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Cuando los veo, me veo a mí

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Por Gus Duarte  

Nací en 1968 y me crié en Cuba en una familia muy disfuncional, sin figura paterna y sin valores cristianos. A una edad joven, me mandaron a un colegio internado, estudié, y me gradué como especialista en trabajos arquitectónicos. Después de graduarme, para cumplir con mi servicio militar obligatorio, fui mandado a una guerra en Angola en el sur de África por 18 meses.   

En 1990 me casé con Norja, pero estuve enojado y miserable. Pasé el primer mes de mi matrimonio borracho; tomaba todo el día. Después del nacimiento de mi primera niñita, perdí a mi familia por mi abuso de alcohol e infidelidades. Mi esposa vino a fe en Cristo y empezó a orar por mí. Un día, un señor mayor que se llamaba Chico me dijo, “Algún día, te voy a ver predicando el evangelio”. 

Me reí de él y le dije, “Debes estar loco”.  

Una vez cuando estaba borracho, ni siquiera llevando zapatos, un misionero que estaba de visita en Cuba me vio en la calle y dijo que quería orar por mí. Dije, “Bien”. Estaba bien borracho y oré para aceptar al Señor, pero en ese momento, no hice ningún cambio en mi vida.    

Mi esposa y yo volvimos a casarnos y ella seguía orando por mí por cinco años. En 1995, nos mudamos a Jamaica. Mi esposa me convenció ir a la iglesia. Iba, me paraba a lado de  la puerta en el fondo de la iglesia, y me aseguraba de montar mi bicicleta y salir antes de que el pastor pudiera despedir el culto y alguien me viera. Un día Chico sí me vio y me dijo, “¡Ya te dije”! Pero yo no me veía a mí mismo como cristiano.     

En 1998 nos mudamos a los Estados Unidos con la esperanza de escapar la rutina en el cual nos encontramos. Intentaba dejar de tomar, pero fracasé cada vez. Mi salud estaba fallando. Estaba tomando otra vez y mi hígado se estaba ensanchando. Mi esposa dijo, ¿Por qué no vas a la iglesia? No sé cuánto tiempo más puedo durar así”.    

Esa semana estaba en la parta trasera de la iglesia de nuevo y el pastor dio una llamada al altar invitando a la gente llegar a conocer al Señor. Dije, “Señor, si realmente eres como estas personas locas dicen que eres, y si quieres tenerme a mí, tienes que sanarme. Lo he intentado solo. No sé qué hacer”.  

No escuché ninguna voz; fue silenciosa. Pero un poco después de esa noche, un amigo me invitó a tomar una copa, y no pude. Sabía que algo había cambiado. En ese momento mi corazón estaba tan duro. Nunca mostraba ninguna emoción. No había llorado desde que era un niño pequeño, porque si lloraba mi mamá me pegaba.  

Le pregunté al pastor, Ángel González, “¿Qué es lo que me está pasando? Algo no está bien”.  

El pastor dijo, “He recibido confirmación del Señor que Él va a hacer algo contigo.”  

Empecé a tener una pasión por leer la Biblia. Un día empecé a reírme de unos hombres en la iglesia que estaban llorando. Burlaba de ellos porque había llegado a creer que los hombres verdaderos no lloran, pero luego empecé a llorar y llorar y llorar. Tocaba la batería en la iglesia y podía ver las lágrimas cayéndose en los tambores mientras lloraba como un bebé. El sentimiento fue increíble. Le pregunté al pastor lo que estaba pasando. Podía “sentir” algo en actualidad.   

El pastor me dijo, “El Señor ha sanado tu cuerpo, ahora está sanando tu alma”. Me dijo de comprar un diario, diciendo, “Sé que el Espíritu Santo te va a hablar y tienes que anotarlo en seguida para que no lo olvides”.   

De ese día en adelante, tuve una pasión para predicar; tengo que predicar.  

Mi esposa y yo fielmente asistimos a la iglesia Puerta de Esperanza en Miami, Florida con el Pastor González. Empecé a servir allí y a estudiar la Escritura. Pronto empecé a sentir el llamado de Dios sobre mi vida para ser pastor. 

Después de un año le dije al pastor, “Quiero ser un pastor como usted”. Mi esposa sentía lo mismo. Un día, estaba caminando por el pasillo de la iglesia cuando un hombre delante de mí dio la vuela y dijo, “¿Quién está caminando detrás de mí? Tengo una palabra del Señor para él.” Entonces dijo, “El Señor te va a usar”.    

“¿Por qué a mí?” pregunté. 

“No se trata de ti; se trata de tu corazón”, contestó.  

Un par de años después el Señor habló a mi esposa en una conferencia de mujeres, “Tienes miedo,” dijo. “No tengas miedo. He llamado a tu esposo; te he llamado a ti”. In 2000 empecé a sentir esa pasión más y más y me involucré más en la iglesia. Estudié con INSTE.    

Por 12 años había servido con el Pastor González, durante ese tiempo él era mi mentor y me ayudaba entender mi llamado. En aquel tiempo tenía dos hijas. Mi familia entera servía que cualquier capacidad que podíamos. Era decano, presidente del departamento de hombres, maestro de la escuela bíblica, y baterista. Visitamos a la gente en el hospital, limpiamos, y mantuvimos a la iglesia mientras estábamos pegados a nuestro pastor, absorbiendo sus destrezas de liderazgo. En 2007 me gradué del Segundo Nivel de INSTE y servía como el coordinador de la convención hispana en Miami en 2012.    

Después serví como evangelista y maestro durante cuatro años en el área de Tampa Bay mientras servíamos como copastores de una iglesia. Después de mucha oración el Señor nos mudó a Des Moines en 2014. En 2017 el Señor empezó a abrir puertas para mi esposa, mi hija, y tres hermanos para comenzar una obra en el sur de la ciudad de Des Moines. Ahora se conoce como Casa de Oración y Restauración. En enero de 2020, Dios me permitió formar parte de un viaje de los Hombres de Visión a Costa Rica.  

Mi familia y yo seguimos sirviendo a Dios con la visión de alcanzar a la comunidad hispana para Cristo y traer esperanza a las calles del lado sur de Des Moines. Nos enfocamos en proveer comida y productos higiénicos a las personas sin hogar y en preparar a los líderes jóvenes para la obra de Dios.   

La gente me pregunta acerca de mi pasión para alcanzar a la gente con el evangelio. Mi pasión viene del Señor. Cuando era más joven, pasé por tiempos difíciles. Dios me rescató. Me salvó y llenó mi corazón más y más y más.  Cuando veo a las personas adoloridas, me veo a mí. Cuando veo a los adictos de hogares rotos, me veo a mí. Cuando veo a los solitarios, me veo a mí. Cada día el Señor ha aumentado mi pasión para alcanzar a ese tipo de persona. Haré cualquier cosa para alcanzar a estas personas.     

Sombre el Autor

Gus Duarte y su esposa, Norja, sirven como pastores de Casa de Oración y Restauración en Des Moines, Iowa. Tienen dos hijas, Claudia, que está casada con cuatro hijos y sirve en la iglesia a tiempo completo, y Nicole, que sirve en la Guardia Nacional de los Estados Unidos.  

Aaron Keller, director nacional del ministerio de los Hombres de Visión (MOVE por sus siglas en inglés) dijo, “El Pastor Gus fue a nuestro viaje de MOVE a Costa Rica. No hay muchos hombres que trabajaban más fuerte que Gus Duarte y de hacerlo con destreza. No era hasta que él hablara de que sabía que no era un simple trabajador. Él predicó y lo hizo con el fuego del Espíritu Santo. Al final de nuestra reunión de dedicación, mientras la mayoría de los hombres estaban cansados y listos para regresar a casa, miré y Gus estaba llevando al Señor a dos señoritas que trabajaban en el hotel donde nos hospedábamos. Él está constantemente impulsado por la voluntad de Dios.”

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Mi viaje: En tiempos de guerra, hallé el refugio de Dios.

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Vivir y servir en un país extranjero implica adaptarse a nuevas culturas, idiomas y diversas situaciones. Durante mis treinta años como misionera, me he enfrentado a estos desafíos en múltiples países e idiomas. Sin embargo, ninguna de mis experiencias pudo haberme preparado para enfrentarme a la realidad de la guerra: Su impacto en la vida, el ministerio y la fe. 

Llevaba trece años viviendo a tiempo completo en Ucrania cuando se produjo la invasión inicial en 2014. Aunque el conflicto me aterrorizaba, me resultaba algo lejano; con el tiempo, aprendí a navegar entre el estrés de la amenaza de la violencia y la incertidumbre que parecía continuar en todas partes. Pero todo cambió el 23 de febrero de 2022, con la invasión masiva. Ucrania entró en un capítulo oscuro con un futuro incierto, y yo también.

… todo cambió el 23 de febrero de 2022, con la invasión a gran escala. Ucrania entró en un capítulo oscuro con un futuro incognoscible, y yo también

Los primeros meses de la guerra los pasé en Estados Unidos. Aunque estaba físicamente «a salvo», mi corazón seguía en Ucrania. Quería estar con la comunidad de INSTE, los vecinos y otros seres queridos que se habían convertido en mi familia, no sólo por mi amor y preocupación por ellos, sino porque hay poder en estar físicamente presente; hay un poderoso ministerio de simplemente estar con otros en su sufrimiento. Al igual que Dios promete en el Salmo 91:15 (NVI), «Yo estaré con él en la angustia», me sentí obligada a personificar esa presencia para los ucranianos.

Regresar a Ucrania en octubre de 2022 significó enfrentar una nueva e inquietante realidad. Las sirenas antiaéreas, los ataques con misiles y los drones armados forman parte de la vida cotidiana. El Salmo 91:5 promete: «No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día» (NTV), pero aun vivir esta realidad presenta un desafío. En 2024, los cielos ucranianos fueron invadidos de drones de ataque o misiles cada día y cada noche. El temor es una respuesta natural al peligro, pero la valentía consiste en confiar en Dios a pesar del miedo. Para mí, dar un paso adelante, aunque se me haga un nudo en la garganta, es un acto de fe.

Uno de los muchos edificios bombardeados por las fuerzas rusas.

Me sostiene la promesa del Salmo 91 que dice que Dios estará «con nosotros en la angustia», me ayuda a reconciliar la tensión entre “no temer” y “hacer las cosas con temor”». El temor no nos incapacita para obedecer; a menudo es el lugar donde encontramos la voluntad de Dios y experimentamos Su presencia de manera profunda.

Mi ministerio principal siempre ha sido equipar líderes a través de INSTE Global Bible College, pero mi enfoque ha cambiado durante la guerra. En esta temporada el Señor me ha permitido atender a las necesidades humanitarias de los ucranianos con la ayuda de los patrocinadores de la Biblia Abierta y una amplia red de amigos y socios del ministerio. Por ejemplo, hemos provisto baterías y lámparas a los adolescentes huérfanos que viven independientes para pasar las largas noches sin electricidad.

Manual de PTSD traducido y distribuido a los ucranianos

En otras ocasiones, hemos comprado medicinas para vecinos enfermos y ayudado a ancianos a pagar tratamientos médicos. Hemos enviado ayuda económica, ropa y nuestra oración a los que están en primera línea. También hemos traducido, impreso y distribuido miles de folletos sobre cómo lidiar con el trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Mientras que otros proporcionan ayuda humanitaria a gran escala, mi papel consiste en realizar pequeños actos de bondad. En el mercado, busco «la ayuda del Espíritu Santo» y encuentro a abuelas en apuros a las que ayudo con dinero para comida, las bendigo y les recuerdo que Dios ve su necesidad. Cada una de estas pequeñas acciones sirve como recordatorio tangible del amor y la luz de Dios en tiempos difíciles.

Las víctimas de la guerra son numerosas. Los problemas cotidianos son la inseguridad alimentaria, la interrupción de los sistemas educativos y la falta de electricidad. Las familias se han visto desplazadas y desintegradas; algunas tienen hijos que asisten a la escuela en otros países, otras tienen familiares en el frente, desaparecidos en combate, prisioneros de guerra o en una tumba. Comunidades destrozadas y el curso de muchas vidas alterado para siempre. A lo largo de los años hemos tenido miles de estudiantes de INSTE en toda Ucrania, muchas de cuyas vidas han cambiado drásticamente a causa de esta guerra.

Soy testigo de una resiliencia increíble en los defensores que son superados en número y armas en las líneas del frente, en las madres que mantienen unidas a las familias y en los niños que atraviesan pérdidas inimaginables.

A pesar de esto, soy testigo de la increíble resiliencia de quienes combaten en primera línea, que están en minoría y tienen menos armamento, de las madres que mantienen unidas a sus familias y de los niños que afrontan pérdidas inimaginables, incluida una infancia normal. Su fortaleza refleja la verdad de que Dios no les ha abandonado. En sus historias veo destellos de esperanza, recordatorios de que incluso en los momentos más oscuros brilla la luz. Su resiliencia me inspira.

Ha sido difícil afrontar la captura de mi ahijado Max, un soldado de diecinueve años, por parte de las fuerzas enemigas. El dolor de no saber nada de él es inmenso. Pedimos por su alma. Todos los ucranianos tienen su «Max», alguien cuyo futuro desconocido provoca un dolor insoportable.

A medida que reflexiono sobre estos años de guerra, me doy cuenta de lo mucho que ha transformado mi vida, mi comprensión de la compasión y mi fe. La guerra me ha sometido a pruebas que no esperaba, pero también ha fortalecido mi fe.

El Salmo 91 sigue siendo un consuelo para mí: no una promesa de un camino fácil, sino de la presencia de Dios. Es en su refugio donde hallo fuerza para ministrar y para creer en sus promesas. Y es ahí, incluso en tiempos de guerra, donde he encontrado el refugio de Dios


Sobre la autora

Tammy Swailes

Tammy Swailes es una apasionada de la educación cristiana transcultural, así que trabajar con el Seminario Bíblico INSTE para discipular y equipar a líderes en toda Europa y más allá es una gran oportunidad. Tammy lleva viviendo en Europa desde 1999, primero en Hungría y ahora en Ucrania. Anteriormente, vivió en Japón y en Spokane, Washington. En la actualidad, Tammy trabaja como directora regional de INSTE en Europa, donde coordina los programas de INSTE en cinco idiomas. Tammy es licenciada en Misiones y Educación Cristiana, y tiene un máster en Estudios Interculturales. Entre sus aficiones favoritas se encuentran la fotografía, el buen café, las experiencias multiculturales y el perrito yorkshire de la familia.

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Vivir como enviados: Ver y suplir las necesidades de los que nos rodean.

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«…Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes» (Juan 20:21, NTV).

En este número de El Mensaje de la Biblia Abierta descubrirá algunas historias maravillosas de cómo Dios está utilizando a gente común y corriente para tocar y transformar vidas y comunidades. Leerá cómo la gente está abriendo sus ojos y sus corazones para mostrar y compartir el amor de Jesús al «vivir como enviados». 

Durante mis primeros años de ministerio, escuché una frase del conocido pastor Tommy Barnett que nunca olvidé: «El ministerio consiste en ver una necesidad y suplirla». La definición que daba del ministerio era sencilla, pero profunda.  

Los miembros de Life Church sirven a la comunidad durante el domingo iServe.

Aunque quizá este enfoque resulte simplista, se me quedó grabado, tal vez porque resume gran parte de lo que vemos hacer a Jesús en su ministerio. Las Escrituras nos dicen que «Jesús anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que eran oprimidos por el diablo» (Hechos 10:38, NTV), y que «no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.» (Marcos 10:45, RVR-1960). 

La cita de Barnett también nos ayuda a ver el ministerio como algo más cercano, práctico y accesible para todos los seguidores de Jesucristo. Elimina la percepción de que el ministerio es algo que solo hacen los pastores, los «super cristianos» o unos cuantos elegidos. Transmite una comprensión bíblica de lo que cada persona puede hacer para compartir el amor de Cristo con los demás.

Por último, esta cita lo sitúa fuera de las paredes de la iglesia. El ministerio no se limita a un lugar concreto o a un grupo específico de personas, sino que ocurre tanto dentro como fuera de la iglesia.

 

En nuestra declaración de visión se encuentra el valor central de la misión: llegar a quienes están separados de Cristo, multiplicar a los discípulos que están creciendo y formar a otros discípulos movilizándolos para que sirvan y utilicen sus dones tanto dentro como fuera de las paredes de la iglesia.

Amo la iglesia y durante más de treinta años he servido y dirigido en ella. Concuerdo en que ella es la esperanza del mundo. No obstante, nuestro objetivo no es solo asistir a la iglesia, sino ser la iglesia (como dice el refrán). Nuestro objetivo es vivir la misión del Reino en nuestras vidas.

En la iglesia Life Church de Concord, California, donde fui pastor durante muchos años, intentamos dar prioridad a este aspecto. Enseñamos a nuestra familia, la congregación, a ser misioneros en sus comunidades y en los lugares donde tenían influencia. 

Cientos de niños aprenden y responden a Jesús en Life Church.

«Summerfest» era una de nuestras actividades favoritas del año. Este campamento ofrecía una semana entera de actividades gratuitas a los niños de la zona. En un área donde las familias con dos ingresos se esfuerzan por subsistir, ofrecimos un lugar donde los niños pudieran divertirse, recibir atención por parte de docenas de voluntarios y experimentar el amor de Dios. Cada año, este sencillo campamento bendecía a cientos de familias. Ese acto de servicio preparó los corazones para recibir las Buenas Nuevas. 

Un alcance no consiste solo en satisfacer las necesidades físicas y emocionales, sino también las espirituales. Se trata de establecer relaciones, crear confianza y brindar a las personas la oportunidad de experimentar el poder transformador del amor de Dios. Cuando servimos a los demás, reflejamos el corazón de Cristo, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. 

Cuando cambiamos nuestro enfoque de esperar el próximo alcance liderado por la iglesia a involucrarnos personalmente con quienes nos rodean, liberamos el potencial para un crecimiento exponencial y “multiplicado” del reino.

Cuando fundamos nuestra iglesia, en mi opinión, se trataba de invertir de forma muy práctica en nuestra comunidad. Mis hijas jugaban al fútbol, así que me ofrecí como entrenador (fui el único padre voluntario, así que me contrataron). Gracias a esa oportunidad, entablé contacto con familias de nuestra comunidad. Uno de los padres futbolistas me preguntó si me interesaría jugar en su equipo de la liga masculina de sóftbol. Al aceptar su invitación, pude conectar con más personas de nuestra comunidad y, en resumen, ese padre rindió su corazón a Jesús y fue una de las primeras personas en ser bautizadas en nuestra iglesia.

Para servir a la gente no siempre se requiere un acto o un programa a gran escala. A veces, basta con una simple conversación, un gesto amable o una oración sincera. Como seguidores de Cristo, tenemos el privilegio de ser Sus manos y pies en nuestro entorno. Cuando dejamos de esperar la próxima campaña de la iglesia y nos centramos en comprometernos personalmente con los que nos rodean, desbloqueamos el potencial de crecimiento exponencial y «multiplicador» del Reino. Podemos compartir la esperanza de Cristo con un amigo a la vez y ver cómo se transforman sus vidas para la gloria de Dios.

Recuerde estas palabras de Jesús: «el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor» (Mateo 20:26, RVR-1960).

Seamos intencionales en nuestro alcance, comprometidos a servir, y fieles en compartir las Buenas Nuevas de Jesucristo.


Sobre el autor

Michael Nortune

Michael Nortune es presidente de las Iglesias de la Biblia Abierta. Ha servido fielmente en la iglesia local durante treinta y cinco años. Desde sus inicios como conserje y jardinero hasta ser el pastor principal de la Iglesia Life Church en Concord (California), Michael ha adquirido experiencia a lo largo de su ministerio en todas las funciones dentro de la iglesia. No sólo tiene experiencia práctica a nivel local, sino que también ha liderado a nivel distrital, regional y nacional dentro de las Iglesias de la Biblia Abierta. Michael y su esposa Julie residen actualmente en Colorado, donde les fascina vivir cerca de cinco de sus seis hijos y sus cónyuges. También disfrutan del tiempo que pasan con su otra hija, que vive en Alabama, y con su primer (pero no último) nieto.

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Cuando la Iglesia se mudó al barrio: Lecciones de amor y misión

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En 2020, cuando Dios nos llamó a mi esposa, Tammie, y a mí para iniciar la Iglesia Green Branch, sabíamos que Él nos estaba guiando para hacer las cosas de manera diferente a como solíamos hacerlo. No nos pidió que fuéramos innovadores o creativos. No nos pidió que investigáramos las últimas tendencias en la plantación de iglesias ni que analizáramos algoritmos innovadores en las redes sociales. Dios simplemente nos pidió que fuéramos obedientes y que le siguiéramos paso a paso. En Mateo 16:18, Jesús les dijo a sus discípulos: «… edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (RVR-60). Decidimos creerle y seguir Su ejemplo.   

Al comienzo de la plantación de Green Branch, nos reuníamos semanalmente en la casa de un líder, disfrutábamos de una comida increíble y vivíamos en comunidad con las personas a las que queríamos. Teníamos increíbles debates bíblicos e invertíamos en las vidas de los demás. ¿Ya mencioné la comida? Amábamos a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y estómago). Pero había un problema. Pasábamos tanto tiempo con otros cristianos que no teníamos espacio en nuestras vidas para alcanzar a nuestros vecinos.  

Otra reunión dominical de la Iglesia Green Branch

Dedicábamos tanto tiempo y energía a cumplir el primer gran mandamiento que pasábamos por alto el segundo. De hecho, no estábamos amando de verdad a nuestro prójimo. Nos agradaban, pero no los amábamos. Saludábamos a nuestros vecinos, éramos educados con ellos, les hablábamos amablemente y los invitábamos a la iglesia, pero nada de eso era amor. Literalmente pasábamos de largo por las cuarenta y seis casas de nuestro vecindario para formar parte de una comunidad de seguidores de Cristo en otra parte de la ciudad. El Espíritu Santo nos dijo que dejáramos de hacer tantas cosas de la iglesia y volviéramos a nuestro vecindario. 

Tammie y yo hemos ido a la iglesia toda nuestra vida. Hemos tomado clases de evangelismo, leído libros, escuchado pódcast y disfrutado de cientos de sermones sobre cómo alcanzar a los perdidos. Pero todo este conocimiento no consiguió que nos afectara en fomentar el amor de Dios por nuestro prójimo. Experimentábamos la tensión que se produce entre elaborar programas para ayudar a los cristianos a llegar a las personas y hacerlo de verdad. A menudo es fácil ver a las personas como proyectos.    Lo primero que hizo Dios para ayudarnos a llegar a nuestro prójimo fue mostrarnos la cruda realidad sobre nosotros mismos. Habíamos interpretado el mandamiento «ama a tu prójimo como a ti mismo» de forma pasiva, en lugar de activa. Esperábamos que fueran ellos los que vinieran a nosotros: que aparecieran en nuestra puerta con una pregunta espiritual, que iniciaran una conversación profunda sobre temas espirituales en el supermercado, o que se presentaran en una reunión de la iglesia. Eso no iba a ocurrir. El Espíritu Santo nos recordó que nosotros éramos el plan «A» de Dios para llegar a nuestros vecinos.

Los miembros de la Iglesia Green Branch comen juntos durante la noche del domingo.

Mientras crecía, mi pastor de jóvenes solía decir: «La mejor manera de deletrear amor es T-I-E-M-P-O». Recordamos ese consejo y empezamos a buscar excusas para pasar tiempo con nuestros vecinos. Nos preguntábamos cómo podíamos amar a nuestros vecinos «como a nosotros mismos». La idea que se nos vino a la mente fue «al mismo tiempo, de la misma manera y en el mismo lugar». ¿Qué cosas podríamos hacer con nuestros vecinos al mismo tiempo, de la misma manera y en el mismo lugar que con nosotros mismos? La respuesta fue ¡COMIDA! Todos tenemos que comer, así que ¿por qué no hacerlo juntos y al mismo tiempo? Empezamos a invitar a nuestros vecinos a cenar a nuestra casa los jueves por la noche. El Señor nos dio dos metas para estas noches de vecinos: amar a nuestros vecinos y disfrutar de una comida deliciosa. 

Lo siguiente que Dios hizo para ayudarnos a alcanzar a nuestros vecinos fue darnos su amor por ellos. Con cada cena se creaban más relaciones y afinidades a medida que avanzaba nuestra historia en común. Las conversaciones espirituales no comenzaron de inmediato. Lo que sucedió fue que fuimos NOSOTROS quienes comenzamos a cambiar. Ese amor esquivo por nuestros vecinos empezó a florecer con cada bocado. Cuanto más tiempo compartíamos, mayor era el amor de Dios en nosotros. Al mismo tiempo, crecía el amor de nuestros vecinos hacia nosotros. El simple hecho de obedecer a Dios había convertido a nuestros vecinos en amigos, ¡y ahora nosotros los amamos!

An outdoor gathering of Green Branch Church members

Orábamos antes de cada cena y le pedíamos a Dios que aumentara el fervor espiritual. Caminábamos por el barrio orando por nuestros amigos cuando pasábamos por sus casas. Fue un proceso lento. No dejábamos de recordarnos a nosotros mismos que éramos responsables de ser fieles y que Dios era responsable de los frutos. Con el tiempo, empezamos a ver los frutos de nuestro esfuerzo.

Nos pidieron que oficiáramos un funeral del padre de uno de nuestros vecinos y amigos. El servicio se ofició en su casa un sábado por la tarde. Fue un momento increíble de amor, dolor y sanidad para la familia. Escuchamos historias sobre su padre y nos unimos a ellos en su dolor. Tuvimos la oportunidad de mostrar el amor de Jesús y explicar el evangelio a las veinte personas que estábamos en la sala de su casa.

Otros amigos nos han pedido que enseñemos a sus hijos sobre Jesús. Personas que antes no pisaban nuestra «Casa de la Biblia» ahora nos piden que oremos en las fiestas del vecindario. El jueves por la noche empezamos a orar por los vecinos que vienen. ¡No puedo esperar a ver lo que Dios va a hacer a lo largo de este año!

A través del segundo mandamiento más importante, Dios transformó nuestras vidas. Nuestro campo de misión no cambió; Dios cambió nuestro interior dentro de ese mismo campo. Su llamado para nosotros es sencillo: ama a tu prójimo como a ti mismo, al mismo tiempo, en el mismo lugar.


Sobre el autor

Davy Saunders

Davy y Tammie Saunders fundaron la iglesia Green Branch en 2022, una pequeña iglesia en la comunidad. Ambos se dedican a hacer discípulos, edificar comunidades y unirse a Jesús en su misión. Viven y ministran en Williamsburg, Virginia, donde Tammie es enfermera coordinadora de servicios de recursos renales y Davy es pastor y es también techador. Llevan treinta y cinco años de casados y tienen dos hijos adultos y dos nietos maravillosos.

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