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¿En qué estación usted se encuentra? 

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por Gary Khan

Crecí en un lugar en el que había dos estaciones: la seca y la lluviosa.

Luego me mudé a California y donde solo había una estación: la seca. He oído que muchos estadounidenses disfrutan de las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Debe de ser bonito. Pero, aunque experimentemos dos estaciones o las cuatro, las estaciones simbolizan distintos momentos de nuestra existencia humana, y forman parte integral de nuestra experiencia de la vida. Salomón, el sabio rey y filósofo, comparte ese sentimiento cuando dice que para todo hay una temporada, un tiempo para cada propósito bajo el cielo (Eclesiastés 3:1-8, NTV). Hace algún tiempo, mientras atravesaba una época de sequía, escuché al reverendo Gary Emery, ex superintendente regional de la Biblia Abierta del Pacífico, hablar sobre las estaciones. Sus palabras me llevaron a explorar más a fondo la idea de las estaciones o temporadas. Las siguientes observaciones son el resultado de ese sermón y del estudio posterior. 

LAS ESTACIONES SON PROVIDENCIALES 

Las estaciones son creadas y dirigidas por Dios. «¡Alabado sea por siempre el nombre de Dios! Suyos son la sabiduría y el poder. Él cambia los tiempos y las épocas, pone y depone reyes. A los sabios da sabiduría, y a los inteligentes, discernimiento» (Daniel 2: 20-21). Del mismo modo, Lucas escribe en los Hechos que Dios es la fuente de nuestra vida, de nuestro aliento y de todo lo que necesitamos. Él es quien determina dónde moramos, y por Él podemos vivir, hacer lo que hacemos y ser quienes somos (Hechos 17:25-28). 

Dios es el que determina las estaciones en las que nos encontramos. Él nos puso en este mundo en estos tiempos y en esta estación. Puede que no estemos muy contentos con la elección del tiempo que Dios ha elegido, pero nada de esto es casualidad o error. 

LAS ESTACIONES TIENEN UN PROPÓSITO  

Desde antes de nuestro nacimiento hasta el momento de nuestra muerte Dios está cumpliendo sus propósitos divinos en nosotros. Cada acontecimiento de nuestra vida tiene una estación, un momento apropiado; no se produce en un orden aleatorio, sino de una manera acorde con el propósito divino (aunque no siempre lo comprendamos). El profeta Isaías declaró que Dios formó nuestra vida en el vientre de nuestra madre (Isaías 44:24), y el profeta Jeremías nos hace partícipes de la declaración que Dios le hizo que «aun antes de formarlo en el vientre de su madre, lo conoció y lo escogió para una obra especial» (Jeremías 1:5). Salomón nos informa de que, si cooperamos con los propósitos y el tiempo de Dios, la vida no carecerá de sentido. Todo, incluso las experiencias más difíciles de la vida, lo hizo «hermoso en su tiempo» (Eclesiastés 3:11-RVR-60).  

«Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28, RVR-60).  

Deténgase por un momento y reflexione sobre las cuatro estaciones que Dios ha establecido. Incluso sin pensarlo mucho podemos ver fácilmente algunos de sus propósitos. La primavera es el tiempo de los comienzos, de las oportunidades emocionantes y de la anticipación del futuro. Las semillas plantadas durante esta estación echarán raíces y germinarán durante el trabajo del verano, produciendo una cosecha en otoño, cuando cosechamos los frutos de nuestros esfuerzos. En invierno todo llega a su fin. 

A menudo, pensamos que la primavera es la infancia y la juventud, mientras que el verano representa la flor de la vida. Con el otoño llegamos a la mediana edad, y todo se hace más lento y se desvanece en el invierno de la vejez. 

Cuando aplicamos las estaciones a nuestro crecimiento, progreso o nuestro avance, podemos reconocer que cada estación es única y añade dimensiones importantes a la vida. 

  • La primavera tiene que ver con el potencial, la promesa, la planificación y las posibilidades. Es una época de oportunidades y comienzos.  
  • El verano es tiempo de crecimiento y maduración. Las semillas que plantamos en primavera brotan y se convierten en plantas adultas. El verano es la estación del trabajo, en la que invertimos el tiempo y el esfuerzo necesarios para llegar a ser buenos en lo que hacemos. 
     
  • El otoño es la estación de la cosecha. Vemos la producción/recompensa de nuestro trabajo. Nuestro arduo trabajo empieza a dar sus frutos.
     
  • El invierno es la estación del descanso, el recogimiento, el retiro y el cierre. Las actividades, las responsabilidades y las relaciones llegan a su fin. Es la época del final. También representa un periodo de descanso, restauración y reflexión. 

Dios tiene un propósito para cada estación que atravesamos. 

LAS ESTACIONES SON PASAJERAS  

Las estaciones no son permanentes, y hasta que Dios detenga el proceso, el ciclo se repetirá. La estación en la que se encuentra ahora pasará pronto. Una vez que pase el invierno, otra primavera estará a las puertas.  

«Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado.¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados» (Isaías 43:18-19, NVI).  

Las estaciones no son eternas; son pasajeras. Pasarán y otra estación vendrá después. Es de gran valor poder entender que nuestras estaciones son pasajeras, providenciales y con un propósito; sin embargo, lo más valioso es lo que hacemos en esas estaciones. ¿Cómo deberíamos responder a cada una de ellas? 

«El llanto puede durar toda la noche, Pero a la mañana vendrá el grito de alegría» (Salmos 30:5, LBLA). 

Acepte su estación.

A menudo, nuestra primera respuesta a una temporada difícil es quejarnos, lo que sin querer la prolonga o, en el peor de los casos, hace que parezca más larga de lo que es. Como resultado, desperdiciamos un ciclo y debemos esperar para repetir la estación. 

Los israelitas son un buen ejemplo de ello. Tardaron cuarenta años en asimilar las lecciones necesarias de confianza y obediencia a Dios antes de poder entrar en la Tierra Prometida. En lugar de aprovechar la oportunidad inmediatamente, tuvieron que sufrir temporadas repetitivas durante cuatro décadas. Recuerda que las estaciones forman parte del plan providencial de Dios, que se desarrolla en un tiempo y una secuencia específicos con un propósito. Sea cual sea la estación en la que nos encontremos, es vital que nos comprometamos plenamente con ella y la aceptemos. 

La gente quiere con demasiada frecuencia saltarse una estación. Queremos enseguida brincar de la fase idealista de la primavera a la temporada de cosecha del otoño sin invertir el esfuerzo y la diligencia necesarios que debemos poner durante el verano. Sin embargo, esta tendencia suele afectar todo el proceso. La forma en que afrontamos una estación influye profundamente en cómo vivimos las siguientes. Lo que sembramos en una estación repercute directamente en la cosecha que recogemos en otra. Abrazar cada estación en su secuencia correcta y cumplir fielmente las tareas y responsabilidades que conlleva es crucial para un viaje fructífero y satisfactorio. 

«Así que no debemos cansarnos de hacer el bien; porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos» (Galatians 6:9, TLB). 

Por otra parte, aferrarse demasiado a una estación también puede tener efectos negativos. Imagínese llevar ropa de verano en pleno invierno simplemente porque se resiste a dejar atrás el verano y abrazar la realidad del invierno. Una elección así sería incómoda, improductiva y, a menudo, perjudicial. A veces nos aferramos a una estación determinada como una persona que se está ahogando se aferraría desesperadamente a un objeto flotante, reacia a soltarlo para pasar a una nueva fase. Esta conducta puede obstaculizar nuestro crecimiento e impedirnos aprovechar plenamente las oportunidades que nos brinda la siguiente estación. 

Así que tenemos a los que quieren apurar la estación y a los que no quieren soltarla. Ninguna de las dos cosas es buena. La forma de vivir una vida lo más plena posible es reconocer cuándo es el momento de soltar, permitiéndonos avanzar y entrar con gracia en la nueva estación que nos espera. Es necesario ser «sensibles a las estaciones» en la forma de vivir, pero hay que tener en cuenta que ninguna estación es perfecta. Cada una tiene sus propios problemas. 

La forma en que afrontamos una estación influye profundamente en cómo vivimos las siguientes.

Las suaves lluvias de primavera pueden convertirse en lluvias torrenciales que parecen inundarlo todo. O lo contrario. Nos quedamos esperando que llegue la lluvia y nunca llega. Otras veces (como este año), es como si el invierno se prolongara hasta la primavera. Queremos pasar a la siguiente estación, pero la actual persiste. 

El verano puede llegar a ser abrasador y seco, y debemos trabajar bajo el pleno sol. Queremos huir del calor y buscar la sombra y el aire acondicionado. 

En otoño, la escarcha temprana puede dañar la cosecha. 

De nuevo, ninguna estación es perfecta, y no tenemos control sobre ellas. Pero antes de que se desespere, recuerde que sí podemos controlar nuestra reacción ante las estaciones. Las decisiones que tomamos hoy tienen el potencial de producir resultados graves en el futuro. El trabajo arduo que realizamos durante el verano determina las recompensas del otoño y la comodidad del invierno. No podemos disfrutar de una cosecha abundante en otoño si malgastamos el verano durmiendo la siesta. Así que aproveche su estación. Pasará, le guste o no. 

Examine su estación.

Aprenda y observe lo que Dios está haciendo. 

«Aprendan la lección de la higuera: Tan pronto como sus ramas se vuelven tiernas y sus hojas se abren, ustedes saben que se acerca el Verano» (Mateo 24:32, PDT).

Para aprovechar al máximo el momento en el que se encuentra, debe comprender las características de su estación. Cuando reconocemos la estación, debemos hacer los ajustes necesarios para sacarle el máximo provecho. Busque la ayuda de otros, especialmente de quienes hayan pasado por lo que usted está atravesando ahora, o de los que pueden animarle por estar en una estación diferente a la suya. Lo que no debemos hacer es alejarnos de los demás porque nos molesta que estén en primavera mientras nosotros estamos en el calor del verano.  

Pregunte a Dios:

  • ¿Qué lecciones me quiere enseñar? 
  • ¿Qué mediadas debo de tomar? 
  • ¿Cuál es el plan que debo seguir? 

Valore su estación.

Reconozca que Dios tiene el control. 

«Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romans 8:28, NIV). 

No olvide que las estaciones son ordenadas por Dios y tienen un propósito. Dios está obrando todas las cosas para su bien. Así que, disfrute de la temporada en la que se encuentra. No la desperdicie; no huya de ella; no tenga una mala actitud al respecto. En lugar de estar infelices o incluso temerosos acerca de donde nos encontramos, deberíamos estar orando:  

Padre, usted me ha puesto aquí en este momento. ¿De qué manera quiere utilizarme? ¿Cómo puedo estar a Su disposición para que pueda llevar a cabo Sus propósitos en este lugar? ” 

¿Está usted en primavera? Las estaciones de comienzos pueden ser vigorizantes, y la primavera ofrece nuevas oportunidades y posibilidades. En primavera puedes\ sentir que es invencible y no reconocer su dependencia de Dios. Puede que esté entusiasmado con las posibilidades, pero dedique tiempo a comprender cómo esas oportunidades se comparan con los propósitos de Dios. Las decisiones que tome en esta estación prometedora determinarán en gran medida las siguientes estaciones.  

¿Está usted en verano? Las semillas que plantamos durante la primavera han crecido hasta convertirse en plantas de gran tamaño. Algunos de ustedes están a punto de cosechar. No se rindan ahora. Tienen calor y están cansados y cerca del borde del agotamiento y quieren adelantarse al otoño, pero adelantarse sería provocar un cortocircuito en lo que Dios está haciendo en ustedes. Mantengan el rumbo. Sigan labrando, sigan regando, sigan cuidando la cosecha y no se den por vencidos. 

¿Está usted en otoño? Su arduo trabajo está empezando a dar frutos. En esta época es fácil enorgullecerse y pensar que todo el éxito es obra suya. También es fácil devaluar el aporte de los demás. Pero la forma en que maneje esta temporada de cosecha lo preparará para el siguiente ciclo de temporadas. 

¿Está usted en invierno? Maybe your activities, responsibilities, and relationships are winding down. This is the time of finishing well. It is a period of rest, restoration, and reflection. 

Recuerde su llamado.  

«Que prediques el mensaje, y que insistas cuando sea oportuno y aun cuando no lo sea»
(2 Timoteo 4:2, DHH). 

En cada estación usted es un testigo del poder y la soberanía de Dios. La respuesta que usted tenga en las temporadas buenas y malas, en los tiempos de bendiciones y de desafíos, predica un mensaje a las personas que lo rodean. ¿Cómo responde usted a las estaciones de su vida? ¿qué comunica a los que le rodean acerca de Dios?  

Sobre el Autor

Gary Khan

Gary Khan fue pastor de la Iglesia de la Biblia Abierta Desert Streams en Santa Clarita, California, durante 32 años.  Actualmente es director ejecutivo de operaciones de Marketplace Chaplains en el sur de California. También es director de distrito para el distrito sur de California/Arizona/Hawaii. Gary es autor de los devocionales Greater (Más grande) y Reset (Reinicio), así como de su libro titulado That Didn’t Go the Way I Thought: Navigating the Ups and Downs of Our Journey of Faith (Eso no salió como yo pensaba: Cómo navegar por los altibajos de nuestro viaje de fe).  El mayor logro y gozo de Gary es el de ser esposo de DeLaine desde hace 32 años y padre de tres hijos increíbles (dos biológicos y uno «adoptado»). 

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A Costly “Yes”: Church Planting in the Murder Capital of America 

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Church planting isn’t for the faint of heart. All church plants require faith, but it takes a special kind of crazy to “parachute plant,” where church planters “parachute” into a new place, starting from nothing with few resources or contacts. After seven years of pouring our hearts and souls into CityLife Church, a parachute church plant in Wilmington, North Carolina, my husband Mike and I were pretty certain God was calling us to do something different. We genuinely believed God was calling us into missions. In hindsight, I guess He was – just not in the way we pictured it. 

This time, our “yes” led us into what was at that time the murder capital of America.

Neither one of us had a desire to plant another church, but the thought of doing something new was exciting to us. So, towards the end of our tenure at CityLife, we let the stirring of something new brew within us even though we had no idea what was coming.   

During this season, a couple of things happened that God used to speak to our hearts. The Vanartsdalens, close friends of ours at CityLife, came to us with the news that they were moving to help plant another church within Open Bible (read more about their story HERE). As we celebrated what God was doing with our friends, it reignited a feeling within us that we had forgotten. (Never underestimate how your “yes” might affect someone else’s!) That feeling was the excitement and spiritual rush that comes with church planting. Neither Mike nor I expected to feel this again, and we were surprised to find the desire in our hearts to plant another church. 

In a foot washing service, Cala and Lindsay wash new member Yanting’s feet

Everything changed after a conversation with our Open Bible Regional Director, Nathan Hagan. When we shared our initial desire with him, he began to brainstorm some different options for us to consider. One idea jumped out to both of us: “If you guys were interested in planting another church in the region, maybe it could be someplace like New Orleans.” Nathan mentioned other places, but the only one we remembered is the one that stuck to our hearts like glue. New Orleans: the word was spoken, and the Spirit responded!  

Mike and I decided early on in our marriage that whatever God called us to do, we would say yes. This time, our “yes” led us into what was at that time the murder capital of America: New Orleans, Louisiana. It is extremely hard to uproot your family and your life and move hundreds of miles away to a place where there are no family, friends, or security. Despite these challenges, we sold many of our possessions, took what we could in a truck and trailer, and headed off into the unknown! 

As soon as we put boots on the ground, we quickly realized that this city, this plant, and this call would be different from anything we had ever done. Almost immediately after moving, we were met with a triple homicide four houses down from ours, I was violently robbed at gunpoint, and our kids had a gun pulled on them while playing outside in our neighborhood. We faced circumstances that most people assumed we would run from, but when you know the Lord has called you to a land, you must trust that He will protect and prosper you in that land. Suffering is part of the calling; if we aren’t willing to suffer for the calling, we won’t partake of its full blessing. “But rejoice inasmuch as you participate in the sufferings of Christ, so that you may be overjoyed when his glory is revealed” (1 Peter 4:13). 

OHR New Year’s Eve with several of the church members

To rewind just a bit, when we knew for sure that we were moving, Mike sat our kids down and had them help compile a dream/prayer list of people we’d love to have on our team. Some on the list were Spirit-led, some were hopefuls, but all of them were people we thought might be crazy enough to consider moving with us!  

Back before we’d moved to North Carolina for our first church plant, we had told our friends Greg and Tina that we felt they were supposed to come with us. I think Greg laughed at Mike when we first shared this, but they are now the pastors at CityLife! In similar fashion, we had another friend couple in Ohio that we video chatted with as we prepared to plant in New Orleans. We shared the news of where we were moving then asked them to pray about joining us. They agreed to pray, but I’m certain they thought we were crazy! 

We faced circumstances that most people assumed we would run from, but when you know the Lord has called you to a land, you must trust that He will protect and prosper you in that land.

It’s amazing to see how God works in lives, stirring people’s hearts to be part of things that take an incredible amount of faith. Here we are two years later, and Pastor Eric and Lindsay Baker are in New Orleans with us putting their hands to the plow! They moved from a one-light farm town to one of the wildest cities in the world. They and their seven kids gave their “yes” to the Lord, leaving everything they had ever known. They have had their car stolen twice, and yet here they remain. In addition to the Bakers, God sent us another person from our dream list without us even having to ask; Mike’s mom, Lynne, joined the team and lives right next door to us now! 

Fast forward to present day: we are so excited to see what God is doing at OHR City Church! “Ohr” is the Hebrew word for “light,” and it also means “to bring order amid chaos” (so fitting for this city!). Almost nothing has gone how we thought it would here, yet we believe everything is going exactly how God designed it. 

One of OHR’s members, Ronnie, at a park outreach

We are currently meeting every Sunday night in our house where we eat, worship, dream, pray, and study the word of God together. While the adults meet in our house, the kids go to Momma Lynne’s house next door! Our team is growing, and we are all becoming a family. None of us knows exactly where the Lord is taking us yet, but everyone is on board to find out!  

If you feel God calling you to something, I encourage you to step out in faith and give God your “yes”!  

*Want to read more from Mike and Cala Dickey? Read their related article: Five Ways to Support Church Planting


About the Author

Cala Dickey

Mike and Cala Dickey are the lead pastors at the Southeast Region of Open Bible’s newest church plant, OHR City Church, in New Orleans, Louisiana. Before heading down to the bayou, Mike and Cala planted CityLife Church in Wilmington, North Carolina. They are passionate about pioneering and planting churches in areas that desperately need Jesus. The Dickey family is excited for what God is doing through OHR City Church in New Orleans! To learn more, visit Ohrcc.com.

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 Un «Sí» costoso:  Plantar una iglesia en la capital del asesinato en Estados Unidos 

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La plantación de iglesias no es tarea fácil. Toda plantación de iglesias requiere fe, pero la «plantación en paracaídas», en la que los plantadores «saltan en paracaídas» a un lugar nuevo, partiendo de la nada y con pocos recursos o contactos, requiere un tipo especial de locura. Después de siete años de derramar nuestros corazones y almas en CityLife Church, una iglesia plantada en paracaídas en Wilmington, Carolina del Norte, mi esposo Mike y yo estábamos convencidos de que Dios nos estaba llamando a hacer algo diferente. Honestamente, creíamos que nos llamaba a las misiones. En retrospectiva, creo que lo estaba haciendo, sólo que no de la manera en que lo imaginábamos. 

Esta vez, nuestro «sí» nos llevó a lo que en ese momento era la capital del asesinato de los Estados Unidos

Ninguno de los dos deseaba plantar otra iglesia, pero la idea de hacer algo nuevo nos entusiasmaba. Así que, casi al final de nuestro período en CityLife, dejamos que la emoción de algo nuevo se gestara dentro de nosotros, aunque no teníamos ni idea de lo que se avecinaba.

Durante ese tiempo, sucedieron un par de cosas que Dios usó para hablar a nuestros corazones. La familia Vanartsdalen, amigos cercanos de CityLife, nos comunicaron que se mudarían para ayudar a plantar otra iglesia con la Biblia Abierta (lea más sobre su historia aquí). Mientras celebrábamos lo que Dios estaba haciendo con nuestros amigos, se reavivó dentro de nosotros un sentimiento que habíamos olvidado. (¡Nunca subestimes cómo tu «sí» puede afectar al de otra persona!).  Esa sensación era la emoción y la urgencia espiritual que viene con la plantación de iglesias. Ni Mike ni yo esperábamos volver a sentir esto, y nos sorprendió descubrir el deseo en nuestros corazones de plantar otra iglesia.

En un servicio de lavado de pies, Cala y Lindsay lavan los pies del nuevo miembro Yanting

Después de una conversación con nuestro director regional de la Biblia Abierta, Nathan Hagan, todo cambió. Cuando le contamos nuestro deseo inicial, comenzó a pensar en algunas opciones diferentes para que las consideráramos. A ambos nos sorprendió esta idea: «Si ustedes estuvieran interesados en plantar otra iglesia en la región, tal vez podría ser en algún lugar como Nueva Orleans». Aunque Nathan mencionó otros lugares, el único que recordamos es el que se nos clavó enseguida en el corazón. Nueva Orleans: ¡se pronunció la palabra, y el Espíritu respondió!

Desde el comienzo de nuestro matrimonio, Mike y yo decidimos que diríamos «sí» a cualquier cosa que Dios nos llamara a hacer. Esta vez, nuestro «sí» nos llevó a lo que en ese momento era la capital del asesinato de los Estados Unidos: Nueva Orleans, Luisiana. Resulta sumamente difícil desarraigar a tu familia y tu vida, mudarte a cientos de kilómetros de distancia a un lugar donde no hay familia, amigos ni seguridad. A pesar de estos retos, decidimos vender muchas de nuestras pertenencias, cargamos lo que pudimos en un camión y un remolque, ¡y partimos hacia lo desconocido!

Tan pronto como comenzamos a trabajar, nos dimos cuenta de que esta ciudad, esta plantación y este llamado serían diferentes de todo lo que habíamos hecho hasta entonces. Casi inmediatamente después de mudarnos, nos enfrentamos con un triple homicidio a cuatro casas de la nuestra, me asaltaron violentamente a mano armada y apuntaron a nuestros hijos con un revólver mientras jugaban al aire libre en nuestro barrio. Tuvimos que hacer frente a circunstancias de las que la mayoría de la gente supondría que huiríamos, pero cuando sabes que el Señor te ha llamado a una tierra, tienes que confiar en que te protegerá y te hará prosperar en ella. El sufrimiento es parte del llamado; si no estamos dispuestos a sufrir por el llamado, no participaremos de toda su bendición. «En cambio, alégrense mucho, porque estas pruebas los hacen ser partícipes con Cristo de su sufrimiento, para que tengan la inmensa alegría de ver su gloria cuando sea revelada a todo el mundo.» (1 Pedro 4:13, NTV).

OHR Nochevieja con varios miembros de la iglesia

Volvamos atrás, cuando supimos definitivamente que nos íbamos a mudar, Mike se sentó con nuestros hijos y les pidió que le ayudaran a elaborar una lista de oración de las personas que «soñábamos» que formaran parte de nuestro equipo. Algunos de los nombres en la lista fueron guiados por el Espíritu, otros eran candidatos, pero todos eran personas que pensamos que podrían estar lo suficientemente locas como para considerar mudarse con nosotros.

Antes de mudarnos a Carolina del Norte para plantar nuestra primera iglesia, les habíamos dicho a nuestros amigos Greg y Tina que sentíamos que ellos debían ir con nosotros. Creo que Greg se rio de Mike cuando compartimos esto por primera vez, ¡pero ahora son los pastores de CityLife! De forma similar, teníamos otra pareja amiga en Ohio con la que nos comunicábamos por videochat mientras nos preparábamos para plantar la iglesia en Nueva Orleans. Les contamos que nos íbamos a mudar y les pedimos que consideraran orar para unirse a nosotros. Estuvieron de acuerdo en orar, ¡pero estoy seguro de que pensaron que estábamos locos!

Tuvimos que hacer frente a circunstancias de las que la mayoría de la gente supondría que huiríamos, pero cuando sabes que el Señor te ha llamado a una tierra, tienes que confiar en que te protegerá y te hará prosperar en ella.

Es asombroso ver cómo Dios trabaja en las vidas de las personas, moviendo sus corazones para ser parte de algo que requiere una cantidad increíble de fe. Ya han pasado dos años, y el pastor Eric y Lindsay Baker están en Nueva Orleans con nosotros poniendo sus manos en el arado. Se mudaron de un pueblo pequeño a una de las ciudades más desenfrenadas del mundo. Ellos y sus siete hijos dieron su «sí» al Señor, dejando todo lo que habían conocido. En dos ocasiones les han robado el vehículo y, sin embargo, aquí siguen. Además de los Baker, Dios nos envió a otra persona que estaba en nuestra lista de sueños/oración sin que ni siquiera tuviéramos que pedírselo; la madre de Mike, Lynne, se unió al equipo y ¡ahora vive justo al lado de nosotros!

Ahora, estamos muy emocionados de ver lo que Dios está haciendo en OHR City Church. «Ohr» es la palabra hebrea para «luz», y también significa «poner orden en medio del caos» (¡tan apropiado para esta ciudad!). Aunque casi nada ha salido como pensábamos, creemos que todo está saliendo exactamente como Dios lo diseñó.

Uno de los miembros de la OHR, Ronnie, en una reunión de extensión en el parque.

En la actualidad nos reunimos todos los domingos por la noche en nuestra casa donde comemos, adoramos, soñamos, oramos y estudiamos juntos la Palabra de Dios. ¡Mientras que los adultos se reúnen en nuestra casa, los niños van a la casa de Mamá Lynne al lado! Nuestro equipo está creciendo, y todos nos estamos convirtiendo en una familia. Ninguno de nosotros sabe exactamente a dónde nos ha de llevar el Señor, ¡pero todos estamos dispuestos a descubrirlo! 

¡Si sientes que Dios te está llamando a emprender algo, te animo a que des un paso de fe y le des tu «sí» a Dios!


Sobre la Autora

Cala Dickey

Mike y Cala Dickey son los pastores principales de la más reciente iglesia plantada por la Región Sureste de la Biblia Abierta, OHR City Church, en Nueva Orleans, Luisiana. Antes de ir al bayou, Mike y Cala plantaron CityLife Church en Wilmington, Carolina del Norte. Les apasiona ser pioneros y plantar iglesias en áreas que necesitan desesperadamente a Jesús. ¡La familia Dickey está emocionada por lo que Dios está haciendo a través de OHR City Church en Nueva Orleans! Para más información, visite Ohrcc.com.

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Walker’s House of Hope

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In 2017, my husband Dyecol and I were asked to be the interim pastors of Word of Life Open Bible Church in Lehigh Acres, Florida. Little did we know that our two weeks as interim pastors would turn into seven years and counting. After accepting the call to be the permanent pastors, we moved to Lehigh in September, right after Hurricane Ivan had hit. There was no electricity in the city, and it felt like we were moving into darkness and chaos. I didn’t realize we were also moving into the rest of our lives.

Taneasha and all her kids, enjoying the sunshine

Dyecol and I had never had children together. Shortly after our move to Lehigh, we saw a billboard for an adoption agency. Dyecol went to the agency’s office for more information, and it wasn’t long before we were taking a class on adoption. The instructor of the class emphasized how much greater our chances would be to adopt through fostering, and pretty soon we got our first call to foster a three-year-old girl named Isabella. I will never forget seeing that scared little girl walk through our doorway. I scooped her up in my arms, she laid her head on my shoulder, and my future was sealed.

We’d had Isabella for only a month when we got a call for a second little girl, Maria. Maria’s sister Ruby would join her a few months later, and not long after Ruby, we got a call for a fourth child, our first newborn. This baby was only six days old and had been born addicted to drugs. We were told her parents didn’t want her, and we became excited that this baby might become ours. We attached, weaned her off drugs, and she began to thrive. It was then that her biological father decided that he wanted her. As difficult as this was, it was further complicated by the fact that our hopes of adopting the other girls fell through around the same time. We were shattered. This taste of parenthood had convinced me that I wanted to be a mom again, but fostering was too difficult. I told myself, “Never ever again!” Until I got the next call.

Sometimes God walks you through a process of loss and then He dumps blessing on you when you least expect it.

“Ms. Walker, I have a little girl for you….”

“I don’t know, we’re taking a break.”

“Ms. Walker, I’m telling you, you’re going to want this little girl.”

(Deep Breath.) “Okay.”

Our case worker brought over this ten-year-old little girl with big old grandma glasses, fuzzy hair, and the cutest smile. That little girl walked into our lives, and she has changed us forever. Her name is Anna-Tae Walker, and she became our first adopted daughter. Two months later, we were introduced to our daughter Heavenly. We loved her from the moment we saw her. Sometimes you just know. I said to my husband, “She’s not leaving.” True to my word, Heavenly AND her brother Joshua became ours through adoption.

Anna-Tae, the Walkers’ first adopted daughter

Sometimes God walks you through a process of loss and then He dumps blessing on you when you least expect it. I didn’t understand why we couldn’t have the first little girls we tried to adopt, but God said no. He knew who our kids were.

Despite my having three adopted children, I continued to take new placements. My first experiences fostering almost broke me, but as I continued to say “yes” to each new child, God reinforced my heart with His strength. Instead of shrinking with each loss, my heart grows bigger as I watch family reunifications. God has gifted me with the capacity to love and to lose.

One night as I was lying on my bed, the Lord gave me a word: “Walker’s House of Hope.” I told my husband, “This is what we’re going to name the house where we raise the children God brings to us.” We started praying, “Lord, if you give us a bigger house we will take more children.” At that time, we had seven children in a three-bedroom house. It wasn’t long before the Lord provided us with a four-bedroom house.

God has gifted me with the capacity to love and to lose.

I got the call almost immediately: “Ms. Walker, we have a sibling group of three.”

“You know I have seven children, right?”

“Yes, Ms. Walker, but you were born for this.”

Immediately the voice of the Lord came to me, reminding me of my prayer. He had given me a bigger house; I was obligated to fulfill my promise. So, we ran out and bought another bunk bed.

The sign hanging on the Walkers’ door

Today, we have ten children: three adopted and seven fostered. Every day after school, I hear ten voices at once, beautiful chaos. Each time I say aloud, “I have ten children,” I can’t believe it – not because it’s too much, but because it feels comfortable. When I dream about the future, I see myself with even more children, running around a big property and coming in to eat dinner around our huge kitchen table. I have found my calling, and I am believing for God to gift us with the house that’s as big as my heart.

I had a sign made that hangs in our current home: “Walker’s House of Hope.” When I look at it, I say to God, “This is not it. But this is it for now.”

Seven years ago, we moved to a city that was in chaos and darkness. Today, we live in a home of chaos and light. And as I look around my busy kitchen table, I have never been more excited about the rest of my life.

About the Author

Taneasha Walker

Taneasha Walker is currently co-pastoring Word of Life Open Bible Church in Lehigh Acres, Florida, with her husband Dyecol. She serves on the Southeast Regional Board as an At- Large member. Taneasha has gained experience in every area of ministry, using this knowledge to effectively care for the local church body as well as the children that have been entrusted to her. She is passionate about prayer, utilizing it in every endeavor. In her free time, Taneasha’s hobbies include reading, singing, and traveling. 

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