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Sobrellevar la carga en la Iglesia:Cómo podemos mejorar la manera de hacerlo
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7 months agoon
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Anne BeemCuando mis hijos eran pequeños, Dios me preguntó si confiaba en Él con respecto a sus testimonios. Después de trabajar como asesora en una iglesia, me habría gustado responder inmediatamente: «¡Por supuesto, Señor!». Pero en lugar de eso, mi respuesta más sincera fue: «¡No! ¡yo veo lo que haces con los testimonios de la gente!». Sabía que, para tener un testimonio de la obra de Dios en sus vidas, las personas tenían que pasar antes por el dolor y la turbación. Uno de mis mayores temores era permitir que mis hijos sufrieran el dolor necesario para tener un testimonio. No fue hasta casi quince años después que con humildad pude cambiar mi respuesta.
Podría contar cientos de historias de la fidelidad de Dios, de cómo saca belleza de las cenizas, como promete en el libro de Isaías: «Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de alabanza en vez de espíritu de desaliento.» (61:3, NVI). Esa es, sin duda, la parte más gratificante de trabajar para Jesús (ya sea en mi papel de hacer discípulos, de asesora, o de amiga). He sido testigo de la belleza de un testimonio que brota de las cenizas del dolor de la vida, cuando alguien ha experimentado la sanidad de un trauma, la restauración de una relación o el perdón para sí mismo y para los demás. Estas son las historias que guardo en mi corazón para dar esperanza cuando parece que no nos queda ninguna. Cuando las dificultades de la vida hacen que sea más fácil identificarse con la desesperación de Job que con la alegría de Pablo, necesito esas historias de redención para darme y dar esperanza a los demás
Intentamos lanzar palabras de las Escrituras al dolor desde la distancia, vendando heridas abiertas con trivialidades.
Mi teología y mi práctica de la salud mental chocaron de frente en mi propia casa cuando tuve que encontrar alguna esperanza que ofrecer a mi hija, a la que le habían hecho un devastador diagnóstico de salud mental. Dios me preguntó amorosamente de nuevo, como lo ha hecho a lo largo de los años, si confiaba en Él con los testimonios de mis hijos. Mentiría si dijera que mi respuesta no requirió una profunda reflexión y una angustiosa oración. Mi esperanza estaba puesta solamente en Él; sabía, sin lugar a dudas, que Dios no le había traído esa enfermedad ni su dolor. Eso formaba parte de la caída del hombre y de sus efectos sobre la creación: una maquinación enemiga. Dios no prometió que mi hija no sufriría dolor, pero sí prometió que cuando la vida lo trajera, lo usaría para su bien. Él hará brillar Su luz en su oscuridad, usará su sanidad para reparar las brechas en las vidas de los demás; todo para Su gloria. Por fin puedo decir de todo corazón que confío en Dios con el testimonio de ella.
Es en estos lugares oscuros y aterradores donde la Iglesia suele errar el blanco. No estamos preparados para soportar las cargas de los demás. Inconscientemente, tememos que los lugares oscuros de los demás puedan consumirnos a nosotros también. Intentamos lanzar palabras de las Escrituras al dolor desde la distancia, vendando heridas abiertas con trivialidades. Las cargas no pueden llevarse desde una distancia emocional.
Recuerde los lugares donde la iglesia le ha servido más en sus momentos de dificultad. Creo que descubrirá que fue en una relación, cuando alguien se sentó con usted en su dolor, ya sea en silencio o con humildad haciendo preguntas en lugar de predicar o hablar de su propio dolor no resuelto. La única vez que los consoladores de Job hicieron un buen trabajo fue cuando se sentaron junto a él en el montón de cenizas en silencio. A veces, lo más sagrado que se puede hacer es ser testigo silencioso del sufrimiento ajeno. Es algo que no se puede hacer en los pocos minutos que dura una llamada al altar o desde una distancia emocional. Hasta que no demostremos que nos mueve el amor y la gracia, sin una agenda para conseguir un cambio de comportamiento, no se nos confiará la parte más angustiosa de la historia de una persona.
Hasta que no demostremos que nos mueve el amor y la gracia, sin una agenda para conseguir un cambio de comportamiento, no se nos confiará la parte más angustiosa de la historia de una persona.
Le confesaré un secreto: no es necesario ser pastor o consejero de la iglesia para ayudar a la gente a alcanzar la salud emocional y espiritual. La mayor parte de la asesoría que he realizado ha sido discipulado, enseñando a la gente los «cómos» de la Biblia: cómo perdonar, cómo no estar ansioso por nada, cómo vencer el poder de la lujuria, cómo guardar su corazón de manera muy práctica y sobre el terreno. Sin embargo, si no sabe cómo aplicar los principios bíblicos a su propia salud emocional, no se sentirá cómodo en los lugares oscuros y aterradores de las luchas de los demás. El comentario de Matthew Henry sobre Gálatas 6 lo expresa bien: «Cuanto mejor conozcamos nuestros propios corazones y caminos, menos despreciaremos a los demás, y más dispuestos estaremos a ayudarlos en sus enfermedades y aflicciones.». Si no se siente seguro cómo ayudar a otros en su dolor, un buen punto de partida es ser un testigo silencioso y orante. Desde ese lugar silencioso, recopile las promesas de Dios en las Escrituras. Conozca el carácter y el amor de Dios por su pueblo. Cuando usted mismo pueda confiar en la bondad inagotable de Dios, podrá transmitirla a los demás. Isaías y Efesios son excelentes lugares para comenzar esta búsqueda del tesoro.
Necesitamos convertirnos en un pueblo que sepa ensuciarse las manos y aplicar el barro de las Escrituras a los ojos de los corazones de los demás de una manera que invite a la restauración. Necesitamos saber dónde encontrar las llaves que liberan a los prisioneros. Como individuos y como Iglesia, podemos ayudar a otros a aplicar los «cómos» de las Escrituras. Me GUSTA cuando las iglesias enseñan seguridad financiera junto con la oración por el avance financiero. Me GUSTA cuando las iglesias tienen programas de recuperación que guían a los cautivos espirituales por los pasos hacia la libertad. Me GUSTA cuando las iglesias enseñan cuáles son los límites y las destrezas de las relaciones saludables. Me GUSTA cuando las iglesias tienen conexiones con programas de salud comunitarios que atienden a la persona en su totalidad: mente, espíritu y cuerpo. No creo que la medicación reduzca la fe; a menudo, proporciona a una persona el impulso que necesita para empezar a correr la carrera que todos estamos tratando de ganar por el reino. Puede ser una herramienta necesaria para aplicar las Sagradas Escrituras a sus vidas. Todos sabemos que la gente herida hace daño, pero es aún más poderoso observar cómo crece el grano de mostaza al ser testigos de cómo gente sanada sana a otros. Una persona que ha aprendido a aplicar el Evangelio de Jesús a sus propios lugares oscuros y aterradores está en condiciones de hacer brillar Su luz a favor de los demás. En lo que respecta a la integración de la salud mental y la espiritual en la Iglesia, ese es el aspecto que más me entusiasma.
Sobre la autora

Anne Beem
Anne Beem es egresada del Eugene Bible College y vive en las afueras de San Antonio, Texas, con su esposo Chuck y sus tres hijas. Ha dedicado gran parte de su carrera a asesorar en iglesias y a trabajar como consultora con pastores para cuidar del alma de los miembros de sus iglesias. Actualmente es profesora adjunta de Psicología en la Universidad George Fox y ofrece servicios de asesoramiento a ministros y a sus familiares. Entre los pasatiempos favoritos de Anne se encuentran coleccionar amigos, viajar y leer todo lo posible.
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El robo del Día de Acción de Gracias:Reclamando la mesa para la gloria de Dios
Published
3 weeks agoon
October 30, 2025By
Corey Bern
«Cariño, creo que tenemos que robar la Navidad».Le dije esto a mi esposa, Kelley, mientras manejábamos de regreso de una celebración familiar. Sin necesidad de más explicaciones, ella entendió que me refería a que el ambiente de nuestras reuniones familiares dejaba mucho que desear. No es que fueran malas; de hecho, eran divertidas y estaban llenas de amor, pero ambos sentíamos que el comercialismo se había apoderado de ellas y que Dios quería más para nosotros; Él estaba señalando estas reuniones familiares como lugares donde Él quería manifestarse.
Continué hablando con Kelley: «… Bueno, quizá cambiar la Navidad sea demasiado para nuestras familias, pero creo que probablemente podríamos hacernos cargo de la celebración del Día de Acción de Gracias del año que viene. Si empezamos a sembrar las semillas ahora, dentro de diez años nadie se dará cuenta de que poco a poco nos hemos hecho cargo de la planificación de las grandes reuniones, ¡hasta que la Navidad nos sea entregada en bandeja!».
… pero fue en ese momento cuando el Día de Acción de Gracias renació para nuestra familia.
Kelley me miró de forma escéptica. De acuerdo, tal vez mi plan de robar la Navidad era un poco ambicioso y me hacía parecer un villano de Pixar, pero fue en ese momento cuando el Día de Acción de Gracias renació para nuestra familia. Intercambiamos ideas, nos emocionamos y Kelley ayudó a someternos a la sabiduría de Dios. Mientras orábamos, Dios nos mostró una forma completamente nueva de reunirnos alrededor de la mesa.

En primer lugar, había que ampliar la mesa, tanto en sentido literal como metafórico. Queríamos reunir a ambas partes de nuestra familia bajo un mismo techo (¿podría decirse que era un riesgo elevado?). Todo el mundo era bienvenido, y nos aseguramos de invitar en forma personal a aquellos que no tenían familia o una comunidad. Kelley y yo formamos parte de un ministerio que se centra en los barrios desatendidos de Toledo, Ohio. En esta zona, son muchos los que necesitan conectar con el amor de Dios y ver a su familia en acción en días que les hacen recordar traumas, dificultades y dolor (incluidas las fiestas).
En segundo lugar, las tradiciones antiguas tenían que desaparecer para que nacieran otras nuevas. Adiós, bandejas de televisión y partidos de fútbol; hola, árbol gigante de la gratitud. Sinceramente, fue en ese momento cuando me preocupé un poco; estábamos tomando el relevo de tradiciones generacionales y yo aún no estaba seguro de cómo mostrar a Dios tal y como Él quería. Fue entonces cuando Él nos mostró lo más importante: la comida. Adiós, pavo, puré de papas y cacerola de frijoles verdes.

Nació una nueva tradición. En lugar de la tradicional comida de Acción de Gracias, escogimos una cultura extranjera y probamos a preparar sus platos, postres y refrescos tradicionales. Adoptamos sus juegos, pusimos su música y decoramos nuestra casa con sus colores. Fue un gran riesgo, ¡y resultó todo un éxito!
Mientras orábamos, Dios nos mostró una forma completamente nueva de reunirnos alrededor de la mesa.
Después de varios años de estos Días de Acción de Gracias reinventados, tanto nuestra familia como nuestros vecinos se han sumado por completo a la iniciativa. Cada año, todos los comensales votan cuál será la próxima comida cultural y, ahora, tras ocho años, el Día de Acción de Gracias se ha convertido en una tradición memorable. La gente se viste elegante, prueba platos exóticos, invita a amigos y, lo más importante, nos colmamos unos a otros de amor. En algunos años, la reunión ha crecido tanto que incluso hemos tenido que buscar un nuevo lugar para celebrarla.

Nuestro «árbol de la gratitud», hecho por Kelley, se ha convertido en el centro de la reunión. Cada persona escribe por qué está agradecida, lo comparte y añade su hoja. Y año tras año las hemos guardado, creando un hermoso archivo de gratitud. Los vecinos sin familia también se nos han unido, y han encontrado un lugar donde expresar su agradecimiento, recibir oraciones y encontrar el amor de Dios a través de nuevas tradiciones. A lo largo del camino, hemos preparado comidas inolvidables, y uno de mis momentos favoritos ha sido ver cómo la gente dejaba a un lado sus reservas para probar algo nuevo cuando no había en la mesa los platos habituales. Esa apertura ha dado lugar a conversaciones increíbles sobre Dios, el sufrimiento, el amor y la familia.
Dios se ha manifestado en todo su esplendor, ha extendido Su mesa, ha establecido Sus tradiciones para nosotros y Su amor es algo por lo que estoy verdaderamente agradecido.
(Ah, ¿y de casualidad celebramos la Navidad en nuestra casa el año pasado? Por supuesto que sí).
Sobre el Autor

Corey Bern vive en la ciudad de Toledo, Ohio, una ciudad industrial en decadencia que a menudo pasa desapercibida, donde disfruta de hermosos momentos con su hija Liberty y su hermosa esposa Kelley. Corey es pastor asociado de la Iglesia Washington y director de The Lewis House, un ministerio urbano que colabora con las Iglesias de la Biblia Abierta. Cuando no acompaña a otras personas en su viaje hacia el corazón del Padre, suele refugiarse, según él, en la oficina más genial del mundo, situada debajo de las escaleras, con un buen libro o ayudando a Liberty a bautizar a sus Barbies.
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Cuando el dolor llega a la mesa: Cinco consejos para recibir invitados que están sufriendo
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3 weeks agoon
October 30, 2025
Alguna vez tus hijos han hecho planes por ti sin preguntarte antes? ¡Los míos lo han hecho más de una vez! Pero hace unos años, uno de esos planes «sorpresa» se convirtió en uno de los días de Acción de Gracias más significativos para nuestra familia.
Nuestros vecinos, una familia de cuatro miembros con la que nuestros hijos habían entablado amistad, habían perdido recientemente a la matriarca de la familia. Iban a pasar sus primeras fiestas sin mamá ni abuela, así que nuestros hijos insistieron en que los invitáramos a ellos y a su abuelo a la cena de Acción de Gracias.
Esos momentos de risas y de compartir historias alrededor de la mesa estaban impregnados de la presencia silenciosa de Jesús, que promete estar cerca de los quebrantados de corazón.
Enviamos la invitación sin saber qué esperar. Pasaron semanas sin recibir respuesta y supuse que habían hecho otros planes. Entonces, dos días antes del Día de Acción de Gracias, recibimos un mensaje de texto: ¡vendrán cinco personas más!

Nuestra mesa no era perfecta. Nos apresuramos a comprar más comida para preparar algunos acompañamientos más. Pero la casa estaba llena de risas, historias y una sensación de unión que no habría sido posible planificar. Esa experiencia me enseñó mucho sobre cómo abrir mi casa y mi corazón a las familias que están sufriendo.
Aquí hay cinco cosas que aprendí:
- Hazlo, aunque tengas miedo.
¡Extender una invitación puede resultar intimidante! Quizá te preocupen las cosas que puedas decir o el hecho de sobrepasar los límites. Pídele a Dios que te llene de valentía y hazlo de todos modos. Yo envié rápidamente un mensaje de texto antes de poder dudar de mí misma o de mis hijos. Incluso si no aceptan, con tu invitación les estás diciendo que los ves, que recuerdas a su ser querido y que te preocupas por ellos. Y lo más importante, les muestra que Dios también los ve. - Concéntrate en la conexión, no en la perfección.
¡Nuestra mesa estaba repleta! Sacamos sillas adicionales del garaje, usamos platos que no combinaban y nos apretujamos codo con codo. ¿Y sabes qué pasó? A nadie le importó. Lo que más recuerda la gente no es cómo se veía, sino cómo se sintieron. Esta familia estaba muy agradecida de tener un nuevo recuerdo de una comida festiva especial, mientras comenzaban a descubrir cómo sería su vida sin la abuela. Esos momentos de risas y de compartir historias alrededor de la mesa estaban impregnados de la presencia silenciosa de Jesús, que promete estar cerca de los quebrantados de corazón. - Reconozca su pérdida.
Puede resultar incómodo hacer referencia a la persona que echan de menos, pero el silencio puede hacer que el dolor sea aún más intenso. Hable sobre su ser querido. Casi todas las personas en duelo con las que me he encontrado agradecen la oportunidad de hablar y recordar a su ser querido. Pregúnteles cuáles son sus recuerdos favoritos de las fiestas. Si hay tiempo, pregúnteles con antelación si hay alguna receta familiar especial que pueda incluir en la comida. - Haz que la invitación sea generosa.
En nuestra comunidad hay un hombre divorciado con una relación difícil con sus hijos adultos. Él también está sufriendo y pasa las fiestas solo. Llevamos varios años invitándolo a unirse a nosotros, pero siempre rechaza la invitación cortésmente. Sin embargo, el año pasado dio un pequeño pero significativo paso. Aceptó una invitación para venir después de comer y llevarse un plato con las sobras a casa. Pudimos charlar con él un rato y celebrar juntos después de comer. Hay muchas formas de experimentar el dolor y lo último que queremos es presionar a alguien que está sufriendo. Extender una invitación generosa sin esperar nada a cambio crea un espacio para que se unan cuando estén listos. Es un hermoso recordatorio de la invitación que Dios nos hace: siempre abierta, siempre paciente, siempre llena de gracia. - Sigue estando presente después de las fiestas.
El duelo no se ciñe al calendario. A veces, los días más difíciles llegan después de las grandes fiestas, cuando todos los demás han seguido adelante. Sigue invitando, sigue enviando mensajes, sigue apareciendo. Estar presente en los días y semanas posteriores es tan importante como durante las fiestas.

Ese Día de Acción de Gracias me recordó que la hospitalidad tiene más que ver con el corazón que rodea la mesa que con la mesa en sí. Cuando creamos espacio en nuestras mesas para quienes están de duelo, hacemos algo más que compartir una comida. Estamos compartiendo el amor de Dios de una manera tangible y haciendo espacio para que el Espíritu Santo consuele y sane. No necesitas una comida perfecta ni una casa digna de Pinterest para compartir el amor de Jesús y hacer que alguien se sienta valorado. Todo lo que necesitas es un corazón dispuesto y una puerta abierta; Dios se encargará del resto.
Sobre la Autora

Katie Thompson es la pastora ejecutiva de la iglesia Desert Streams Church, en el sur de California, donde su esposo, Levi, es el pastor principal. Cuando no está pastoreando, se dedica a su negocio de contabilidad, trabaja como directora financiera en un centro de salud o cuida de sus hijos y de las gallinas de su patio trasero. Está convencida de que el café lo mejora todo, de que las aventuras familiares son imprescindibles y de que la playa es una de las mejores ideas de Dios.
Leona, mi esposa, estaba haciéndose un examen de la vista y mientras yo aguardaba en la sala de espera entró una pareja de buen parecer. Como pensaba que eran hispanos, los saludé en español. Con una mirada de sorpresa, respondieron que no entendían. Al notar su acento, les pregunté en qué idioma hablaban: «árabe», respondieron. Resultaron ser de El Cairo, Egipto.
«¡Acabo de estar allí!», exclamé. Nos presentamos y, cuando me preguntaron por mi viaje, les expliqué que había ido a dar clases al Seminario Bíblico Global INSTE. Mientras hablábamos, descubrimos que teníamos cosas en común: Youssef y Fátima son profesores universitarios, y Leona y yo también trabajamos en la educación superior.
Cuando la conversación derivó hacia la comida, mis raíces italianas, delatadas por mi apellido, despertaron su interés. Les pregunté cuál era su plato italiano favorito. «Nos fascina la berenjena a la parmesana», respondieron.

«¿Vendrían a cenar a nuestra casa si preparara ese plato?», les pregunté. Aceptaron encantados. Cuando terminó la cita de Leona, comparamos calendarios y fijamos una fecha para recibir a Youssef, Fátima y sus cuatro hijos.
En casa hablamos sobre qué hacer con nuestro perro, Barney. Como vivíamos en una casa adosada, no podíamos dejarlo fuera. Como sabíamos que los musulmanes tradicionalmente consideran a los perros como animales inmundos, decidimos bajar a Barney al sótano durante la visita.
Antes de cenar, les explicamos que tenemos la costumbre de dar gracias a Dios por la comida. Lo entendieron y agradecieron que también los incluyéramos en nuestra oración. Mientras compartíamos la comida la conversación fluyó con facilidad. Después, los niños más pequeños, llenos de energía, vieron las escaleras del sótano. Leona le habló a Fátima de Barney y le aseguró que era muy simpático. Con su permiso, los niños bajaron corriendo las escaleras para jugar con un perro muy feliz. Los niños mayores prefirieron ir a la sala de televisión a ver el fútbol, mientras nosotros nos quedamos en la mesa con Youssef y Fátima, disfrutando de la oportunidad para compartir experiencias como educadores. Nuestra primera cena juntos fue todo un éxito
Mientras Fátima y Leona lavaban los platos, la conversación estuvo salpicada de citas del Corán y la Biblia…
Aquel Día de Acción de Gracias, invitamos a la familia a compartir una comida tradicional. Barney se quedó a dormir en casa de la hermana de Leona. Habíamos preparado la mesa para comer alrededor de la una, pero nuestros invitados se retrasaron al volver de Wisconsin y llegaron cerca de las cinco. Una vez reunidos, disfrutamos de otro momento maravilloso juntos.

Leona y Fátima lavaban los platos juntas, mientras Youssef y yo charlábamos en la sala de estar. Los cuatro niños se acomodaron en la sala de televisión para ver deportes. Más tarde, reunidos junto a la chimenea, Youssef preguntó: «¿Habla la Biblia sobre el fin del mundo?». Estaba genuinamente interesado en comparar los puntos de vista cristianos y musulmanes sobre el fin de los tiempos. ¡Esa noche mantuvimos una conversación muy interesante! Eran las 11:00 p. m. cuando Ahmed, de seis años, salió somnoliento de la sala de televisión y preguntó: «¿Podemos irnos a casa ya?». Poco después, nos despedimos de nuestros invitados agradecidos por otra velada memorable.
Meses después, Youssef y Fátima nos invitaron a su casa para celebrar el Eid, la festividad musulmana que marca el final del Ramadán. Fátima había preparado el tradicional banquete de platos egipcios. Llegamos a tiempo para ver la puesta de sol y, a continuación, comenzó el banquete. Mientras Fátima y Leona lavaban los platos, la conversación estaba salpicada de citas del Corán y la Biblia, ya que Fátima nos explicaba en qué consistía el Eid. El resto de la velada transcurrió entre conversaciones relajadas y planes para reunirnos el 4 de julio.
La amistad y la comida abrieron puertas para la evangelización.
Nuestra última reunión fue en Navidad. Una vez más, compartimos una comida, acompañada con una conversación significativa y muchas risas. Con el deseo de entregarles el Nuevo Testamento de una manera respetuosa, buscamos la orientación de amigos con experiencia en el ministerio con musulmanes. Siguiendo su consejo, envolvimos los libros de manera elegante y añadimos una nota sincera en la que les expresábamos nuestra alegría por su amistad. Les entregamos los regalos cuando se marcharon esa noche. Aunque no hemos vuelto a saber nada de ellos desde entonces, a menudo recordamos a Youssef, Fátima y sus hijos en nuestras oraciones. La amistad y la comida nos abrieron las puertas para evangelizar. Aprendimos que la sensibilidad hacia las diferencias culturales y religiosas ayudan a mantener esas puertas abiertas y, sobre todo, nos recordó que debemos vivir según 1 Pedro 3:15: «Estén siempre preparados para responder a todo el que pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto…» (NVI).
Sobre El Autoras

Leona K. Venditti, doctora en Educación, y Nicholas A. Venditti, doctor en Filosofía, se conocieron en Madrid, España. En 1982, Leona fue enviada por el Departamento de Misiones Globales de la Biblia Abierta para iniciar un programa de formación que desde entonces se ha convertido en el Seminario Bíblico Global INSTE (INSTE Global Bible College) que se ha expandido a más de cuarenta países y dieciocho idiomas. Juntos, los Venditti continúan «haciendo discípulos y formando líderes» tanto a nivel nacional como global, mientras sirven de mentores a muchos seguidores de Jesús de diferentes culturas.
