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A veces se necesita ayuda 

Por Kris Beaird 


Cuando mi esposo, Jim, y yo tuvimos hijos, nos prometimos a nosotros mismos que lo haríamos todo bien. Tuvimos una educación bastante normal, pero nos faltaba la sensibilidad emocional que queríamos que tuvieran nuestros hijos. Habíamos asimilado todo lo que podíamos del Dr. James Dobson de Enfoque a la Familia; incluso asistimos a su última conferencia que dio en Colorado Springs en 1977. Pusimos nuestras expectativas muy altas, para ser los padres perfectos así como los pastores perfectos. ¡Todos sabemos que los pastores perfectos deben tener hijos perfectos! ¡Vaya, qué presión! 

En mi libro, There Had Better Be a Corner, (Más vale que haya un salida), describo el proceso por el que pasé para lidiar con la depresión y la ansiedad, especialmente en las etapas de la crianza de mis hijos. Finalmente, la presión se llevó lo mejor de mí y se volvió extenuante. Fue un gran paso para mí hacer esa primera cita para acudir a terapia. Sin embargo, comenzó en mí un proceso de deshacer las mentiras que había creído sobre mí misma desde la infancia y mis expectativas autoimpuestas.

Cuando nuestros hijos eran pequeños, era muy importante para mí que la hora de acostarse fuera un momento especial para ellos. Durante nuestro ritual nocturno los bañaba, luego les leía y después oraba con ellos. Como ama de casa, al final del día el proceso de cuidar a los niños me agotaba. Le pedí a Jim que me ayudara con ello, pero nunca estuve satisfecha con la forma en que lo hacía. Se limitaba a acostarlos y a orar.  

Un día el Espíritu Santo me amonestó y me dijo: «Él es su padre, y puede hacer un trabajo tan bueno como el tuyo, ¡así que deja que sea su padre!»  

En la crianza de los hijos, las madres suelen ser las más cariñosas, y a medida que los niños crecen, los padres deben preparar a los niños para los golpes duros de la vida, un trabajo, el rechazo, y convertirse en un protector para los que les rodean. En este caso concreto, tenía que ceder y permitirle a Jim ser el padre.   

También hubo otras áreas de conflicto en nuestro matrimonio y en la crianza de los hijos en las que Jim y yo tuvimos que aprender a hacer concesiones. Nuestros antecedentes en cuestiones financieras eran muy diferentes en lo que respecta al empleo del crédito. Uno nunca había utilizado el crédito; para el otro era un hábito común. Ninguno de los dos procesos es cien por ciento perfecto, pero teníamos que compaginar lo que nos funcionaba. Fue muy difícil porque cada uno quería tener la «razón». Solemos pensar que la forma de hacer las cosas de nuestros padres es la «correcta», y cada uno de nosotros tuvo que escuchar para entender y luego adaptarse a lo que funcionaría para nuestro matrimonio.   

El dinero o la pobreza pueden convertirse en el «poder» de una familia, y esas ataduras debían romperse.

El asesoramiento matrimonial puso de manifiesto cómo nuestros diferentes trasfondos afectaban a nuestro matrimonio. El dinero o la pobreza pueden convertirse en el «poder» de una familia, y esas ataduras debían romperse. Dado que una persona puede ser más dominante verbalmente, el asesoramiento matrimonial nos dio a ambos la oportunidad de expresarnos. A veces nos reuníamos juntos en las sesiones de consejería, y otras veces con el consejero en forma individual. En aquel momento esto me pareció el mayor lujo. Tenía a alguien que me escuchaba durante una hora entera. En nuestro matrimonio, yo era la menos verbal y necesitaba aprender a expresar mis necesidades y deseos a Jim. Esperar que me leyera la mente no funcionaba, y no era justo para él.  

Uno de los libros más prácticos sobre el matrimonio que he leído es Men Are from Mars, Women Are from Venus (Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus), del Doctor John Gray, En un vídeo de YouTube, Mark Gungor, pastor, comediante y consejero, da una descripción divertidísima del cerebro del hombre y del cerebro de la mujer, llamada A Tale of Two Brains (Historia de dos cerebros). ¡No tiene precio! Ojalá hubiera conocido este concepto treinta años antes. Nos habríams ahorrado tantos disgustos. La esencia es que el cerebro del hombre tiene cajas, y sólo saca una caja (tema) a la vez y luego la vuelve a guardar. El cerebro de la mujer es como los espaguetis. Todo está conectado con todo y por eso nos cuesta desconectar el cerebro. ¡El vídeo es divertidísimo y tan cierto! Este concepto explica por qué las mujeres suelen ser mejores en la multitarea y los hombres son capaces de apartar las distracciones y concentrarse en una sola cosa.   

El verano pasado, Jim y yo celebramos nuestro quincuagésimo aniversario de boda. Parece que ahora somos personas totalmente diferentes porque cada uno ha crecido. Estoy convencida de que no habríamos logrado esta hazaña sin la ayuda de un asesoramiento cristiano basado en la fe. Siempre supimos que nos queríamos, pero no siempre nos gustabamos. Hemos cambiado en muchos aspectos. Yo solía ser la introvertida y práctica y él era el extrovertido soñador. Él era el que hablaba y yo la que escuchaba. Yo era pasiva-agresiva y malhumorada; él hablaba directamente. Él era el que tomaba riesgos; yo jugaba a lo seguro. Ahora soy más arriesgada y extrovertida, mientras que él quiere quedarse en casa y escribir libros. Jim me animó a obtener mi maestría en 2010, y luego invertí en hacerme coach de liderazgo a través del programa de John Maxwell. Los principios del coaching me ayudaron a crecer al siguiente nivel tanto personal como profesional.   

Durante los primeros años de nuestro matrimonio, cuando menos podíamos permitírnoslo, invertimos en asesoramiento para poder conocernos y comprendernos realmente. Esa inversión nos ha reportado grandes tesoros. Aprendimos de la asesoría de otros que si no tienen «piel en el juego» (si la asesoría no les cuesta nada), no se valoran lo suficiente y no seguirán adelante. No hay soluciones rápidas. El matrimonio y la crianza de los hijos son difíciles. He visto variantes de este pensamiento, y es muy cierto:   

El matrimonio es difícil. El divorcio es difícil. Escoge tu dificultad. 

La obesidad es difícil. Estar en forma es difícil. Escoge tu dificultad. 

Estar endeudado es difícil. Ser responsable económicamente es difícil. Escoge tu dificultad. 

La comunicación es difícil. No comunicarse es difícil. Escoge tu dificultad. 

La vida nunca será fácil. Siempre será difícil.  

Pero podemos elegir nuestro «difícil». Escoge sabiamente.

 

Sobre el Autora


Kris Beaird es esposa, madre, abuela, ministro y autora. Ella y su marido, Jim, están jubilados y viven en la zona de Tampa Bay. En su libro, There Had Better Be a Corner (Más vale que haya un salida), describe cómo cada persona tiene un viaje y es desafiada a tomar decisiones que darán forma a su desarrollo personal presente y futuro.  

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