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Lo que su pastor desea poder decirle

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Por Gary Khan

Tenía 16 años y estaba sentado en mi habitación leyendo cuando escuché que alguien me llamaba por mi nombre, pero no había nadie alrededor. Pensé que mis hermanas me estaban haciendo una broma. Fui a mirar para ver dónde se escondían, pero no había nadie. Sucedió dos veces más antes de que tuviera un momento de esos de «ya he visto esto antes» o «déjà vu». Espera, pensé, esta es toda la historia de Samuel.

Dejé de leer y pregunté: «Dios, ¿eres tú?»

Resultó que sí, y ese día Dios me dijo que tenía un plan para mi vida que implicaba servirle a Él al servir a su pueblo. Me tomó algunos años decir que sí, pero finalmente lo hice.

Siete años después: Me estaba preparando para graduarme del seminario bíblico cuando Dios me habló a través de Bob Laflin, un profeta muy conocido en los círculos de la Biblia Abierta. Dijo: «Gary, no volverás a las islas, porque Dios ha apartado a un grupo de personas a las que tú ministrarás aquí».

En ese momento, vi cruzar por mi mente los rostro de personas. En los treinta años transcurridos desde entonces, he visto muchos de esos mismos rostros pasar por nuestro ministerio. Ese fue mi llamado. No puedo creer que para el 1 de julio de 2020, había pastoreado la Iglesia de la Biblia Abierta Desert Streams en Santa Clarita, California, durante treinta años. ¡No soy tan viejo!

Al reflexionar a través de los años, lo que más valoro no tiene nada que ver con los indicadores culturales de éxito, como una iglesia grande, edificios enormes o libros escritos (todas las cosas que pensé que eran importantes en mis comienzos). No, lo que más aprecio son las relaciones personales adquiridas a lo largo del camino.

Como pastor, me he dado cuenta de cuánto amor Dios ha puesto en mi corazón por las personas que he pastoreado en el transcurso de los años, las que están aquí y las que se han ido. Me identifico con el apóstol Pablo cuando comparte su corazón de pastor en 2 a Tesalonicenses:

 El ánimo de un pastor

Amados hermanos, no podemos más que agradecerle a Dios por ustedes, porque su fe está floreciendo, y el amor de unos por otros, creciendo. Con orgullo les contamos a las demás iglesias de Dios acerca de la constancia y la fidelidad de ustedes en todas las persecuciones y privaciones que están sufriendo. Y Dios usará esa persecución para mostrar su justicia y para hacerlos dignos de su reino, por el cual sufren. En su justicia él les dará su merecido a quienes los persiguen. (2 a Tesalonicenses 1: 3-6, NTV)

Nada anima más a un pastor que verlo a usted, a las personas que pastoreamos, creciendo en su fe. Nuestro objetivo es ayudarlos a transformarse a la imagen y semejanza de Cristo. Queremos ver florecer su fe. Queremos que ustedes elijan obedecer la Palabra de Dios incluso cuando los tiempos son difíciles y parece contracultural y contradictorio hacerlo. Recientemente, una persona a la que he estado pastoreando durante mucho tiempo me dijo: «Sé que lo que estoy haciendo está mal, pero no me importa. Sé que Dios no quiere que haga esto, pero es muy difícil no hacerlo, así que no voy a intentarlo».

Este tipo de declaraciones calan en lo profundo de nuestro ser, porque hemos dedicado tanto tiempo caminando con cada uno de ustedes, tratando pacientemente de ayudarlos a comprender y a obedecer la Palabra de Dios. Puede ser muy desalentador cuando usted escoge desobedecer. No le amamos menos; pero es tan doloroso verle elegir no confiar o no ver que Dios tiene lo mejor para usted.

Sin embargo, es de gran aliento cuando vemos la fe de las personas florecer, cuando vemos que deciden confiar y obedecer a Dios sin importar las circunstancias. Hace que todos los momentos difíciles y las decepciones valgan la pena.

Los pastores se sienten animados cuando vemos crecer su amor los unos por los otros. Nos alienta cuando los vemos tratar de resolver las cosas y mantener las relaciones integras en lugar de pelear y deshonrarse mutuamente hasta romper las relaciones. Nos alienta cuando perseveran a pesar de las dificultades que están sufriendo. Al ver esto, nos jactamos de ustedes ante los demás porque nos es de mucho aliento.

Mi meta es que las personas a las que pastoreo se conviertan en todo lo que Dios tiene para ellas. Los amo a todos profundamente y deseo lo mejor de Dios para ustedes. Cuando eligen obedecer, hallo tanta gozo y ánimo para continuar otros treinta años más.

La preocupación de un pastor

Durante mi primer campamento de jóvenes como pastor de jóvenes, llevé a diez chicos a un campamento de invierno. Me estaban volviendo loco con sus quejas, bromas y payasadas adolescentes. Recuerdo una noche caminar por la nieve en dirección a una capilla (un breve respiro sin los chicos a mi alrededor), quejándome con Dios de lo mucho que estaba luchando con «esos» chicos. Le estaba contando a Dios sobre cierto muchacho (aún puedo ver su rostro) cuando en un instante Dios abrió mis ojos y mi corazón y me dio un vislumbre de lo mucho que Él amaba a «esos» chicos. Estaba tan abrumado por la emoción que caí de rodillas en la nieve y comencé a llorar por ellos. Desde ese día he tenido un profundo amor por las personas que Dios me ha llamado a pastorear. En realidad, esto es un arma de doble filo. Amar profundamente significa que te pueden herir profundamente. Dios sabe que he experimentado eso muchas veces más de las que me gustaría admitir. Lo que me mantiene siguiendo adelante es elegir no enojarme ni amargarme, sino permitir que el amor de Dios por esas personas continúe fluyendo a través de mí.

Cuando amas profundamente, tienes una preocupación intensa por aquellos a quienes amas. Pablo lo dice de esta manera:

Y Dios les brindará descanso a ustedes que están siendo perseguidos y también a nosotros cuando el Señor Jesús aparezca desde el cielo. Él vendrá con sus ángeles poderosos, en llamas de fuego, y traerá juicio sobre los que no conocen a Dios y sobre los que se niegan a obedecer la Buena Noticia de nuestro Señor Jesús. Serán castigados con destrucción eterna, separados para siempre del Señor y de su glorioso poder. Aquel día cuando él venga, recibirá gloria de su pueblo santo y alabanza de todos los que creen. Esto también los incluye a ustedes, porque creyeron lo que les dijimos acerca de él. (2 a Tesalonicenses 1: 7-10, NTV)

Me preocupo profundamente por las personas a las que pastoreo, ya sea que lo crean o no, ya sea que estén físicamente presentes o no. Sufro con ustedes y me angustio con ustedes. He llorado por ustedes y he luchado por ustedes. Oro para que Dios les proporcione descanso y refrigerio. Oro por lluvias de bendiciones espirituales y materiales sobre ustedes. Oro para que experimenten Su mejor vida para ustedes.

La más increíble es que cuando oro esas cosas por ustedes y Dios los bendice, muchas veces esto hace que se alejen de Dios y de Su familia. Están tan ocupados con las bendiciones que descuidan al Dios que las hizo posibles y no tienen tiempo para la familia ni para el pastor, que aún desde la distancia, los ha cubierto y cuidado. A veces la gente puede decir que no siempre estoy «ahí» para ellos. La verdad es que están constantemente en mis pensamientos y oraciones mientras que lucho por ellos.

La preocupación de un pastor siempre es por el bienestar de las personas a las que pastorea. A todos los que he pastoreado durante los últimos treinta años (que son unos miles) y continúo pastoreando, los amo y oro las más ricas bendiciones y el favor de Dios sobre sus vidas. Que puedan prosperar y gozar de buena salud, así como prospera su alma. Que sean «el primero y no el último, la cabeza y no la cola». Que haga brillar su rostro sobre ustedes y les dé paz. Que Él bendiga sus salidas y entradas, y que el compañerismo y la comunión del Espíritu Santo estén y permanezcan sobre ustedes ahora y para siempre.

La oración de un pastor

La preocupación de un pastor está estrechamente relacionada con la oración de un pastor.

 Así que seguimos orando por ustedes, pidiéndole a nuestro Dios que los ayude para que vivan una vida digna de su llamado. Que él les dé el poder para llevar a cabo todas las cosas buenas que la fe los mueve a hacer. Entonces el nombre de nuestro Señor Jesús será honrado por la vida que llevan ustedes, y serán honrados junto con él. Todo esto se hace posible por la gracia de nuestro Dios y Señor, Jesucristo. (2 a Tesalonicenses 1: 11-12, NTV)

Me imagino a las personas a las que pastoreo como a mi hija. Un día tendré el honor y el privilegio de llevarla al altar y encomendarla a su novio. Pablo nos dice que la Iglesia es la Novia y Jesús es el Novio; los pastores son los que están preparando a la novia para el día en que ella y su novio se casarán. Mi función es asegurarme de que ella esté lista para el novio. Todo eso es a la vez un gran honor y una responsabilidad abrumadora.

Mi oración por los que lidero es que vivan una vida digna del llamado de Dios, que Dios diga que están viviendo de una manera que esté a la altura de lo que Él nos ha llamado. Oro para que crezcan en su fe y obediencia y para que comprendan el poder que tienen a través del Espíritu Santo para lograr todo lo que Dios les pide, sin importar lo imposible que parezca. Oro para que amen a Dios más de lo que aman a este mundo y las cosas que los tientan a abandonar su amor por Él. Oro para que vivan una vida que honre a Jesús, no solo para satisfacer sus deseos y necesidades, y para que sepa cuán amados son por Dios y por mi. Yo también quiero vivir una vida digna del llamado que Dios hizo sobre mí.

Sobre el autor

Gary Khan es el pastor principal de Iglesia de la Biblia Abierta Desert Streams en Santa Clarita, California. Se considera privilegiado de ser el esposo de DeLaine durante los últimos treinta años y orgulloso de ser el padre de Ethan y Allison. Además, se siente honrado de que Dios le haya confiado la labor de pastorear personas durante treinta años y sigue sumando.

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Una nueva creación para siempre: Cómo Dios me condujo de las raíces de refugiada a una vida de misión

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En 1975, la diáspora de los refugiados de Tai Dam a Des Moines, Iowa, impulsó una primera generación de estadounidenses de Tai Dam que se adaptaron a nuevas formas de vida, combinaron la lengua y la cultura y aprovecharon las numerosas oportunidades que ofrecía Estados Unidos. Yo formé parte de esa primera generación. A los tres años de que mis padres se establecieran en Iowa, nací y me convertí en la primera de mi familia en obtener una educación en los Estados Unidos y en asistir a una iglesia. Tuvimos la bendición de contar con patrocinadores cristianos que nos ayudaron en la transición de nuestra patria a Estados Unidos.   

Soukham (centro) con su familia, alrededor de mediados de la década de 1980

Nuestros patrocinadores nos llevaban todos los domingos a mí, a mi hermana y a varios de mis primos al servicio de la Primera Iglesia de la Biblia Abierta. Una de las muchas personas importantes en mi vida fue Naomi Young, quien me regaló mi primera Biblia. Gracias a la fidelidad de Naomi y de otras personas de la iglesia, cuando me hablaron de un hombre llamado Jesús que murió en la cruz por mí, sembraron en mi corazón semillas de fe. Sentí curiosidad, pero no entendí y en aquel momento no lo acepté en mi vida. La asistencia a la iglesia duró poco, pues dejé de ir cuando tenía ocho años. Las semillas que fueron plantadas en mí no pudieron crecer porque nunca fueron cultivadas en mi hogar con la Verdad. Mis padres y mi abuela creían y practicaban el animismo y el culto ancestral, que consiste en venerar y honrar a los muertos. La confusión se apoderó de mi mente, y cesó mi deseo de asistir a la iglesia. Aunque dejé de lado todo lo que me enseñaron en la escuela dominical, siempre guardé mi Biblia en un lugar especial debajo de la almohada porque había algo en mi corazón que no me permitía desecharla. 

Las semillas que fueron plantadas en mí no pudieron crecer porque nunca fueron cultivadas en mi hogar con la Verdad.

Cuando tenía veintidós años, mi primo me llevó a un templo budista para que me leyeran la suerte. Allí, sentados frente a mí, se encontraban tres monjes. Uno de ellos abrió su cuaderno, escribió en él y me leyó la historia de mi infancia, mi vida presente y mi vida futura hasta el momento en que cumpliera treinta años. Luego cerró su cuaderno y me dijo: «He terminado». Cuando le pregunté: «¿Por qué?», sólo me respondió: «Ya no puedo leerte más». La misma semana fui a un cartomántico y me leyó la suerte. De nuevo, leyó mi infancia, mi vida presente y hasta la edad en que cumpliría treinta años, y luego se detuvo. Le dije: «Es usted la segunda persona que no puede leerme más allá de los treinta; dígame: ¿moriré?». Recogió rápidamente sus cartas y se limitó a decir: «No puedo decírselo». 

Soukham (tercero desde la izquierda) y Naomi Young (segunda desde la izquierda) con mujeres de Kingdom City Church.

A lo largo de mi vida adulta, en mis veinte años, mantuve una relación malsana y abusiva, que me condujo a la adicción del alcohol. Cuando tenía veintiséis años, quedé embarazada y tuve a mi hija, Kaylee, el 31 de enero de 2005. Yo no lo sabía, pero Dios ya estaba trabajando en mi vida; Él me estaba moldeando y recordándome quién era Él a través de los momentos más oscuros de mi vida. Más o menos por esa época, me encontré con una amiga de la infancia que trabajaba como cajera en Hy-Vee; ella me decía: «Soukham, Dios es tan bueno». A pesar de que me resistía, sus palabras resonaban en mi corazón. Poco después, me encontré asistiendo a su funeral. El servicio religioso incluía adoración y alabanza. Estaba confusa, pero una parte de mí tenía el deseo de saber más sobre el Dios que decían que era tan bueno y cómo, a través de Él, no habría más dolor ni sufrimiento. Cuando salí del funeral, el Señor continuó revelándose a mí vida a través de encuentros divinos. En julio de 2008, acepté un empleo en Nationwide Insurance, donde me reencontré con una amiga de antaño de la escuela secundaria. Ella me invitó a una comida de Acción de Gracias en su iglesia, y poco después comenzó mi caminar con el Señor. 

Desde la niña Tai Dam que nació en Estados Unidos y conoció a Jesús en una iglesia de Iowa, hasta la mujer que ahora lleva la esperanza de Cristo al sureste de Asia, la mano de Dios ha estado en cada capítulo de mi historia.

Tenía treinta años cuando acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador. El versículo que permanecerá para siempre conmigo es 2 Corintios 5:17: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» (NVI). 

Ahora entiendo por qué el monje budista y el cartomántico no pudieron leer mi vida más allá de los treinta años. A esa edad, me convertí en una nueva creación gracias a Jesucristo, ¡y el enemigo ya no tenía poder sobre mí! Jesús continuó bendiciéndonos a mí y a mi hija. En medio de mi dolor y de mis luchas, Dios trajo a un hombre a mi vida, mi esposo Othone (Pong), quien se convirtió en padre de Kaylee. Contrajimos matrimonio el 15 de septiembre de 2010. El Señor nos bendijo con dos hijos más, Isaac y Silas. En 2017, el Señor nos llamó a servir en Iowa en la iglesia Kingdom Life Church (ahora Kingdom City Church). 

NIN orando por una mujer en el sudeste asiático. Ella es la única creyente en su familia y una de los pocos creyentes en su pueblo.

En noviembre de 2021, el Señor puso en el corazón de Pong el sueño de crear una fundación benéfica para atender las necesidades de las comunidades vulnerables del sureste de Asia. La visión de la fundación estaría centrada en Cristo: formar y equipar a futuros discípulos, proporcionándoles recursos sostenibles y capacitándoles para avanzar más allá de su situación actual. Mediante la oración continua y la guía del Señor, la fundación nació en abril de 2023 y se nombró oficialmente «Naciones en Necesidad» (Nations in Need, NIN por sus siglas inglés). Hace poco, en 2023 y 2024, el Señor llevó a Pong, Kaylee, y tres de nuestros hermanos, Ap, Peng, y Bay, en viajes al sureste de Asia donde establecieron relaciones, sirvieron a las comunidades, ministraron a la gente, y proclamaron las Buenas Nuevas acerca de Jesucristo. Hoy en día, NIN se ha expandido a múltiples comunidades del sureste de Asia. Por medio del trabajo de un futuro centro en el sureste de Asia, expandiremos la misión de NIN e iremos a donde el Señor nos guíe. 

Durante toda mi vida Dios me ha guiado, incluso cuando yo no lo sabía. Desde la niña Tai Dam que nació en Estados Unidos y conoció a Jesús en una iglesia de Iowa, hasta la mujer que ahora lleva la esperanza de Cristo al sureste de Asia, la mano de Dios ha estado en cada capítulo de mi historia. Ya sea que el próximo capítulo sea en Estados Unidos, en el sureste de Asia o en cualquier otro lugar, como Su nueva creación para siempre, seguiré a Cristo. 


Sobre la autora

Soukham Khanthavixay

Soukham Khanthavixay y su esposo, Pong, son miembros activos de la iglesia Kingdom City Church de Des Moines, Iowa. Viven en Pleasant Hill (Iowa) con sus tres hijos y dos perros. Soukham es enfermera titulada, trabaja en un hospital local del condado y también para «Naciones en Necesidad» (Nations in Need, NIN por sus siglas inglés), el ministerio que fundó su esposo. Su familia y el equipo del ministerio trabajan juntos para ampliar la misión de NIN y difundir el Evangelio. Para saber más sobre «Naciones en Necesidad» (Nations in Need), síguelos en Facebook o Instagram: @nationsinneed. 

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En defensa de las mujeres en el ministerio

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A finales de 2024, mi familia celebró un gran acontecimiento: El cumpleaños de mi abuela política, Mardell LeLaCheur (conocida como «Mimi» por todos sus nietos y bisnietos), cumplía 90 años. Su fiesta, al igual que sus redes sociales, estaban llenas de personas que representaban su legado: Amigos del seminario bíblico, pastores de la Biblia Abierta con los que había trabajado y miembros de la iglesia a los que había servido durante décadas de su ministerio, amigos a los que se ha hecho cercana durante su jubilación y, por supuesto, los hijos, nietos y bisnietos que la aprecian. Ella, como tantas otras mujeres en el ministerio, ha vivido una vida enriquecedora, plenamente comprometida con su vocación de matriarca y de pastora. 

Ser una mujer llamada al liderazgo eclesial conlleva muchos desafíos, y en algunas etapas de mi vida he debatido y me he quejado contra estos retos. Hoy, al reflexionar sobre mi propia experiencia y la de mis hermanas y madres en el Cuerpo de Cristo, encuentro descanso en la gratitud. Como mujeres, podemos realizar muchas cosas, y muy buenas: Formamos discípulos tanto en el mundo como cuando criamos a nuestros hijos (biológicos y/o espirituales). Colaboramos con Dios cuando intercedemos, aconsejamos a los quebrantados de corazón, conducimos a la gente a Jesús y predicamos el Evangelio en nuestros hogares, nuestras iglesias y en todo el mundo. Y, si además ¿tenemos que luchar para caminar en la plenitud de nuestros llamados? Tal vez, eso sea incluso una bendición, ya que nuestra lucha hace que cada paso dado merezca ser celebrado, transformando nuestro camino en tierra santa. 

Ser una mujer llamada al liderazgo eclesial conlleva muchos desafíos, y en algunas etapas de mi vida he debatido y me he quejado contra estos retos.

La Biblia Abierta tiene una historia increíble de mujeres que han servido y liderado en nuestro movimiento, tanto en Estados Unidos como en el extranjero. Este respaldo a las mujeres en el ministerio refleja el que encontramos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, así como en los inicios del movimiento pentecostal. Vemos la evidencia del llamado de Dios en las vidas de mujeres santas como Mardell LeLaCheur y Ruth Bryan, en las que ministran en el mundo de los negocios como Kwabea Francis, y en aquellas que están expandiendo el Reino de Dios en el extranjero como Soukham Khanthavixay. Este número de El Mensaje de la Biblia Abierta incluye las historias de muchas de estas mujeres increíbles, así como recursos para abordar la falta de mujeres en el liderazgo ministerial aún presente en muchas de nuestras iglesias. 

Si le preguntan a Nora, mi hija de doce años, qué quiere ser cuando sea mayor, responderá de dos maneras. Dependiendo del día, te dirá que quiere ser pastora o astronauta (un amigo ha creado un nuevo término para su futura carrera: «Pastronauta»). Estoy muy agradecida de que Nora forme parte de una iglesia y un movimiento que la ayudarán a volar, en forma independiente de la carrera que elija. Como dice la declaración oficial en el manual de la Biblia Abierta sobre las mujeres en el ministerio y el liderazgo: «Hemos sido bendecidos por el ministerio y el liderazgo de las mujeres, y estamos comprometidos a honrar y luchar por estas mujeres» (p. 92). Continuemos defendiendo y abriendo puertas a mujeres y hombres por igual mientras trabajamos hombro a hombro para llevar a Jesús al mundo.  


Sobre la autora

Hannah Bemis

Hannah Bemis en la actualidad trabaja como editora y directora de El Mensaje de la Biblia Abierta. Siempre quiso hacer muchísimas cosas cuando fuera mayor, y Dios le ha permitido realizar la mayoría de ellas en diferentes etapas de su vida. Después de dedicarse a la crianza de los hijos, la enseñanza, la escritura y el trabajo pastoral, la aventura más reciente de Hannah y de su esposo Jordan ha sido la plantación de la iglesia College Street Church en Newberg, Oregón. Su pasión, además de Jesús y de todos sus seres queridos, la dedica en forma proporcional a la pizza y al chocolate negro. 

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Una carrera bien corrida: La vida y la fe de Ruth Ellen Bryan

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Un rayo cayó sobre el granero y éste ardió en llamas. Zell, cuyo nombre completo es John Lazelle Musgrove, miró a su hija Ruth Ellen y le aseguró que todo iba a salir bien. «Dios cuidará de nosotros», dijo. 

Ruth nació en una amplia granja del condado de Putnam, Missouri. Su infancia se vio interrumpida por la muerte de su madre cuando sólo tenía doce años, lo que hizo que su padre tuviera que criarla. Zell era un profesor muy respetado, un hombre gentil y amable con un seco sentido del humor. Ruth creció en un hogar donde su padre tenía devocionales diarios. Él le inculcó el amor por la Palabra de Dios, que produce confianza y fortaleza en el cuidado y la provisión de Dios. Isaías 30:15 dice: «En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (RVR1960), y estas cualidades se reflejaron en el comportamiento y la perspectiva de Ruth a lo largo de su vida. 

Ruth con su uniforme de baloncesto de la escuela secundaria sosteniendo el balón del campeonato de ese año.

Después de graduarse de la escuela secundaria, Ruth trabajó como auxiliar de enfermería durante un par de años antes de asistir a Open Bible College (Seminario de la Biblia Abierta) en Des Moines, Iowa. Un verano durante sus estudios, Ruth tuvo la oportunidad de ir a Kentucky a dar clases de Biblia. Pero tenía un solo problema, no tenía los medios para viajar. Un compañero de clase, Don Bryan, también tuvo la oportunidad de ministrar en Kentucky… ¡y él tenía un automóvil! Una vez más, Ruth vio el cuidado de Dios por ella; Él proveyó un camino. Poco sabía que el viaje a Kentucky sería el comienzo de una relación que llevaría a un matrimonio que duraría setenta y un años. 

Ruth el día de su boda.

Después de que Don y Ruth contrajeran matrimonio, pastorearon una iglesia en Grimes, Iowa, pero Ruth sintió el llamado al campo misionero, específicamente a la India. Don pensó que si se convertía en misionero querría ir a Sudamérica. Una vez más, Dios se ocupó de Ruth. Terminaron sirviendo trece años en la isla de Trinidad. La isla tenía una gran población de indios orientales y estaba a sólo diez millas de la costa de Venezuela, Sudamérica. En los primeros años en Trinidad, Ruth tocaba el piano y formaba parte de un ministerio de oración semanal llamado «Mountain Movers» (Movedores de Montañas), donde se oraba por los enfermos. Durante diez años dio clases semanales para los nuevos creyentes, destinadas a prepararlos para el bautismo en agua y para ser miembros de la Iglesia. También enseñó en la escuela bíblica. 

Isaías 30:15 dice: «En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (RVR1960), y estas cualidades se reflejaron en el comportamiento y la perspectiva de Ruth a lo largo de su vida.

(De izquierda a derecha) Brenda, Ruth sosteniendo al bebé Daniel y Donnie

La vida de Ruth siempre giró alrededor de Jesús y de su familia. Una de sus principales prioridades era cuidar de sus seis hijos (de los que yo soy una). Cinco de los seis nacimos en el campo misionero, y viajar era una parte importante de nuestras vidas. En una ocasión, de camino a Trinidad nuestro avión permaneció en Miami debido a la llegada de un huracán. Cuando nos registramos en el hotel, mamá nos reunió a su alrededor y nos aseguró que todo estaría bien. Esta es una de las muchas veces en que la fe de mamá quedó impresa en la vida de sus hijos. 

Una vez, cuando nuestro padre estaba reparando un neumático pinchado a un lado de la carretera, mamá nos dijo que nos alejáramos lo más posible de la pista. En pocos minutos se produjo un gran accidente justo delante de nosotros, pero nadie resultó herido gracias a sus advertencias. Cuando llegamos a la edad adulta, mamá nos llamaba con frecuencia a uno de nosotros en el momento perfecto, para preguntar qué tal estábamos sin saber el desafío que ese día la vida nos había deparado. Papá la llamaba su «Sra. que sobrepasa a los rubíes», comparándola con la mujer de Proverbios 31: «Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada» (vers. 28, RVR1960). 

El jueves 21 de noviembre de 2024, Ruth corrió directamente a los brazos de Jesús, terminando por fin la carrera que tan bien había corrido.

Los Bryan regresaron a Estados Unidos en el año 1969 para participar en el ministerio del Eugene Bible College, ahora llamado New Hope Christian College. Al igual que su padre, Ruth fue una profesora muy querida y respetada. No sólo enseñaba en el Seminario Bíblico, sino que también hablaba en grupos de mujeres y en conferencias. Más tarde, enseñó una clase semanal de Biblia en la iglesia Calvary Open Bible en Springfield, Oregon. Ruth era conocida por compartir con sus estudiantes historias que mostraban el amor y el cuidado de Dios en su vida. Ellos todavía dan testimonio del impacto perdurable que sus enseñanzas tuvieron en sus propias vidas. 

Ruth y su marido Don

Durante toda su vida, Ruth amó correr y la emoción de participar en una buena carrera; corrió en la escuela secundaria y ganó a menudo. Al principio de su matrimonio, ella y su esposo Don estaban llevando un automóvil a un amigo cuando decidieron hacer una carrera (Ruth ganó). En otra ocasión, en el campo misionero, retó a las otras esposas de misioneros a una carrera a pie en la playa (volvió a ganar). Hace poco, cuando la visitaba, mamá me dijo: «Sabes, todavía puedo correr». En ese momento, mamá tenía noventa y tres años, pero seguía corriendo su carrera, viviendo como nos amonesta Hebreos 12:1-2: «Y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, el precursor y consumador de la fe». (NVI). 

El jueves 21 de noviembre de 2024, Ruth corrió directamente a los brazos de Jesús, terminando por fin la carrera que tan bien había corrido. Su vida impactó a miles de personas al compartir el Evangelio, modeló fe y compasión y proporcionó cuidado a los necesitados. 

Ciertamente ella sobrepasaba con creces a los rubíes, y sus hijos la llamaban bienaventurada. 


Sobre la autora

Brenda R. Stewart

Brenda R. Stewart trabaja como asistente legal/paralegal en un bufete de abogados de Springfield, Oregón. Antes de su empleo actual, trabajó para la administración del Seguro Social durante treinta y un años, terminando su tiempo allí como Gerente Asistente de Distrito de la oficina del centro de Portland, Oregón. Brenda estuvo casada con John M. Stewart durante treinta y nueve años. Ha sido hija de misioneros, hija de predicador y esposa de pastor. Le gusta viajar, pintar con acuarelas, es una ávida lectora y es común encontrarla paseando por los parques locales. A medida que se adapta a la vida como reciente viuda, espera que aquel cuyo nombre es: «Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.» (Isaías 9:6, RVR1960), la guíe en este capítulo de su vida. 

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