente del camión y llevaron la mesa hacia la puerta. Me despedí con la mano y empecé a alejarme, pero Abdul se apresuró y dijo: «No, tenemos por costumbre invitarte a comer». Me estacioné, emocionado y honrado por ser un invitado, y entré en su casa.
Al entrar encontré la sala vacía con solo mantas en el suelo que utilizaban para sentarse y una televisión. Me senté en el suelo y, antes de darme cuenta, María me estaba trayendo comida en bandejas para que comiera (¡y quiero decir que era mucha comida!).
Mientras cenábamos, me enteré de que eran de Afganistán. Les pregunté acerca de su historia y Abdul me contó, con todo lujo de detalles, cómo habían llegado a vivir a Tacoma. La historia me conmovió tanto que les pregunté: «¿Cómo puedo ayudar?». Abdul me dijo que necesitaban sillas para la mesa nueva, una aspiradora y un sofá. Nuestra iglesia tenía todas eso, así que les dije: «Volvamos al camión y vayamos a buscar esas cosas ahora mismo». Estaban tan agradecidos por la ayuda recibida que me invitaron a comer al día siguiente (al parecer, no comí lo suficiente para satisfacerles). Les dije que volvería con mi esposa, Cheryl
Desde que el Señor me llamó a salir al vecindario y “MAGNIFICAR”, he conocido a más de cien personas.
Para mi sorpresa, al día siguiente, ¡habían preparado la mesa como si fuera un banquete para un rey! Su agradecimiento por la ayuda quedó patente en su sincera hospitalidad. Cuando Cheryl y yo nos sentamos a comer con ellos, les pregunté si podía orar por la comida y Abdul me dijo que sí. Le pregunté porque supuse que eran musulmanes, y me enteré de que lo eran. Después de la oración, entablamos una conversación sobre la fe. La mayor parte de la conversación fue con Abdul, ya que María aún no habla mucho inglés, lo que explicaba por qué los había visto venir desde la dirección del Bates Vocational College, donde María toma clases de inglés.
En el transcurso de nuestra conversación le pregunté a Abdul si creía que Jesús era el Cristo, a lo que respondió dos veces que creía que Jesús iba a volver, en realidad no respondió a mi pregunta. Le conté la historia de la mujer samaritana junto al pozo que reconoció a Jesús como profeta y a quien se le reveló como el Mesías. Abdul dijo que conocía la historia, porque se la habían contado en la mesa cuando era niño. Lo dejé así y continué con el almuerzo.
Cuando llegó la hora de irnos, les di las gracias por su maravillosa hospitalidad y nos invitaron a tomar el té o a comer cuando quisiéramos. No les invité a la iglesia, porque no quería que pensaran que esa era la única razón por la que les había ayudado y almorzado con ellos.
Lo que he aprendido a través de MAGNIFY es esto: ganar almas comienza con la siembra de semillas.
El domingo siguiente, para mi sorpresa, levanté la vista y vi a Abdul y a María entrar por la puerta. Abdul hizo de intérprete de María durante todo el servicio. Mi corazón se llenó de alegría al ver que unos simples actos de bondad habían atraído a estas nuevas personas a nuestro servicio de adoración. Abdul y María todavía no asisten con regularidad a la iglesia, pero desde entonces han ido algunas veces. Nuestra relación ha seguido creciendo. Logré que Abdul tuviera una entrevista de trabajo y consiguió el empleo. Hoy, tanto él como María trabajan, tienen licencia de conducir y son dueños de un vehículo.
Desde que el Señor me llamó para salir al barrio y poner en práctica «MAGNIFICA», he conocido a más de cien personas. Todos sus nombres los tengo anotados en una lista, para poder recordarlos la próxima vez que los vea en la comunidad y para poder mencionarlos en oración. Algunos de ellos incluso asisten a nuestros servicios de adoración. No puedo empezar a contar cuántas vidas han sido tocadas por la luz del Señor a través de «MAGNIFICA». Las conversaciones que he tenido con «los que no tienen dónde caerse muertos» y con «los que lo tienen todo» han sido esclarecedoras y muy valiosas. Muchos me han permitido orar por ellos, y he encontrado a las personas más preciosas en la comunidad de indigentes que rodea a nuestra iglesia.
Como pastor, mi objetivo es siempre ganar almas para Cristo, y este cometido no es diferente. Sin embargo, lo que he aprendido a través de «MAGNIFICA» es lo siguiente: La labor de ganar almas comienza con la siembra de semillas. ¿Se unirá a mí y a «MAGNIFICA»?
Sobre el autor
Gary Wyatt
Gary Wyatt ha sido el pastor principal de la Iglesia de la Biblia Abierta SureHouse durante más de veinticinco años, un ministerio urbano ubicado en el centro de la ciudad de Tacoma, Washington. Es autor de The Art of Blending (El arte de combinar), un libro sobre la mezcla de culturas en una sociedad prejuiciada. The Art of Blending es un libro destinado a la reconciliación racial dentro del Cuerpo de Cristo.