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Cinco lecciones que aprendí al tratar de alcanzar un vecindario

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9 months agoon

Hace años, tomé el examen «Conozca sus Fortalezas» (Strengths Finder), diseñado para ayudar a una persona a identificar sus dones predominantes. La palabra «Exitosa» encabezaba la lista de mis resultados, lo que me hizo sentir incómoda. Debatía con mi malestar, sin saber por qué me sentía así, hasta que Dios fue abriendo mi entendimiento. Desde mi juventud, había forjado mi vida hasta saturarla, acumulando un largo currículum de logros, ninguno de los cuales me producía satisfacción. En cambio, Dios despertó en mi un hambre caracterizada por lo sobrenatural. Una definición de sobrenatural es: «por encima, más allá y mucho más alto y grande que lo natural». Yo anhelaba ver cosas que superaran lo que yo podía realizar con mis propias fuerzas y ser testigo del poder de Dios en mi vida cotidiana.
En cambio, Dios despertó en mi un hambre caracterizada por lo sobrenatural.
Desde entonces, Dios me ha enseñado a renunciar a la productividad y al afán de superación, en cambio me llevó a descubrir Su voluntad y sabiduría al caminar en amistad con Él. Incluso más que antes, mi corazón anhela experimentar instantes de ministerio que inspiren admiración por la magnificencia de Dios. Durante el verano, nuestra iglesia tuvo el honor de experimentar algunos de estos instantes en nuestro programa de alcance comunitario en Asbury Park. Mientras relato nuestra historia, compartiré también las cinco lecciones que aprendimos al alcanzar a nuestro vecindario.

1. Podemos asociarnos con Dios para ver cumplidos Sus deseos.
Nuestro equipo se había reunido en forma habitual para la reunión semanal de oración cuando Dios nos habló: «Quiero este barrio. ¿Engrandecerán Mi Nombre en Asbury Park?». Sentimos el peso de la responsabilidad de esta invitación. Durante un año, organizamos cenas semanales en el sótano de nuestra casa ministerial. Docenas de personas habían encontrado una comunidad y un sentido de pertenencia en ese lugar. Algunos ya habían conocido a Jesús, pero Dios quería que echáramos más lejos la red. Nadie en el equipo había imaginado trasladar nuestras cenas de los jueves por la noche al parque durante el verano. Pero Dios había escuchado nuestro clamor: «Dios, haz lo que te dicte tu corazón. Rogamos que se haga tu voluntad en esta región y que Jesús sea glorificado». Y aquel día, Él nos dio a conocer otra parte de su plan para nuestra región.
2. No tenemos que esforzarnos.
Como es natural, consideramos la invitación que Dios nos hizo e imaginamos posibilidades de cómo reunir a la comunidad en el parque de nuestro vecindario. Tuvimos en cuenta eventos anteriores que tuvieron éxito, en los que se utilizaron rifas y premios de incentivo o entretenimientos como castillos inflables. Recurrimos de nuevo a la oración y Dios nos reveló más de su plan. Él lo quería sencillo. Mientras orábamos, Dios nos dio visiones de las diferentes estaciones en el parque: Manualidades temáticas para relatar la historia de la creación, comida para llenar los estómagos, un área con niños despreocupados y jugando, alabanza enérgica y un lugar para bautismos. ¡Dijo que nos preparáramos para que la gente se salvara y bautizara!
Dios quiera que todos vivamos diariamente a la expectativa de las cosas que están más allá de lo que podríamos hacer con nuestra propia capacidad, asociándonos con Dios y viendo cómo Su fama se extiende por toda la tierra.
3. Dios tiene un almacén de provisiones.
Aunque el plan de Dios era relativamente simple, no contábamos con las finanzas ni con los voluntarios para cumplir con la visión de llevar cenas al parque cada dos semanas durante el verano. Dios nos aseguró que Él sería fiel para proveer todo lo que necesitáramos para servir así a la comunidad. Decidimos abrazar Su plan creyendo que Él abriría el camino.
4. Dios ama la colaboración.
Dios nos inspiró de forma maravillosa para llegar a muchos individuos y grupos, invitándoles a unirse con nosotros para alcanzar el Barrio Five Points en Toledo. Más de una docena de iglesias estuvieron presentes, ocupando puestos de voluntarios y donando alimentos y suministros. El Gran Cuerpo de Cristo se unió verdaderamente, en torno a Jesús y Su misión.
5. Amor + Poder + Evangelio = Jesús recibe Su recompensa
En el año 2023, cuando iniciamos nuestras cenas en la sede del ministerio, Dios nos dio un versículo como fundamento:

«Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios» (Efesios 5:2, NTV).
Dios deseaba que este aroma se elevara al Cielo, el olor de un pueblo caminando en amor sacrificial. Y como resultado, Su pueblo llevó ese amor al parque. Compartimos las Buenas Nuevas de Jesús, que dio su vida para que todos pudieran obtener la salvación, ser sanos y libres. Muchos aceptaron la invitación de aceptar el regalo de Jesús, entregándole sus vidas. Las personas recibieron la sanidad en sus cuerpos y la liberación de las ataduras. Muchos experimentaron personalmente el poder del Espíritu Santo. Veinticuatro personas decidieron seguir a Jesús a través del bautismo en agua.
La lluvia de Dios cayó ese verano sobre Asbury Park. Era Su plan, Su provisión, Su gloria. Fue la recompensa de Jesús. Dios quiera que todos vivamos diariamente a la expectativa de las cosas que están más allá de lo que podríamos hacer con nuestra propia capacidad, asociándonos con Dios y viendo cómo Su fama se extiende por toda la tierra.
Sobre la autora

Sarah Williams
Sarah Williams y su esposo, George, han servido juntos en el ministerio desde que se casaron en 2006. Su trayectoria comenzó como misioneros urbanos, lo que los llevó a fundar y pastorear conjuntamente la Iglesia CityLight Church. En 2016, Sarah fundó el «Centro de Transformación» (Transformation Center), donde ella y su equipo han ayudado a cientos de personas a encontrar la plenitud y la libertad en Cristo. Su pasión es que Jesús reciba Su recompensa a través de la salvación, la sanidad y la liberación de las personas. El equipo del Centro de Transformación les da la bienvenida a los ministros que deseen reservar una estadía para recibir ministración personal o para visitarlos y unirse a ellos para alcanzar a la comunidad.
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Lo que no pudieron ver en el escáner: Una historia real de una sanación imposible

Published
3 weeks agoon
June 30, 2025
Por Valerie Warren, según lo narrado a Hannah Bemis
Me dijeron que iba a morir.
No de una forma ambigua, al estilo de que «algún día todos morirán». Un médico me miró a los ojos y me dijo: «No me has oído. Te vas a morir». Se suponía que me quedaban once meses de vida. Eso fue en 2022. Hoy, sigo aquí y estoy más convencida que nunca de que los milagros son reales.
Todo comenzó en julio de ese año. Estaba trabajando en nuestra finca cuando me di cuenta de que me sentía muy cansada, más cansada que nunca. Le dije a mi marido: «Algo no está bien; creo que tengo que ir al médico cuando volvamos a la ciudad.».
En la consulta del médico me hicieron análisis de sangre y me dijeron que me llamarían si había algún resultado alarmante. Todo fue muy casual hasta que me llamaron mientras conducía de vuelta a casa para decirme que tenía que ir inmediatamente a un servicio de urgencias.

Valerie y su esposo Tony (centro), y sus hijos Heath, Lorissa, Hope y Victoria (de izquierda a derecha)
En pocas palabras, mi hígado estaba «obstruido» y nada podía moverse. Me hospitalizaron para colocarme una endoprótesis en el conducto biliar y abrirlo. Durante la intervención, el médico observó una mancha en el páncreas. El 22 de julio me dijeron que tenía cáncer de páncreas. La «mancha» resultó ser un tumor en la cabeza del páncreas, lo bastante grande como para comprimir toda la zona e impedir que fluyera nada.
—No me has oído. Te vas a morir.
Por malo que suene, me dijeron que solo estaba en la fase uno y que, con quimioterapia y la operación de Whipple, era muy probable que sobreviviera. Durante mi estancia en el hospital desarrollé una pancreatitis, por lo que, antes de darme el alta para irme a casa, me hicieron otros escáneres para confirmar que la infección había desaparecido. En uno de esos escáneres detectaron una mancha en el hígado. A la semana siguiente, la mancha había crecido y aparecieron otras nuevas. El 7 de septiembre, mi diagnóstico original de cáncer de páncreas en fase uno cambió bruscamente a cáncer de páncreas en fase cuatro.
Estaba con mi esposo y con mi mejor amiga cuando el médico nos dio la terrible noticia. «Tienes un cáncer de páncreas en fase cuatro y no tiene cura. Lo único que podemos hacer es administrarte quimioterapia paliativa». Ahora mismo te damos de uno mes a tres años de vida, pero la expectativa de supervivencia media es de once meses».
Por supuesto, mi esposo y mi mejor amiga estaban llorando, pero yo estaba allí sentada con los ojos secos, simplemente procesando. La doctora debió interpretarlo como un estado de shock, porque me lo repitió en términos aún más crudos: «No me has oído. Te vas a morir».

Algo cambió en mí en ese momento. Solo puedo decir que supe que podía confiar en Dios. Dirigiéndome al médico, le dije: «Le he oído, pero usted no puede darme mi fecha final. La única persona que puede decirme cuándo voy a morir es mi Señor».
Continué con mis tratamientos paliativos hasta finales de 2023. Durante ese año, la ayuda de mi comunidad de fe fue increíble. Grupos de mujeres de la iglesia local, la Biblia Abierta, la iglesia de las Cascadas, me traían cestas de regalo, venían a visitarme para simplemente sentarse conmigo o ver una película, o venían a orar.
Sus esfuerzos me conmovieron de verdad. Lo notable es que mi familia ni siquiera asistía a la Iglesia de las Cascadas; habíamos ido una temporada antes, pero la habíamos dejado por un tiempo. A pesar de ello, la gente de allí fue un apoyo constante. No pasó mucho tiempo antes de que mi marido y yo tomáramos la decisión de volver, sabiendo que esta era realmente nuestra iglesia.
«¿Por qué no pides un milagro?»
De hecho, el punto de inflexión en mi historia con el cáncer fue un retiro de mujeres de la Iglesia de las Cascadas. Un miércoles por la noche de octubre de 2023, estaba orando para prepararme para el retiro. Oraba lo de siempre: «Señor, confío en ti, haz conmigo lo que quieras, pero úsame». Solo que, esta vez el Señor me interrumpió:
No tenía una respuesta. Había estado repitiendo una y otra vez que confiaba en Él y me apresuraba a pedir un milagro para los demás, pero no había formulado esa petición para mí. Esa noche, en la cama, puse las manos sobre mi vientre y dije simplemente: «Señor, te pido ese milagro ahora mismo. ¿Querrás extirparme el cáncer? ¿Puedo simplemente vivir?».
Al día siguiente tenía programada una tomografía computarizada antes de ir al retiro de damas, pero la cita no salió como estaba previsto. Los técnicos no pudieron acceder a mis venas, así que me dijeron que tendríamos que cambiar la cita. Mientras subía a la camioneta con mi marido, le dije: «Cariño, no se trata de una tomografía cancelada. Realmente siento que el Señor me va a sanar este fin de semana en el retiro y por eso se ha cancelado la cita». Él me mostrará pruebas de su sanación durante la tomografía reprogramada después de mi regreso».

El retiro fue increíble. La última noche estuvo saturada de oración; todos oraban por todos. Mi amiga Sheryl me abrazaba y oraba por mí, y por primera vez desde mi diagnóstico inicial, lloré y lloré, y finalmente dije en voz alta: «¡No quiero morir!».
La última mañana del retiro, algunas amigas y yo decidimos tomarnos una última foto en la playa. Mientras estábamos junto al agua, se acercó un grupo de tres mujeres de otra iglesia que también asistía al retiro. No las conocía, pero querían decirme que, durante el tiempo de oración de la tarde anterior, habían visto una luz que me rodeaba.
«Estabas literalmente resplandeciente», me dijeron. Mis amigas respondieron contándoles mi historia y, tras ello, todas ellas volvieron a orar por mí. Me quedé asombrada de cómo aquellas mujeres habían descrito mi resplandor. Mirando hacia atrás, a menudo me pregunto: «¿Fue ese el momento, Dios? ¿Es ese el momento en que me sanaste?».
El miércoles siguiente a mi regreso me hicieron la tomografía reprogramada. Primero me enviaron los resultados por correo electrónico a través de MyChart (un historial médico en línea). Cuando los leí, me pareció que no había cáncer. Bajé corriendo donde estaba mi hija y le dije: «Victoria, lee esto, ¿qué crees que significa?».
Ella lo leyó y dijo: «¡Parece que no hay nada!».

«De acuerdo», le dije, «no te emociones demasiado porque no soy médico y podría estar pasando algo por alto». Llamé a mi esposo y le dije: «¡Creo que se ha ido!». Iba conduciendo y tuvo que parar porque no podía parar de llorar. Los dos llorábamos, pero yo insistía: «No nos emocionemos demasiado. Mañana tenemos que ir al médico».
Al día siguiente, nuestra cita con el médico resultó ser, extrañamente, muy rutinaria. «Sí, tus cifras están muy bien. Seguiremos con lo que estamos haciendo», dijo.
Yo le contesté: «Espere un momento, ¿podría echarle un vistazo a mi último escáner? Porque, si no me equivoco, parece que ya no ven nada». Sacó mi historial y, después de mirarlo, dijo: «Dios mío. Tienes razón… dicen que ahí no hay nada».
Tal vez se pregunten cómo el médico no se dio cuenta de esto sin que se lo señalara, pero ¿acaso no pasamos por alto con frecuencia lo que no buscamos? La verdad es que estaba convencido de que me iba a morir. Ahora, cuando hablo con los médicos, me dicen que no esperaban que sobreviviera más de seis meses. Echaban un vistazo a mis escáneres y veían lo que esperaban ver: «Sí, todavía lo tiene». No veían el escáner que decía que el cáncer había desaparecido porque el cáncer de páncreas en fase cuatro no desaparece. Excepto esta vez sí lo hizo.
…porque el cáncer de páncreas en fase cuatro no desaparece. Excepto esta vez sí lo hizo.
Tras comprobar que mi escáner no se había confundido con el de otra persona, mi equipo médico me envió a buscar una segunda opinión al MD Anderson Cancer Center de Texas. Tras escanearme con sus equipos de alta tecnología, los especialistas confirmaron que estaba limpia. El cáncer había desaparecido por completo. Eso fue en enero de 2024.
Desde entonces, me he sometido a exploraciones cada tres meses y sigo sin tener cáncer. Ojalá pudiera grabar las conversaciones que mantengo con los médicos. No pueden entenderlo. «Todo esto es nuevo para mí», me dicen, «no sé muy bien qué hacer a partir de ahora».
Nadie esperaba que sobreviviera y, sin embargo, aquí estoy. He sido capaz de compartir mi testimonio con cientos de personas a través de las redes sociales, de mi negocio y en un reciente evento de mujeres. Lo más valioso de todo esto es que pude guiar al Señor a una amiga y a mi suegra.
A quienes se enfrentan a una situación o diagnóstico imposible, solo quiero decirles que confíen en Aquel que los creó. No se centren en la situación, sino en el Señor. En Jesús tenemos esperanza, y Dios puede hacer lo imposible. Él utilizará su historia, pase lo que pase. Confíe en Aquel que le creó.
Sobre la autora

Valerie Warren ha vivido toda su vida en el centro de Oregón y actualmente reside en la hermosa ciudad de Bend, donde es miembro activo de la Iglesia de las Cascadas. Ella y su esposo, Tony, llevan casi treinta y un años casados y juntos tienen tres hijas, un yerno y un nieto al que adoran.
Valerie trabaja a media jornada con su marido y dirige su propio negocio, que considera una plataforma para establecer relaciones significativas con mujeres y dar testimonio de su fe en Jesús. Su mayor alegría es pasar tiempo de calidad con su familia y amigos.
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Cinco maneras bíblicas de hacer frente a lo sobrenatural

Published
3 weeks agoon
June 30, 2025By
Anthony Lee
Por Anthony Lee
Era una noche de llovizna en Oregón, en 1997, y yo me encontraba bajo techo en la zona de picnic del Eugene Bible College cuando, de pronto, me enfrenté cara a cara con algo maligno e inexplicable. Tardé años en procesar este encuentro; fue un instante detenido en el tiempo que por muchas razones habría preferido olvidar, una de ellas mi propia cordura. Tenía miedo de contarle mi experiencia a alguien por dos razones: por un lado, no quería parecer loco y, por otro, no quería admitir la realidad de lo que había visto. No estaba seguro de si esta criatura era espiritual o física, o ambas cosas. Lo que sí sé con certeza es que Dios estuvo en control todo el tiempo y, salvo por el miedo que sentí en ese momento, no me hizo ningún daño.
Lo sobrenatural se define como «una manifestación o acontecimiento atribuido a alguna fuerza que escapa a la comprensión científica o a las leyes de la naturaleza». Cuando nos encontramos con algo sobrenatural, puede ser desconcertante porque está más allá de lo que podemos controlar o razonar; esto puede provocar incomodidad y miedo. Sin embargo, al otro lado de la comprensión está el capricho y el misterio, que pueden resultar intrigantes y emocionantes.
¡Dios es sobrenatural y cada día nos enfrentamos a su inmensidad! Todo lo que existe en el mundo natural fue creado sobrenaturalmente, y nada estuvo ni está fuera de Su control. Hay cosas que ahora simplemente no podemos comprender. Pablo lo dice bien: «Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido.» (1 Co.13:12, NVI).
¡Dios es sobrenatural y cada día nos enfrentamos a su inmensidad!
Algún día conoceremos plenamente lo que ahora desconocemos. Por ahora, habrá momentos en los que experimentaremos lo sobrenatural y tendremos que luchar contra lo desconocido. Lo importante es que lo hagamos siguiendo los preceptos bíblicos y en colaboración con el Espíritu Santo. A continuación, algunas ideas para hacer frente a experiencias sobrenaturales inexplicables:
1. Dígaselo a alguien. No hay razón para que lleve usted solo esta carga. Al enemigo le gustaría aislarnos más que nada. Es en el aislamiento donde puede causarnos más daño. Si unimos fuerzas con otras personas, encontraremos consuelo en los brazos de amigos y seres queridos. Le sugiero que empiece por las personas en las que más confía y dé prioridad a los consejos piadosos.
2. Sea completamente sincero. A la hora de contar mi propia experiencia, me vi ocultando algunos detalles por miedo a lo que pudieran pensar los demás. A veces, también exageraba un poco la verdad para que la historia fuera más interesante. Estas tergiversaciones no solo son erróneas, sino que también desacreditan nuestro testimonio. «Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo.» (Ef. 4:25, NVI). Les debemos a nuestros hermanos y hermanas la bendición de un testimonio honesto. Es posible que, al compartir su verdad, libere a otra persona que haya tenido una experiencia similar. Un testimonio totalmente sincero es un gran consuelo.
3. Tenga la valentía necesaria para reconocer la realidad. En una ocasión, me pidieron que orara después del servicio de la iglesia por una hermana de la congregación. Otro anciano y yo oramos por la fractura su pie. Al día siguiente, me enteré de que, cuando fue al hospital para someterse a la cirugía programada, las radiografías preliminares mostraron que el hueso había sanado. A pesar de la prueba de los rayos X y de mi conocimiento de la bondad de Dios, me volví escéptico. Puede ser más fácil elegir la negación o el escepticismo que la fe. No permita que el enemigo lo aparte del poder y la capacidad de Dios.
4. Profundice en la Palabra de Dios. Aunque nuestras vivencias no siempre se asemejan a ejemplos bíblicos precisos, ¡la Biblia está repleta de acontecimientos sobrenaturales! La resurrección de muertos después de la muerte de Jesús en la cruz, la liberación de demonios de un joven y la expulsión de estos en los cerdos… son cosas de locos. Es reconfortante entender que el mundo, a lo largo de la historia y en las Sagradas Escrituras, es sobrenatural. Es necesario que las historias de antaño nos brinden una comprensión más profunda de una cosmovisión bíblica.
5. Dele tiempo. A menudo, lo que no entendemos ahora mismo se aclarará en su debido momento. Soy consciente de que, cuando estoy impaciente, tiendo a sacar muchas conclusiones de forma precipitada. Este tipo de precipitación puede hacer que tomemos decisiones que alterarán nuestro camino y no serán las que Dios planeó. Por mi experiencia, estuve a punto de abandonar el seminario bíblico. Me estremezco al pensar en lo diferente que habría sido mi vida hoy si hubiera permitido que el enemigo me robara una vida de ministerio por una experiencia que no podía explicar.
Si alguna vez tiene una experiencia sobrenatural, sepa que Dios ha permitido que suceda. Él quiere formar parte de su experiencia y que aprenda y crezca a través ella. Asómbrese ante la maravilla de Dios, su creación y habilidades sobrenaturales. Estoy convencido de que su testimonio puede ser la llave que libere a otra persona. Nuestro mundo está hambriento de la verdad y desesperado por ser libre.
Sombre el autor

Anthony Lee vive a la sombra majestuosa de las Cascadas, en Bend (para ser exactos en Oregón, Estados Unidos), donde hace malabarismos con el encantador caos de sus dos hijas adolescentes, Juliana y Sophia, y es bendecido por su hermosa esposa, Eliza. Anthony tiene un posgrado en liderazgo cristiano otorgado por la Wheaton Graduate School y ha realizado estudios adicionales en Oxford. En la actualidad, es el pastor principal de la Iglesia de las Cascadas y forma parte de la junta nacional de las Iglesias de la Biblia Abierta. Cuando no está absorto en profundas reflexiones sobre los enigmas de la teología, los misterios de Dios y la condición humana, se le puede encontrar interpretando melodías con una trompeta, rasgueando las cuerdas de una guitarra o, en ocasiones, los domingos, sometiendo a la congregación a voces fuertemente auto afinadas. Sus escritos, que se nutren por abundantes cantidades de café y alguna que otra gomita de «Ositos de oro Haribo», exploran estos profundos temas con el mismo fervor que pone en las pistas en un día de nieve o en una tranquila tarde de pesca con mosca.

Por Mardell LeLaCheur
Nos dirigimos por la ruta rural y estacionamos el vehículo bajo el árbol de tamarindo. Posteriormente, ascendimos por la colina hasta llegar a la «iglesia», ubicada debajo de la casa. Era la primavera de 1969 en Trinidad.
Al mirar hacia la colina, vi a un pequeño grupo que bajaba hacia la iglesia. En ese grupo había una mujer mayor muy lisiada a la que ayudaban a caminar hacia la iglesia donde se celebraba el servicio.

Nos encontrábamos en un tiempo sabático de nuestra iglesia en Edmonds, Washington. Habíamos sido pastores allí durante diez años cuando la Junta Nacional de Misiones nos preguntó si estaríamos interesados en servir en Trinidad durante ese tiempo de descanso. Necesitaban a alguien que ocupara el puesto de presidente interino del Instituto de la Biblia Abierta. Yo daba clases en el instituto y trabajaba con los misioneros, mientras Dan, mi esposo, se desempeñaba como presidente interino. Dan, además de ser pastor, predicaba todos los domingos en casi todas las iglesias de la isla.
Ese domingo en particular, Dan predicó en la pequeña iglesia situada en la parte baja de la casa y después pidió que se acercaran las personas que necesitaban oración. La mujer lisiada que yo había visto antes se acercó con dificultad, casi sin poder hablar, para decirle lo que quería. Necesitaba un milagro. Dan sintió una compasión abrumadora y le impuso las manos con mucho amor y ternura. Oró para que fuera liberada del dolor y la enfermedad y para que Jesús la sanara.

Al acercarnos al final de nuestro periodo sabático, intentamos visitar tantas iglesias como pudimos para despedirnos y volvimos a aquella pequeña iglesia, dispuestos a predicar una vez más antes de marcharnos.
Manejamos por el camino rural y nos estacionamos bajo el gran árbol de tamarindo. Luego, subimos la pequeña colina hasta llegar a la iglesia, debajo de la casa. Miramos hacia la colina y, una vez más, vimos un pequeño grupo de gente que bajaba hacia la iglesia.
Manejamos por el camino rural y nos estacionamos bajo el gran árbol de tamarindo. Luego, subimos la pequeña colina hasta llegar a la iglesia, debajo de la casa. Miramos hacia la colina y, una vez más, vimos un pequeño grupo de gente que bajaba hacia la iglesia.
… después de que oraste por mí,
seguí creyendo y con el tiempo la maldición me dejó.
Mientras saludábamos a los que iban llegando, salió de ese grupo una joven vibrante que aplaudía y daba saltos de alegría. Se acercó a nosotros y nos dijo: «No se acuerdan de mí, ¿verdad?». Bueno, no, no nos acordábamos. Emocionada, nos explicó: «Ustedes oraron por mí hace varias semanas. Mi esposo me había echado una maldición y odiaba que fuera a la iglesia. Ese domingo yo estaba muy adolorida y paralizada por la maldición, pero después de que ustedes oraron por mí, seguí creyendo y, con el tiempo, la maldición desapareció. Fui liberada de ese espíritu maligno y ahora estoy sana otra vez».

Todavía recuerdo la expresión del hermoso rostro de aquella mujer mientras daba testimonio de la milagrosa liberación y sanación que el Señor había obrado en ella. Fuimos tan bendecidos de ser testigos de este milagro y de otros que ocurrieron mientras estábamos allí.
En muchas ocasiones hemos sido testigos del poder milagroso de Dios: sanaciones físicas, mentales y emocionales, y familias reconciliadas de maneras que solo el Señor podría lograr. Hemos descubierto que Dios no sigue un patrón a la hora de obrar milagros.
Después de sesenta años de ministerio y ahora que Dios me ha regalado muchos años más, el mayor milagro de Dios en mi vida es ver y escuchar historias en la Biblia Abierta acerca de niños que sirven al Señor hasta la cuarta generación, después de haber visto a sus bisabuelos entregar sus vidas al Señor cuando eran adolescentes.
«Él es el motivo de su alabanza; él es su Dios, el que hizo en su favor las grandes y asombrosas maravillas que ustedes mismos presenciaron».
(Deut. 10:21 NIV).
Sobre la autora

Mardell LeLaCheur ha dedicado su vida al ministerio y al liderazgo dentro de las Iglesias de la Biblia Abierta. Nació en Everett, Washington, y conoció a su esposo, C. Daniel LeLaCheur, en Oregón en el Eugene Bible College (ctualmente New Hope College). Juntos pastorearon iglesias en Dakota del Sur, Washington y Iowa, donde Mardell también ejerció como instructora adjunta en el Open Bible College y copresentó el programa de radio y televisión «Family Survival». Sirvió durante diecisiete años como directora del Ministerio de Mujeres para la Región del Pacífico, así como para la Oficina Nacional. Mardell aprecia profundamente a su familia y honra los legados de su difunto esposo, su hija superviviente Danell Bemis y su hijo Mark. Se siente bendecida por su hija sobreviviente Lynne Smith, y por sus cuatro nietos, todos en el ministerio, y sus diez bisnietos.