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¡Y yo creí!

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And I Believed

Por Ximena Urra

Nací en Chile, soy la tercera de cuatro hijos. Aunque no vengo de una familia cristiana, mis padres creían en Dios a su manera. Cuando mi padre le propuso matrimonio a mi madre, quiso casarse en una iglesia metodista. Sin embargo, mi madre era católica nominal. En esa época muchos creían que si no te casabas en una iglesia católica y la ceremonia no era oficiada por un sacerdote, ¡no estabas realmente casado! Así que mi madre estaba muy preocupada, por la gran presión por parte de su familia. Una noche, mi madre tuvo un sueño acerca de Jesús. En el sueño, Él bendecía a una novia, como hacen los sacerdotes. Cuando se despertó, pensó: «Dios me está dando la bendición para casarme en la Iglesia Metodista». Así que se casaron. 

Mi padre decidió que criarían a sus hijos enseñándolos a creer en Dios pero no en los ídolos, quería que tuviéramos la libertad de elegir qué religión seguir. Menciono esto porque la salvación llegó a mi familia a través del testimonio de mi padre. 

Familia de Ximena (Chile)

Mis padres trabajaban en un hospital de rehabilitación infantil, mi madre como auxiliar de enfermería y mi padre como administrador. Ambos trabajaban mucho y durante muchas horas para mantener a nuestra familia. Aunque no teníamos mucho, mis padres nos enseñaron a compartir todo lo que teníamos. Cierta Navidad no podían comprarnos regalos, así que nos reunieron para explicarnos el motivo. Aprendimos que estar juntos era el verdadero regalo, y entonces nos animaron a regalar uno de nuestros juguetes para los niños sin hogar. Así que cada uno de nosotros limpió uno de sus juguetes y lo regaló.  

De pequeña, fui una niña de papá. Sólo encontraba refugio detrás de sus piernas. Por alguna razón, siempre tuve miedo y fui muy tímida; sin embargo, cuando estaba con papá, siempre me sentía protegida. Tuve problemas como adolescente. Era muy insegura. Sentía que la gente estaría mejor sin mí. Me sentía pequeña, no querida y no deseada. Los sentimientos eran como una semilla que crecía dentro de mí hasta que contemplé el suicidio. Los pensamientos me atormentaban. Intenté sin éxito acabar con mi vida de varias maneras. Recuerdo que corrí a la calle con la esperanza de que me atropellara un automóvil, pero mi hermana menor me detuvo. Me sentía desesperada. La vida me parecía demasiado difícil para mi. 

Sólo cuando cantaba me sentía mejor. Un día le pregunté a mi madre si podía escucharme cantar y decirme si creía que tenía voz para hacerlo. Por supuesto, le pedí que mirara hacia otro lado, ya que era demasiado tímida. Mientras cantaba, de repente se dio la vuelta y dijo emocionada: «¡Tú puedes cantar!!». ¡Y yo le creí! 

Artículo de prensa sobre la beca 

Durante ese tiempo, mi padre se convirtió y empezó a hablarnos de Jesús. Uno por uno, cada miembro de nuestra familia aceptó a Cristo como nuestro Salvador, todos excepto mi madre y yo. 

Cuando tenía 18 años, tuve la oportunidad de cantar en la televisión como parte de un concurso de canto y gané una beca para estudiar canto profesional. Fue un sueño hecho realidad. Mi madre era mi mayor fan. Mi padre continuó compartiendo conmigo sobre Jesús y me invitó a la iglesia. Asistí ocasionalmente, pero amaba mucho más la música. El sonido de los aplausos me hacía sentir el amor y la aceptación que anhelaba. 

Un día, me invitaron a cantar en la iglesia de mi padre. Nunca lo olvidaré porque fue la primera vez que Dios me habló. Me gustaría poder decir que Dios me dio una palabra de aliento, pero al contrario. Fue una amonestación. Mientras cantaba «Sublime Gracia»(nada menos que con una minifalda, una blusa sin mangas y unas uñas negras que hacían juego con mi corazón), oí una voz que decía: «Este es MI lugar ¡Si quieres fama, vete al mundo! ¡Este es MI lugar!». 

El miedo se apoderó de mí. Empecé a temblar. Olvidé la letra. Era una mentirosa. No entendía lo que era esa sublime gracia. Yo no era ese infeliz salvado. No conocía a Aquel que da gratuitamente esa gracia, pero aparentemente Él me conocía bien. Y yo estaba a punto de conocerlo a Él. 

A medida que pasaba el tiempo, no podía olvidarme del encuentro que tuve con Dios. Sabía que Jesús me llamaba. Estaba en una encrucijada. No podía evitarlo. El domingo siguiente fui a la iglesia y sin esperar el llamado al altar, me arrodillé en el púlpito. Con los ojos llenos de lágrimas, confesé mis pecados. «Señor, yo no te amo. Amo más la música. Pero si eres el Dios de mi padre, ayúdame a amarte más que a nada. Mi vida es tuya. . . . ». 

En ese momento, experimenté esa gracia sublime. La música había sido mi ídolo, y decidí dejarlo todo por Cristo. Dejé atrás mis sueños de ser cantante… así lo pensé. 

Mi iglesia no creía en el bautismo en el Espíritu Santo. Enseñaban que el libro de los Hechos era sólo historia. Aun así, nuestro grupo de jóvenes anhelaba más de Dios; por lo tanto, decidimos reunirnos solo para orar. Mientras orábamos, Dios nos bautizó a todos con el Espíritu Santo, y de repente empecé a adorar en un idioma que nunca había hablado. 

Oí una voz que decía: «Este es MI lugar ¡Si quieres fama, vete al mundo! ¡Este es MI lugar!».

Esto produjo muchos problemas en la iglesia; sin embargo, nuestros testimonios y la pasión por compartir el evangelio con todos los que nos rodeaban era evidente y real. ¿Quién puede decirle a Dios lo que puede o no puede hacer? ¡Lo que Dios comienza el hombre no lo puede detener! El Espíritu Santo es para hoy también 

 ¡Y yo creí! 

Meses después, durante un retiro de jóvenes, el orador invitado compartió sobre «encontrar tu ministerio». Dios me habló esa noche y me dijo: «Predicarás a través del canto, y dentro de poco te sacaré del país». ¡Y yo creí sus palabras! 

Volví a casa emocionada para contarle a mi madre mi experiencia. En ese momento ella todavía no era creyente, así que cuando le compartí lo que el Señor me dijo esa noche, se sonrió y dijo: «No tenemos dinero ni para tomar unas simples vacaciones, ¿y dices que te vas a ir del país?». 

Cuatro meses después me pidieron que me uniera a un grupo de música cristiana. Pensé: «Dios, he dejado de cantar. ¿cómo puede ser esto?». Así que oré al Señor, buscando su guía, y Él me respondió a través de Isaías 12:4-6: 

Cantad a Jehová, aclamad su nombre,
haced célebres en los pueblos sus obras,  
recordad que su nombre es engrandecido.
Cantad salmos a Jehová, 
porque ha hecho cosas magníficas;  
sea sabido esto por toda la tierra.
Regocíjate y canta, oh moradora de Sion;  
porque grande es en medio de ti el Santo de Israel. 

Alrededor de cinco meses después, estaba de gira por los Estados Unidos con el grupo de música cristiana, y mi mamá creyó, ¡fue el último miembro de mi familia en recibir a Cristo! 

Tiempo después, mi madre y yo tuvimos una conversación significativa que resultaría en sanidad para ambas. Ella no entendía por qué le costaba llorar. Humildemente le pregunté si había algo que aún no había confesado a Dios, así que oramos pidiendo la dirección de Dios.  

––«No me viene nada a la cabeza», dijo.  

Pero mientras oraba, vi una imagen con la palabra «aborto». En el mismo instante en que pronuncié esa palabra, mi madre comenzó a llorar, diciendo:  

––«Querida hija, ¡por favor, perdóname!».  

No entendía nada; estaba confundida. ¿Por qué me pedía que la perdonara?  

Continuó:  

––«Cuando estaba embarazada de ti, intenté abortarte. Tu padre no lo sabía. Teníamos problemas económicos. No había forma de alimentar a otro bebé. Cuando se lo conté a tu padre, se molestó mucho y me dijo que no importaba lo pobre que fuéramos, íbamos a tenerte». 

La sanidad que se produjo a partir de un secreto tan oculto fue profunda para las dos. Y por fin pude comprender que los sentimientos de no ser deseada, de no ser amada y de inseguridad eran emociones reales que comenzaron desde el vientre de mi madre. El aborto no funcionó porque yo ERA deseada. ¡Dios me quería! Dios tenía planes para mí. Y al final, ¡mis padres también me querían! 

Ximena con su mama

A veces, compartir nuestra historia puede traer recuerdos dolorosos, pero también nos recuerda la fidelidad de Dios y que todavía estamos en el proceso de ser más como Jesús. 

Pues yo sé los planes que tengo para ustedes—dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza. (Jeremías 29:11, NTV). 

Dios me dio esta promesa. Y yo creí. 

Un día leí un libro sobre la vida de Eliza Davis George, una misionera que sirvió en Liberia. La historia de su vida y su valentía me inspiraron. Yo también quería ser valiente. Decidí que serviría a Dios aunque tuviera miedo. Así que me uní a un equipo en un viaje misionero enfocado en la evangelización dentro de mi propio país. Fue una experiencia increíble ver a Dios moverse de una manera tan sobrenatural. Sabía que era sólo el comienzo de mi viaje en el ministerio. 

Conocí a mi esposo, Pablo, en 1989 durante mi primer viaje a los Estados Unidos. (Este hombre piadoso me seguía literalmente a todas partes, ¡pero esa es otra historia!). Después de un año de cartas y llamadas telefónicas, nos casamos en 1990 y me mudé a los Estados Unidos, donde comencé a trabajar como diseñadora gráfica para una editorial de libros cristianos en Miami, Florida. Mi jefa de entonces vio potencial en mí. Me enseñó todo lo que sabía y siempre me animaba diciendo: «¡Tú puedes hacerlo!». Y yo le creí, así que mi habilidad para el diseño floreció. 

A medida que mi carrera se desarrollaba, también lo hacía mi deseo de servir en las misiones. Pero mi esposo y yo no estábamos de acuerdo. Él solía decir: «¡Serviremos juntos, pero yo no voy a ser misionero ni pastor!». En lugar de ir contra de la corriente, opté por subirme a la ola en oración. Después de cinco años de imponer las manos sobre mi esposo en oración (mientras él dormía), en 1997 Dios puso en su corazón unirse a su primer viaje misionero a Venezuela. Durante ese viaje recibimos una palabra de Dios: «Pronto saldrán del país y se unirán a un ministerio internacional». Y nosotros creímos. 

Continuó:  ––«Cuando estaba embarazada de ti, intenté abortarte.

Muchos años han pasado, hemos servido fielmente a través de varios ministerios como Logos II de Operación Movilización donde visitamos 28 países compartiendo el evangelio junto a 200 voluntarios de todo el mundo mientras trabajábamos en la exhibición de libros flotante, formando parte de las inauguraciones oficiales en cada país, cantando frente a las autoridades gobernantes en cada puerto, visitando orfanatos, escuelas y hospitales, realizando programas al aire libre, proyectando películas de Jesús en los idiomas locales y distribuyendo libros y Biblias. Y a través de los años seguimos preparando grupos misioneros a corto plazo, desarrollando líderes través de INSTE y sirviendo a la Iglesia local y global. 

En octubre de 2016, fuimos ordenados como pastores del Templo de la Biblia Abierta en Miami, Florida. Aquí estamos nuevamente, cerrando el círculo desde el lugar donde comenzamos, pero el viaje de servicio al Señor nunca terminará. Todavía hay mucho que hacer. Sigo aprendiendo y anhelando ser usada por Dios para cumplir sus propósitos mientras confío en que «todo es posible para el que cree» (Marcos 9:23). 

Sobre el Autora

Ximena Urra

Ximena Urra vive en Miami, Florida, junto con su esposo, Pablo Urra. Ambos sirven como pastores del Templo de la Biblia Abierta. Ximena también trabaja como diseñadora gráfica independiente. Han visitado más de 40 países sirviendo en viajes misioneros de corto plazo a bordo del barco LOGOS II de Operación Movilización, y participando en otros ministerios. Ambos recibieron sus diplomas de Biblia y Teología del Seminario Bíblico INSTE Global (IGBC). Ximena forma parte de la Junta Directiva Nacional de Las Iglesias de la Biblia Abierta.

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Una nueva creación para siempre: Cómo Dios me condujo de las raíces de refugiada a una vida de misión

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En 1975, la diáspora de los refugiados de Tai Dam a Des Moines, Iowa, impulsó una primera generación de estadounidenses de Tai Dam que se adaptaron a nuevas formas de vida, combinaron la lengua y la cultura y aprovecharon las numerosas oportunidades que ofrecía Estados Unidos. Yo formé parte de esa primera generación. A los tres años de que mis padres se establecieran en Iowa, nací y me convertí en la primera de mi familia en obtener una educación en los Estados Unidos y en asistir a una iglesia. Tuvimos la bendición de contar con patrocinadores cristianos que nos ayudaron en la transición de nuestra patria a Estados Unidos.   

Soukham (centro) con su familia, alrededor de mediados de la década de 1980

Nuestros patrocinadores nos llevaban todos los domingos a mí, a mi hermana y a varios de mis primos al servicio de la Primera Iglesia de la Biblia Abierta. Una de las muchas personas importantes en mi vida fue Naomi Young, quien me regaló mi primera Biblia. Gracias a la fidelidad de Naomi y de otras personas de la iglesia, cuando me hablaron de un hombre llamado Jesús que murió en la cruz por mí, sembraron en mi corazón semillas de fe. Sentí curiosidad, pero no entendí y en aquel momento no lo acepté en mi vida. La asistencia a la iglesia duró poco, pues dejé de ir cuando tenía ocho años. Las semillas que fueron plantadas en mí no pudieron crecer porque nunca fueron cultivadas en mi hogar con la Verdad. Mis padres y mi abuela creían y practicaban el animismo y el culto ancestral, que consiste en venerar y honrar a los muertos. La confusión se apoderó de mi mente, y cesó mi deseo de asistir a la iglesia. Aunque dejé de lado todo lo que me enseñaron en la escuela dominical, siempre guardé mi Biblia en un lugar especial debajo de la almohada porque había algo en mi corazón que no me permitía desecharla. 

Las semillas que fueron plantadas en mí no pudieron crecer porque nunca fueron cultivadas en mi hogar con la Verdad.

Cuando tenía veintidós años, mi primo me llevó a un templo budista para que me leyeran la suerte. Allí, sentados frente a mí, se encontraban tres monjes. Uno de ellos abrió su cuaderno, escribió en él y me leyó la historia de mi infancia, mi vida presente y mi vida futura hasta el momento en que cumpliera treinta años. Luego cerró su cuaderno y me dijo: «He terminado». Cuando le pregunté: «¿Por qué?», sólo me respondió: «Ya no puedo leerte más». La misma semana fui a un cartomántico y me leyó la suerte. De nuevo, leyó mi infancia, mi vida presente y hasta la edad en que cumpliría treinta años, y luego se detuvo. Le dije: «Es usted la segunda persona que no puede leerme más allá de los treinta; dígame: ¿moriré?». Recogió rápidamente sus cartas y se limitó a decir: «No puedo decírselo». 

Soukham (tercero desde la izquierda) y Naomi Young (segunda desde la izquierda) con mujeres de Kingdom City Church.

A lo largo de mi vida adulta, en mis veinte años, mantuve una relación malsana y abusiva, que me condujo a la adicción del alcohol. Cuando tenía veintiséis años, quedé embarazada y tuve a mi hija, Kaylee, el 31 de enero de 2005. Yo no lo sabía, pero Dios ya estaba trabajando en mi vida; Él me estaba moldeando y recordándome quién era Él a través de los momentos más oscuros de mi vida. Más o menos por esa época, me encontré con una amiga de la infancia que trabajaba como cajera en Hy-Vee; ella me decía: «Soukham, Dios es tan bueno». A pesar de que me resistía, sus palabras resonaban en mi corazón. Poco después, me encontré asistiendo a su funeral. El servicio religioso incluía adoración y alabanza. Estaba confusa, pero una parte de mí tenía el deseo de saber más sobre el Dios que decían que era tan bueno y cómo, a través de Él, no habría más dolor ni sufrimiento. Cuando salí del funeral, el Señor continuó revelándose a mí vida a través de encuentros divinos. En julio de 2008, acepté un empleo en Nationwide Insurance, donde me reencontré con una amiga de antaño de la escuela secundaria. Ella me invitó a una comida de Acción de Gracias en su iglesia, y poco después comenzó mi caminar con el Señor. 

Desde la niña Tai Dam que nació en Estados Unidos y conoció a Jesús en una iglesia de Iowa, hasta la mujer que ahora lleva la esperanza de Cristo al sureste de Asia, la mano de Dios ha estado en cada capítulo de mi historia.

Tenía treinta años cuando acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador. El versículo que permanecerá para siempre conmigo es 2 Corintios 5:17: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» (NVI). 

Ahora entiendo por qué el monje budista y el cartomántico no pudieron leer mi vida más allá de los treinta años. A esa edad, me convertí en una nueva creación gracias a Jesucristo, ¡y el enemigo ya no tenía poder sobre mí! Jesús continuó bendiciéndonos a mí y a mi hija. En medio de mi dolor y de mis luchas, Dios trajo a un hombre a mi vida, mi esposo Othone (Pong), quien se convirtió en padre de Kaylee. Contrajimos matrimonio el 15 de septiembre de 2010. El Señor nos bendijo con dos hijos más, Isaac y Silas. En 2017, el Señor nos llamó a servir en Iowa en la iglesia Kingdom Life Church (ahora Kingdom City Church). 

NIN orando por una mujer en el sudeste asiático. Ella es la única creyente en su familia y una de los pocos creyentes en su pueblo.

En noviembre de 2021, el Señor puso en el corazón de Pong el sueño de crear una fundación benéfica para atender las necesidades de las comunidades vulnerables del sureste de Asia. La visión de la fundación estaría centrada en Cristo: formar y equipar a futuros discípulos, proporcionándoles recursos sostenibles y capacitándoles para avanzar más allá de su situación actual. Mediante la oración continua y la guía del Señor, la fundación nació en abril de 2023 y se nombró oficialmente «Naciones en Necesidad» (Nations in Need, NIN por sus siglas inglés). Hace poco, en 2023 y 2024, el Señor llevó a Pong, Kaylee, y tres de nuestros hermanos, Ap, Peng, y Bay, en viajes al sureste de Asia donde establecieron relaciones, sirvieron a las comunidades, ministraron a la gente, y proclamaron las Buenas Nuevas acerca de Jesucristo. Hoy en día, NIN se ha expandido a múltiples comunidades del sureste de Asia. Por medio del trabajo de un futuro centro en el sureste de Asia, expandiremos la misión de NIN e iremos a donde el Señor nos guíe. 

Durante toda mi vida Dios me ha guiado, incluso cuando yo no lo sabía. Desde la niña Tai Dam que nació en Estados Unidos y conoció a Jesús en una iglesia de Iowa, hasta la mujer que ahora lleva la esperanza de Cristo al sureste de Asia, la mano de Dios ha estado en cada capítulo de mi historia. Ya sea que el próximo capítulo sea en Estados Unidos, en el sureste de Asia o en cualquier otro lugar, como Su nueva creación para siempre, seguiré a Cristo. 


Sobre la autora

Soukham Khanthavixay

Soukham Khanthavixay y su esposo, Pong, son miembros activos de la iglesia Kingdom City Church de Des Moines, Iowa. Viven en Pleasant Hill (Iowa) con sus tres hijos y dos perros. Soukham es enfermera titulada, trabaja en un hospital local del condado y también para «Naciones en Necesidad» (Nations in Need, NIN por sus siglas inglés), el ministerio que fundó su esposo. Su familia y el equipo del ministerio trabajan juntos para ampliar la misión de NIN y difundir el Evangelio. Para saber más sobre «Naciones en Necesidad» (Nations in Need), síguelos en Facebook o Instagram: @nationsinneed. 

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En defensa de las mujeres en el ministerio

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A finales de 2024, mi familia celebró un gran acontecimiento: El cumpleaños de mi abuela política, Mardell LeLaCheur (conocida como «Mimi» por todos sus nietos y bisnietos), cumplía 90 años. Su fiesta, al igual que sus redes sociales, estaban llenas de personas que representaban su legado: Amigos del seminario bíblico, pastores de la Biblia Abierta con los que había trabajado y miembros de la iglesia a los que había servido durante décadas de su ministerio, amigos a los que se ha hecho cercana durante su jubilación y, por supuesto, los hijos, nietos y bisnietos que la aprecian. Ella, como tantas otras mujeres en el ministerio, ha vivido una vida enriquecedora, plenamente comprometida con su vocación de matriarca y de pastora. 

Ser una mujer llamada al liderazgo eclesial conlleva muchos desafíos, y en algunas etapas de mi vida he debatido y me he quejado contra estos retos. Hoy, al reflexionar sobre mi propia experiencia y la de mis hermanas y madres en el Cuerpo de Cristo, encuentro descanso en la gratitud. Como mujeres, podemos realizar muchas cosas, y muy buenas: Formamos discípulos tanto en el mundo como cuando criamos a nuestros hijos (biológicos y/o espirituales). Colaboramos con Dios cuando intercedemos, aconsejamos a los quebrantados de corazón, conducimos a la gente a Jesús y predicamos el Evangelio en nuestros hogares, nuestras iglesias y en todo el mundo. Y, si además ¿tenemos que luchar para caminar en la plenitud de nuestros llamados? Tal vez, eso sea incluso una bendición, ya que nuestra lucha hace que cada paso dado merezca ser celebrado, transformando nuestro camino en tierra santa. 

Ser una mujer llamada al liderazgo eclesial conlleva muchos desafíos, y en algunas etapas de mi vida he debatido y me he quejado contra estos retos.

La Biblia Abierta tiene una historia increíble de mujeres que han servido y liderado en nuestro movimiento, tanto en Estados Unidos como en el extranjero. Este respaldo a las mujeres en el ministerio refleja el que encontramos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, así como en los inicios del movimiento pentecostal. Vemos la evidencia del llamado de Dios en las vidas de mujeres santas como Mardell LeLaCheur y Ruth Bryan, en las que ministran en el mundo de los negocios como Kwabea Francis, y en aquellas que están expandiendo el Reino de Dios en el extranjero como Soukham Khanthavixay. Este número de El Mensaje de la Biblia Abierta incluye las historias de muchas de estas mujeres increíbles, así como recursos para abordar la falta de mujeres en el liderazgo ministerial aún presente en muchas de nuestras iglesias. 

Si le preguntan a Nora, mi hija de doce años, qué quiere ser cuando sea mayor, responderá de dos maneras. Dependiendo del día, te dirá que quiere ser pastora o astronauta (un amigo ha creado un nuevo término para su futura carrera: «Pastronauta»). Estoy muy agradecida de que Nora forme parte de una iglesia y un movimiento que la ayudarán a volar, en forma independiente de la carrera que elija. Como dice la declaración oficial en el manual de la Biblia Abierta sobre las mujeres en el ministerio y el liderazgo: «Hemos sido bendecidos por el ministerio y el liderazgo de las mujeres, y estamos comprometidos a honrar y luchar por estas mujeres» (p. 92). Continuemos defendiendo y abriendo puertas a mujeres y hombres por igual mientras trabajamos hombro a hombro para llevar a Jesús al mundo.  


Sobre la autora

Hannah Bemis

Hannah Bemis en la actualidad trabaja como editora y directora de El Mensaje de la Biblia Abierta. Siempre quiso hacer muchísimas cosas cuando fuera mayor, y Dios le ha permitido realizar la mayoría de ellas en diferentes etapas de su vida. Después de dedicarse a la crianza de los hijos, la enseñanza, la escritura y el trabajo pastoral, la aventura más reciente de Hannah y de su esposo Jordan ha sido la plantación de la iglesia College Street Church en Newberg, Oregón. Su pasión, además de Jesús y de todos sus seres queridos, la dedica en forma proporcional a la pizza y al chocolate negro. 

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Una carrera bien corrida: La vida y la fe de Ruth Ellen Bryan

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Un rayo cayó sobre el granero y éste ardió en llamas. Zell, cuyo nombre completo es John Lazelle Musgrove, miró a su hija Ruth Ellen y le aseguró que todo iba a salir bien. «Dios cuidará de nosotros», dijo. 

Ruth nació en una amplia granja del condado de Putnam, Missouri. Su infancia se vio interrumpida por la muerte de su madre cuando sólo tenía doce años, lo que hizo que su padre tuviera que criarla. Zell era un profesor muy respetado, un hombre gentil y amable con un seco sentido del humor. Ruth creció en un hogar donde su padre tenía devocionales diarios. Él le inculcó el amor por la Palabra de Dios, que produce confianza y fortaleza en el cuidado y la provisión de Dios. Isaías 30:15 dice: «En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (RVR1960), y estas cualidades se reflejaron en el comportamiento y la perspectiva de Ruth a lo largo de su vida. 

Ruth con su uniforme de baloncesto de la escuela secundaria sosteniendo el balón del campeonato de ese año.

Después de graduarse de la escuela secundaria, Ruth trabajó como auxiliar de enfermería durante un par de años antes de asistir a Open Bible College (Seminario de la Biblia Abierta) en Des Moines, Iowa. Un verano durante sus estudios, Ruth tuvo la oportunidad de ir a Kentucky a dar clases de Biblia. Pero tenía un solo problema, no tenía los medios para viajar. Un compañero de clase, Don Bryan, también tuvo la oportunidad de ministrar en Kentucky… ¡y él tenía un automóvil! Una vez más, Ruth vio el cuidado de Dios por ella; Él proveyó un camino. Poco sabía que el viaje a Kentucky sería el comienzo de una relación que llevaría a un matrimonio que duraría setenta y un años. 

Ruth el día de su boda.

Después de que Don y Ruth contrajeran matrimonio, pastorearon una iglesia en Grimes, Iowa, pero Ruth sintió el llamado al campo misionero, específicamente a la India. Don pensó que si se convertía en misionero querría ir a Sudamérica. Una vez más, Dios se ocupó de Ruth. Terminaron sirviendo trece años en la isla de Trinidad. La isla tenía una gran población de indios orientales y estaba a sólo diez millas de la costa de Venezuela, Sudamérica. En los primeros años en Trinidad, Ruth tocaba el piano y formaba parte de un ministerio de oración semanal llamado «Mountain Movers» (Movedores de Montañas), donde se oraba por los enfermos. Durante diez años dio clases semanales para los nuevos creyentes, destinadas a prepararlos para el bautismo en agua y para ser miembros de la Iglesia. También enseñó en la escuela bíblica. 

Isaías 30:15 dice: «En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (RVR1960), y estas cualidades se reflejaron en el comportamiento y la perspectiva de Ruth a lo largo de su vida.

(De izquierda a derecha) Brenda, Ruth sosteniendo al bebé Daniel y Donnie

La vida de Ruth siempre giró alrededor de Jesús y de su familia. Una de sus principales prioridades era cuidar de sus seis hijos (de los que yo soy una). Cinco de los seis nacimos en el campo misionero, y viajar era una parte importante de nuestras vidas. En una ocasión, de camino a Trinidad nuestro avión permaneció en Miami debido a la llegada de un huracán. Cuando nos registramos en el hotel, mamá nos reunió a su alrededor y nos aseguró que todo estaría bien. Esta es una de las muchas veces en que la fe de mamá quedó impresa en la vida de sus hijos. 

Una vez, cuando nuestro padre estaba reparando un neumático pinchado a un lado de la carretera, mamá nos dijo que nos alejáramos lo más posible de la pista. En pocos minutos se produjo un gran accidente justo delante de nosotros, pero nadie resultó herido gracias a sus advertencias. Cuando llegamos a la edad adulta, mamá nos llamaba con frecuencia a uno de nosotros en el momento perfecto, para preguntar qué tal estábamos sin saber el desafío que ese día la vida nos había deparado. Papá la llamaba su «Sra. que sobrepasa a los rubíes», comparándola con la mujer de Proverbios 31: «Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada» (vers. 28, RVR1960). 

El jueves 21 de noviembre de 2024, Ruth corrió directamente a los brazos de Jesús, terminando por fin la carrera que tan bien había corrido.

Los Bryan regresaron a Estados Unidos en el año 1969 para participar en el ministerio del Eugene Bible College, ahora llamado New Hope Christian College. Al igual que su padre, Ruth fue una profesora muy querida y respetada. No sólo enseñaba en el Seminario Bíblico, sino que también hablaba en grupos de mujeres y en conferencias. Más tarde, enseñó una clase semanal de Biblia en la iglesia Calvary Open Bible en Springfield, Oregon. Ruth era conocida por compartir con sus estudiantes historias que mostraban el amor y el cuidado de Dios en su vida. Ellos todavía dan testimonio del impacto perdurable que sus enseñanzas tuvieron en sus propias vidas. 

Ruth y su marido Don

Durante toda su vida, Ruth amó correr y la emoción de participar en una buena carrera; corrió en la escuela secundaria y ganó a menudo. Al principio de su matrimonio, ella y su esposo Don estaban llevando un automóvil a un amigo cuando decidieron hacer una carrera (Ruth ganó). En otra ocasión, en el campo misionero, retó a las otras esposas de misioneros a una carrera a pie en la playa (volvió a ganar). Hace poco, cuando la visitaba, mamá me dijo: «Sabes, todavía puedo correr». En ese momento, mamá tenía noventa y tres años, pero seguía corriendo su carrera, viviendo como nos amonesta Hebreos 12:1-2: «Y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, el precursor y consumador de la fe». (NVI). 

El jueves 21 de noviembre de 2024, Ruth corrió directamente a los brazos de Jesús, terminando por fin la carrera que tan bien había corrido. Su vida impactó a miles de personas al compartir el Evangelio, modeló fe y compasión y proporcionó cuidado a los necesitados. 

Ciertamente ella sobrepasaba con creces a los rubíes, y sus hijos la llamaban bienaventurada. 


Sobre la autora

Brenda R. Stewart

Brenda R. Stewart trabaja como asistente legal/paralegal en un bufete de abogados de Springfield, Oregón. Antes de su empleo actual, trabajó para la administración del Seguro Social durante treinta y un años, terminando su tiempo allí como Gerente Asistente de Distrito de la oficina del centro de Portland, Oregón. Brenda estuvo casada con John M. Stewart durante treinta y nueve años. Ha sido hija de misioneros, hija de predicador y esposa de pastor. Le gusta viajar, pintar con acuarelas, es una ávida lectora y es común encontrarla paseando por los parques locales. A medida que se adapta a la vida como reciente viuda, espera que aquel cuyo nombre es: «Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.» (Isaías 9:6, RVR1960), la guíe en este capítulo de su vida. 

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