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¡Y yo creí!

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And I Believed

Por Ximena Urra

Nací en Chile, soy la tercera de cuatro hijos. Aunque no vengo de una familia cristiana, mis padres creían en Dios a su manera. Cuando mi padre le propuso matrimonio a mi madre, quiso casarse en una iglesia metodista. Sin embargo, mi madre era católica nominal. En esa época muchos creían que si no te casabas en una iglesia católica y la ceremonia no era oficiada por un sacerdote, ¡no estabas realmente casado! Así que mi madre estaba muy preocupada, por la gran presión por parte de su familia. Una noche, mi madre tuvo un sueño acerca de Jesús. En el sueño, Él bendecía a una novia, como hacen los sacerdotes. Cuando se despertó, pensó: «Dios me está dando la bendición para casarme en la Iglesia Metodista». Así que se casaron. 

Mi padre decidió que criarían a sus hijos enseñándolos a creer en Dios pero no en los ídolos, quería que tuviéramos la libertad de elegir qué religión seguir. Menciono esto porque la salvación llegó a mi familia a través del testimonio de mi padre. 

Familia de Ximena (Chile)

Mis padres trabajaban en un hospital de rehabilitación infantil, mi madre como auxiliar de enfermería y mi padre como administrador. Ambos trabajaban mucho y durante muchas horas para mantener a nuestra familia. Aunque no teníamos mucho, mis padres nos enseñaron a compartir todo lo que teníamos. Cierta Navidad no podían comprarnos regalos, así que nos reunieron para explicarnos el motivo. Aprendimos que estar juntos era el verdadero regalo, y entonces nos animaron a regalar uno de nuestros juguetes para los niños sin hogar. Así que cada uno de nosotros limpió uno de sus juguetes y lo regaló.  

De pequeña, fui una niña de papá. Sólo encontraba refugio detrás de sus piernas. Por alguna razón, siempre tuve miedo y fui muy tímida; sin embargo, cuando estaba con papá, siempre me sentía protegida. Tuve problemas como adolescente. Era muy insegura. Sentía que la gente estaría mejor sin mí. Me sentía pequeña, no querida y no deseada. Los sentimientos eran como una semilla que crecía dentro de mí hasta que contemplé el suicidio. Los pensamientos me atormentaban. Intenté sin éxito acabar con mi vida de varias maneras. Recuerdo que corrí a la calle con la esperanza de que me atropellara un automóvil, pero mi hermana menor me detuvo. Me sentía desesperada. La vida me parecía demasiado difícil para mi. 

Sólo cuando cantaba me sentía mejor. Un día le pregunté a mi madre si podía escucharme cantar y decirme si creía que tenía voz para hacerlo. Por supuesto, le pedí que mirara hacia otro lado, ya que era demasiado tímida. Mientras cantaba, de repente se dio la vuelta y dijo emocionada: «¡Tú puedes cantar!!». ¡Y yo le creí! 

Artículo de prensa sobre la beca 

Durante ese tiempo, mi padre se convirtió y empezó a hablarnos de Jesús. Uno por uno, cada miembro de nuestra familia aceptó a Cristo como nuestro Salvador, todos excepto mi madre y yo. 

Cuando tenía 18 años, tuve la oportunidad de cantar en la televisión como parte de un concurso de canto y gané una beca para estudiar canto profesional. Fue un sueño hecho realidad. Mi madre era mi mayor fan. Mi padre continuó compartiendo conmigo sobre Jesús y me invitó a la iglesia. Asistí ocasionalmente, pero amaba mucho más la música. El sonido de los aplausos me hacía sentir el amor y la aceptación que anhelaba. 

Un día, me invitaron a cantar en la iglesia de mi padre. Nunca lo olvidaré porque fue la primera vez que Dios me habló. Me gustaría poder decir que Dios me dio una palabra de aliento, pero al contrario. Fue una amonestación. Mientras cantaba «Sublime Gracia»(nada menos que con una minifalda, una blusa sin mangas y unas uñas negras que hacían juego con mi corazón), oí una voz que decía: «Este es MI lugar ¡Si quieres fama, vete al mundo! ¡Este es MI lugar!». 

El miedo se apoderó de mí. Empecé a temblar. Olvidé la letra. Era una mentirosa. No entendía lo que era esa sublime gracia. Yo no era ese infeliz salvado. No conocía a Aquel que da gratuitamente esa gracia, pero aparentemente Él me conocía bien. Y yo estaba a punto de conocerlo a Él. 

A medida que pasaba el tiempo, no podía olvidarme del encuentro que tuve con Dios. Sabía que Jesús me llamaba. Estaba en una encrucijada. No podía evitarlo. El domingo siguiente fui a la iglesia y sin esperar el llamado al altar, me arrodillé en el púlpito. Con los ojos llenos de lágrimas, confesé mis pecados. «Señor, yo no te amo. Amo más la música. Pero si eres el Dios de mi padre, ayúdame a amarte más que a nada. Mi vida es tuya. . . . ». 

En ese momento, experimenté esa gracia sublime. La música había sido mi ídolo, y decidí dejarlo todo por Cristo. Dejé atrás mis sueños de ser cantante… así lo pensé. 

Mi iglesia no creía en el bautismo en el Espíritu Santo. Enseñaban que el libro de los Hechos era sólo historia. Aun así, nuestro grupo de jóvenes anhelaba más de Dios; por lo tanto, decidimos reunirnos solo para orar. Mientras orábamos, Dios nos bautizó a todos con el Espíritu Santo, y de repente empecé a adorar en un idioma que nunca había hablado. 

Oí una voz que decía: «Este es MI lugar ¡Si quieres fama, vete al mundo! ¡Este es MI lugar!».

Esto produjo muchos problemas en la iglesia; sin embargo, nuestros testimonios y la pasión por compartir el evangelio con todos los que nos rodeaban era evidente y real. ¿Quién puede decirle a Dios lo que puede o no puede hacer? ¡Lo que Dios comienza el hombre no lo puede detener! El Espíritu Santo es para hoy también 

 ¡Y yo creí! 

Meses después, durante un retiro de jóvenes, el orador invitado compartió sobre «encontrar tu ministerio». Dios me habló esa noche y me dijo: «Predicarás a través del canto, y dentro de poco te sacaré del país». ¡Y yo creí sus palabras! 

Volví a casa emocionada para contarle a mi madre mi experiencia. En ese momento ella todavía no era creyente, así que cuando le compartí lo que el Señor me dijo esa noche, se sonrió y dijo: «No tenemos dinero ni para tomar unas simples vacaciones, ¿y dices que te vas a ir del país?». 

Cuatro meses después me pidieron que me uniera a un grupo de música cristiana. Pensé: «Dios, he dejado de cantar. ¿cómo puede ser esto?». Así que oré al Señor, buscando su guía, y Él me respondió a través de Isaías 12:4-6: 

Cantad a Jehová, aclamad su nombre,
haced célebres en los pueblos sus obras,  
recordad que su nombre es engrandecido.
Cantad salmos a Jehová, 
porque ha hecho cosas magníficas;  
sea sabido esto por toda la tierra.
Regocíjate y canta, oh moradora de Sion;  
porque grande es en medio de ti el Santo de Israel. 

Alrededor de cinco meses después, estaba de gira por los Estados Unidos con el grupo de música cristiana, y mi mamá creyó, ¡fue el último miembro de mi familia en recibir a Cristo! 

Tiempo después, mi madre y yo tuvimos una conversación significativa que resultaría en sanidad para ambas. Ella no entendía por qué le costaba llorar. Humildemente le pregunté si había algo que aún no había confesado a Dios, así que oramos pidiendo la dirección de Dios.  

––«No me viene nada a la cabeza», dijo.  

Pero mientras oraba, vi una imagen con la palabra «aborto». En el mismo instante en que pronuncié esa palabra, mi madre comenzó a llorar, diciendo:  

––«Querida hija, ¡por favor, perdóname!».  

No entendía nada; estaba confundida. ¿Por qué me pedía que la perdonara?  

Continuó:  

––«Cuando estaba embarazada de ti, intenté abortarte. Tu padre no lo sabía. Teníamos problemas económicos. No había forma de alimentar a otro bebé. Cuando se lo conté a tu padre, se molestó mucho y me dijo que no importaba lo pobre que fuéramos, íbamos a tenerte». 

La sanidad que se produjo a partir de un secreto tan oculto fue profunda para las dos. Y por fin pude comprender que los sentimientos de no ser deseada, de no ser amada y de inseguridad eran emociones reales que comenzaron desde el vientre de mi madre. El aborto no funcionó porque yo ERA deseada. ¡Dios me quería! Dios tenía planes para mí. Y al final, ¡mis padres también me querían! 

Ximena con su mama

A veces, compartir nuestra historia puede traer recuerdos dolorosos, pero también nos recuerda la fidelidad de Dios y que todavía estamos en el proceso de ser más como Jesús. 

Pues yo sé los planes que tengo para ustedes—dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza. (Jeremías 29:11, NTV). 

Dios me dio esta promesa. Y yo creí. 

Un día leí un libro sobre la vida de Eliza Davis George, una misionera que sirvió en Liberia. La historia de su vida y su valentía me inspiraron. Yo también quería ser valiente. Decidí que serviría a Dios aunque tuviera miedo. Así que me uní a un equipo en un viaje misionero enfocado en la evangelización dentro de mi propio país. Fue una experiencia increíble ver a Dios moverse de una manera tan sobrenatural. Sabía que era sólo el comienzo de mi viaje en el ministerio. 

Conocí a mi esposo, Pablo, en 1989 durante mi primer viaje a los Estados Unidos. (Este hombre piadoso me seguía literalmente a todas partes, ¡pero esa es otra historia!). Después de un año de cartas y llamadas telefónicas, nos casamos en 1990 y me mudé a los Estados Unidos, donde comencé a trabajar como diseñadora gráfica para una editorial de libros cristianos en Miami, Florida. Mi jefa de entonces vio potencial en mí. Me enseñó todo lo que sabía y siempre me animaba diciendo: «¡Tú puedes hacerlo!». Y yo le creí, así que mi habilidad para el diseño floreció. 

A medida que mi carrera se desarrollaba, también lo hacía mi deseo de servir en las misiones. Pero mi esposo y yo no estábamos de acuerdo. Él solía decir: «¡Serviremos juntos, pero yo no voy a ser misionero ni pastor!». En lugar de ir contra de la corriente, opté por subirme a la ola en oración. Después de cinco años de imponer las manos sobre mi esposo en oración (mientras él dormía), en 1997 Dios puso en su corazón unirse a su primer viaje misionero a Venezuela. Durante ese viaje recibimos una palabra de Dios: «Pronto saldrán del país y se unirán a un ministerio internacional». Y nosotros creímos. 

Continuó:  ––«Cuando estaba embarazada de ti, intenté abortarte.

Muchos años han pasado, hemos servido fielmente a través de varios ministerios como Logos II de Operación Movilización donde visitamos 28 países compartiendo el evangelio junto a 200 voluntarios de todo el mundo mientras trabajábamos en la exhibición de libros flotante, formando parte de las inauguraciones oficiales en cada país, cantando frente a las autoridades gobernantes en cada puerto, visitando orfanatos, escuelas y hospitales, realizando programas al aire libre, proyectando películas de Jesús en los idiomas locales y distribuyendo libros y Biblias. Y a través de los años seguimos preparando grupos misioneros a corto plazo, desarrollando líderes través de INSTE y sirviendo a la Iglesia local y global. 

En octubre de 2016, fuimos ordenados como pastores del Templo de la Biblia Abierta en Miami, Florida. Aquí estamos nuevamente, cerrando el círculo desde el lugar donde comenzamos, pero el viaje de servicio al Señor nunca terminará. Todavía hay mucho que hacer. Sigo aprendiendo y anhelando ser usada por Dios para cumplir sus propósitos mientras confío en que «todo es posible para el que cree» (Marcos 9:23). 

Sobre el Autora

Ximena Urra

Ximena Urra vive en Miami, Florida, junto con su esposo, Pablo Urra. Ambos sirven como pastores del Templo de la Biblia Abierta. Ximena también trabaja como diseñadora gráfica independiente. Han visitado más de 40 países sirviendo en viajes misioneros de corto plazo a bordo del barco LOGOS II de Operación Movilización, y participando en otros ministerios. Ambos recibieron sus diplomas de Biblia y Teología del Seminario Bíblico INSTE Global (IGBC). Ximena forma parte de la Junta Directiva Nacional de Las Iglesias de la Biblia Abierta.

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Papúa Nueva Guinea: Un testimonio de la fidelidad de Dios 

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En el mes de septiembre de 2024 el exmisionero Mark Brandt y yo nos encontramos en el aeropuerto de San Francisco para volar a Papúa Nueva Guinea. Viajamos allí para participar en la conmemoración del cincuentenario aniversario de las Iglesias de la Biblia Abierta y asistir a la Convención Nacional en la base misionera Ivingoi de la Biblia Abierta en las Tierras Altas Orientales.  

Tras tres vuelos diferentes y algunos retrasos inesperados, Mark y yo llegamos al aeropuerto de Goroka (Papúa Nueva Guinea). El director de campo, Joshua Essy, y varios miembros de la Junta Nacional de las Iglesias de la Biblia Abierta estaban allí para recibirnos. 

La Convención Nacional y la celebración del cincuentenario aniversario comenzaron el lunes por la tarde y contaron con la asistencia de más de 2.000 personas

Subimos a tres vehículos diferentes e incluso contamos con un vehículo de escolta de la policía cuando comenzamos nuestro viaje de cuatro horas por la carretera montañosa que nos llevaría a la base misionera de Ivingoi. Cuando llegamos, la entrada principal estaba rodeada de cientos de personas de pie a ambos lados de la carretera para darnos la bienvenida. En realidad, uno no se considera digno de semejante recibimiento, pero nos sentimos muy honrados. Cuando Mark salió de su vehículo, la gente se agolpó para saludarle porque hacía veintitrés años que no había regresado a Papúa Nueva Guinea. Fue impresionante ver cuánto le amaban a él y a su familia.  

Ceremonia de apertura de las Iglesias Bíblicas Abiertas del 50 Aniversario en Ivingoi

La Convención Nacional y la celebración del cincuentenario aniversario comenzaron el lunes por la tarde y contaron con la asistencia de más de 2.000 personas, las que tuvieron que sentarse en el suelo alrededor de la plataforma porque no había un edificio lo suficientemente grande para acomodar a todos.  

Ex misionero Mark Brandt predicando en la Convención Nacional

Al contemplar esta gran multitud del pueblo de Dios, pensé en el Salmo 89:1 que dice: «Oh Señor, por siempre cantaré la grandeza de tu gran amor; por todas las generaciones proclamará mi boca tu fidelidad.» (NVI). Dios es fiel para bendecir y mantener su obra. Ahora, hemos podido presenciar el fruto de esa fidelidad en las miles de vidas que han sido transformadas por el poder del Evangelio, en Papúa Nueva Guinea. 

El martes celebraron una ceremonia especial para dar la bienvenida a todos los dignatarios del gobierno local, empresarios e invitados internacionales.   

Al día siguiente visitamos la clínica de la misión de la Biblia Abierta, cuyo personal y ambulancias son financiados por el gobierno de Papúa Nueva Guinea. Hace varios años atrás, Misiones Globales envió fondos para construir una nueva maternidad. Hoy, la clínica atiende a más de 20.000 pacientes al año; es la única consulta médica en cientos de kilómetros y está rodeada por varios pueblos.  

El crecimiento y la expansión de la obra de la Biblia Abierta allí es un tribute maravilloso a todos los misioneros, enfermeros, enfermeras y nacionales que han sacrificado tanto y han superado con creces el llamado al servicio del Señor.

Servicio nocturno de la Convención Nacional

Actualmente tenemos treinta y siete Iglesias de la Biblia Abierta en Papúa Nueva Guinea, y se están iniciando cinco nuevos alcances. El crecimiento y la expansión de la obra de la Biblia Abierta allí es un tribute maravilloso a todos los misioneros, enfermeros, enfermeras y nacionales que han sacrificado tanto y han superado con creces el llamado al servicio del Señor.  Ahora, con un fundamento tan sólido, el trabajo de las Iglesias de la Biblia Abierta en Papúa Nueva Guinea está preparado para experimentar un extraordinario crecimiento. 

Fue un honor participar en la celebración del cincuentenario aniversario y en la Convención Nacional de Iglesias de la Biblia Abierta de Papúa Nueva Guinea. Además, fue un privilegio contar con la compañía del exmisionero Mark Brandt en este viaje. Felicito al presidente Joshua Essy por su liderazgo y el de toda la Junta Nacional. Sé que el trabajo de La Biblia Abierta seguirá creciendo y prosperando bajo su dirección y guía.  


Sobre el autor

Vince McCarty

Vince McCarty sirve como director ejecutivo de Misiones Globales de las iglesias de la Biblia Abierta, supervisando la obra en cincuenta y cinco países del mundo. Agradece al gran equipo misionero y a todos los líderes nacionales con los que tiene la oportunidad de servir. Su desea es que recordemos que la Gran Comisión es demasiado grande para que alguien la cumpla solo y demasiado importante para no tratar de hacerla juntos.  

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El ministerio en el mercado

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Cuando falleció mi primer esposo, mi vida «cambió». Después de atravesar mi propio dolor, el Señor me permitió caminar junto a muchas otras personas que también estaban sufriendo. Las puertas siguieron abriéndose en esta área, y cuando surgió la oportunidad de servir con Marketplace Chaplains (Capellanes de Mercado), sentí la confirmación de Dios de que era allí donde Él me quería. Comencé como capellán poco después de presentar mi solicitud, y dos años más tarde me ofrecieron el puesto de director de Operaciones para un nuevo equipo formado en el sur de Florida. 

La Reverenda Caroline Rodríguez entrega artículos de tocador a un empleado que había sido afectado por el huracán Ian

El ministerio de Marketplace Chaplains (Capellanes de Mercado) se distingue de los demás por la forma en que se creó y el motivo principal de su existencia. Fue creado por un antiguo capellán militar, Lee Strickland, en 1984. Tras la experiencia de haber sido atendido por capellanes en el ejército, Lee deseaba ofrecer un servicio similar a su comunidad a través de este ministerio único. Los equipos de Marketplace Chaplains (Capellanes de Mercado) están formados por capellanes varones y mujeres que ayudan en la atención a los empleados de empresas de Estados Unidos y Canadá. Las relaciones dentro de estas empresas se establecen a través de visitas rutinarias de los capellanes que se ofrecen en forma semanal, bimensual o mensualmente. Estas visitas periódicas ayudan a los empleados a sentirse cómodos con los capellanes, de modo que, cuando se produce una crisis, es más probable que soliciten ayuda. Los capellanes están a disposición de los empleados 24 horas al día, 7 días a la semana, para ayudarles en casos de duelo, funerales, prevención del suicidio y crisis familiares.   

Los equipos de Marketplace Chaplains (Capellanes de Mercado) están formados por capellanes varones y mujeres que ayudan en la atención a los empleados de empresas de Estados Unidos y Canadá.

Algunos años atrás, un líder de una de las empresas a las que presto mis servicios llamó asustado cuando una de sus empleadas sollozaba al descubrir que su marido, sano y de cuarenta años, había fallecido repentinamente mientras dormía. El líder me preguntó: «¿Qué hago?». Le había dado el pésame y había sufragado su vuelo de regreso a casa para iniciar los preparativos, pero a pesar de ello, confesó que una situación tan trágica le hacía sentir impotente y débil. Le recordé que cuando nos sentimos débiles, el Señor promete ser nuestra fortaleza. También le dije que, en tiempos de tragedia, a menudo no es lo que decimos lo que Dios usa, sino simplemente nuestra presencia. A medida que hablaba, me di cuenta de que todo el dolor por el que había atravesado me había ayudado a apoyar a este líder en esta tremenda prueba. 

La capellán Rose Moyer brinda una comida para bendecir a un empleado al que sirve

Existen retos a la hora de ser capellán cristiano en sitios donde se reconocen todas las creencias religiosas. Recuerdo un momento en particular, cuando estaba recibiendo capacitación en el hospital, en el que el director del programa insistió en que no se podía usar el nombre de Jesús para cerrar una oración sin el consentimiento del paciente. Luché con este concepto, incluso preguntándome si esta limitación era Dios diciéndome que no sirviera en este tipo de ministerio. Más tarde ese mismo día, estaba haciendo mis rondas en la planta que me habían asignado en la unidad de parálisis, que atiende a pacientes con lesiones que afectan a su capacidad para caminar. Entré en la habitación de un paciente varón, saludándole con un simple: «Hola, señor, ¿cómo está?». Con voz extremadamente alta y animada, el paciente respondió: «¡Ahí está!». Supuse que no era bienvenida, le respondí: «Lo siento, señor, no estoy segura si le entendí. ¿Quiere que vuelva en otro momento?». A lo que respondió: «¿Cómo puede irse ahora? Usted acaba de traer aquí al Espíritu Santo». 

Estaba sorprendida; lo único que había dicho era un saludo. No había orado ni hablado de Dios. Este hombre ni siquiera había visto mi insignia de capellán cuando hizo esta declaración.  En ese momento vi el poder de la presencia de Dios en mi vida. Pude ver que cuando apoyo y sirvo a pacientes o empleados en espacios seculares, Jesús va conmigo, mencione o no su nombre. Dios puede usarme y me usará en este papel de capellán, y estoy agradecida por la oportunidad de servirle en el mercado. 

A medida que hablaba, me di cuenta de que todo el dolor por el que había atravesado me había ayudado a apoyar a este líder en esta tremenda prueba.

Para aquellos que sientan el llamado a servir como capellán o que simplemente quieran aprender más, Marketplace Chaplains (Capellanes de Mercado) a menudo busca hombres y mujeres que sientan el llamado de Dios a impactar su comunidad fuera de su iglesia. Visite este sitio web para buscar trabajo y aprender más sobre esta increíble manera de transformar vidas: www.mchapcares.com 


Sobre la autora

Kwabea Francis

Kwabea Francis sirve como directora ejecutiva de operaciones con Marketplace Chaplains (Capellanes de Mercado) y es ministra ordenada de la Biblia Abierta. Su corazón es compartir el amor y el propósito de Dios con aquellos a quienes sirve como capellán, predicadora y maestra de la Palabra de Dios. Ella asiste a Living Word Open Bible Church en Cooper City, Florida. Kwabea obtuvo su Maestría en Divinidad en el Seminario Teológico de Asbury y es graduada de la Universidad de Florida. Ella y su esposo tienen cinco hijos y tres nietos. 

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Cinco medidas para subsanar el déficit de mujeres en el liderazgo ministerial

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La Biblia Abierta tiene una herencia rica de mujeres líderes en el ministerio. Nuestra denominación nació en avivamiento y se formó por la unión de dos movimientos que surgieron de otras denominaciones fundadas y dirigidas por mujeres (Florence Crawford y Aimee Semple McPherson). La postura de la Biblia Abierta en cuanto al liderazgo de las mujeres en el ministerio lo celebra a todos los niveles. Sin embargo, a pesar de esta rica historia y la bendición actual para las mujeres en el liderazgo ministerial, todavía es raro encontrar mujeres en ciertos cargos ministeriales dentro de nuestras iglesias. Existen múltiples razones para esto, pero aquí hay cinco medidas a considerar al abordar este tema. 

1. Analice sus propios prejuicios.

La mayoría de las veces, no se elige a mujeres para altos cargos de liderazgo porque «no se ha hecho antes». La tradición puede ser una fuerza poderosa, pero a veces impide que se produzcan cambios importantes. Pregúntese cómo se sentiría si una mujer fuera elegida como pastor principal de su iglesia. Lo más probable es que le resulte incómodo. Que sea incómodo no siempre significa que esté mal. Por lo general, significa simplemente que es diferente. Esta incomodidad es a menudo temporal, y la disposición a aceptarla puede crear nuevas oportunidades para que las mujeres lideren. Cuando se abra una posición de liderazgo ministerial, permítase considerar tanto a mujeres como a hombres como candidatos para el puesto. 

2. Estudie lo que dicen las Escrituras sobre las mujeres que ejercen liderazgo.

El Antiguo y el Nuevo Testamentos están llenos de mujeres que desempeñaron funciones importantes de liderazgo a todos los niveles. Observe la influencia y el nivel de autoridad que se les concedió. Estudie los «pasajes problemáticos» de las Escrituras (por ejemplo, 1 Corintios 14:34 y 1 Timoteo 2:12), que parecen limitar la enseñanza y la palabra de las mujeres. Algunos eruditos y comentarios de renombre muestran cómo estos pasajes estaban destinados a abordar problemas específicos con los que la iglesia primitiva tuvo que lidiar, en lugar de convertirse en una regla general que limitara a las mujeres en el liderazgo. Si usted es un líder de la iglesia, comunique claramente la posición de su iglesia sobre las mujeres en el liderazgo ministerial. Con demasiada frecuencia este tema se ignora, manteniendo el statu quo. 

3. Abogue por las mujeres que ejercen liderazgo.

Anime a las mujeres, jóvenes y mayores, que tienen el don de liderar. Oriéntelas. Contrátelas. Es una bendición cuando una mujer anima desinteresadamente a otra en la labor de su liderazgo; con demasiada frecuencia, existe la tentación de criticar duramente o estar celosa, lo que lleva a vacilar a la hora de asumir el liderazgo. Es muy significativo que un líder hombre aliente y deje espacio para que una mujer lidere. Es muy importante dar a las mujeres las mismas oportunidades que se darían a los hombres que están aprendiendo a dirigir. Resulta muy raro que a una mujer joven se le conceda tiempo en la plataforma u otras responsabilidades públicas, mientras que esas oportunidades se dan a los hombres que se están formando. Intente ser igualitario siempre que pueda. De lugar a la inexperiencia y dé repetidas oportunidades de aprender y crecer. 

4. Predique acerca de mujeres que fueron fuertes líderes en la Biblia.

Las Escrituras están llenas de mujeres que ejercieron liderazgo como Miriam, Ana, Ester, Débora, María y Priscila. Destacar sus vidas muestra cómo los dones de liderazgo de Dios son dados tanto a hombres como a mujeres. Esto anima a las mujeres líderes y les ofrece modelos bíblicos. 

5. Fomente una cultura de liderazgo compartido.

Muchas veces, la iglesia escucha la mayor parte del tiempo la voz de un solo pastor. Compartir regularmente el púlpito crea un espacio donde los líderes en formación pueden experimentar el ministerio público. Al permitir que prediquen tanto hombres como mujeres, la congregación se acostumbra al liderazgo masculino y femenino, creando un equipo de jugadores que puedan ser entrenados para ayudar en todos los niveles de liderazgo de la iglesia. De este modo se evita que la iglesia idolatre o drene a un solo líder y permite que se puedan compartir los dones de más personas. 

La Iglesia, la Esposa de Cristo, es más eficaz cuando hombres y mujeres trabajan en el liderazgo hombro a hombro. Cuando se ignoran o se limitan las voces y los dones de liderazgo de las mujeres, se silencia a la mitad de la Iglesia. No obstante, cuando hombres y mujeres comparten de manera desinteresada el liderazgo y la influencia, el reino de Dios avanza poderosamente. Este compartir del liderazgo altruista refleja la naturaleza de Dios de manera más plena, creando un espacio donde el Espíritu Santo puede venir y moverse poderosamente.   

Recursos adicionales: 


About the Author

Julie Cole

Julie Cole es Directora Asociada de Formación Espiritual y del Cuidado del Alma en The King’s University en Southlake, Texas. Es licenciada en terapia matrimonial y familiar, directora espiritual y ministra ordenada. Julie desea inspirar a la gente a escuchar la voz de Dios y ver Su mano en las experiencias grandes y pequeñas de la vida. Julie y su esposo, David, viven en Fort Worth, Texas, y tienen cuatro hijos y ocho nietos con dos más en camino en 2025. 

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