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Aliento de Dios, ven 

Por Josh Ellis


Nunca imaginé que estaría orando por la vida de mi hija casi muerta, pero el 11 de diciembre de 2017, me encontré clamando por el aliento de Dios sobre ella mientras el médico y las enfermeras me decían que me preparara para lo peor. 

La familia Stelly (en el sentido de las agujas del reloj, comenzando con Josh): Avery, Alena, Austin-Judah, Ashlyn, Alexander y Sarah

El 2017 fue un año monumental para nuestra familia. Acabábamos de mudarnos a nuestra nueva casa y recibimos la inesperada noticia de que el hijo número cinco llegaría en diciembre. Cualquier pareja que haya sido sorprendida con el descubrimiento de una nueva adición a la familia comprende las diferentes emociones que mi esposa, Sarah, y yo experimentamos en los días siguientes. La conmoción inicial, que nos llevó por una montaña rusa de altibajos y giros, nos condujo finalmente a la paz, que culminó en euforia y gozo.  

Nunca estuvo en el plan de Sarah y mi familia tener cinco hijos, pero sentimos que este pequeño sería alguien especial. Entendimos que Dios, el Autor de la vida, el Dador de buenos dones, tenía un plan. Ya teníamos dos niñas y dos niños. Este pequeño sería el desempate, por lo que toda la familia estaba ansiosa por descubrir su género. Estaba deseando una niña, ya que aprecio el vínculo especial que tengo con mis dos hijas. Disfruté la etapa en que papá era el superhéroe y salvador. Me fascinaron los bailes de papá e hija y me entristeció cuando mi último baile de papá e hija terminó. 

Por esta razón, mi corazón saltó cuando el técnico de ultrasonido dijo: «¡Es una niña!» Otra princesa. Más juegos de «caballeros con armadura brillante». Más fiestas de té. Otra boda para pagar algún día (aunque todavía estoy en negación sobre esa). 

Llegó el día en que el médico dijo: «¡Es hora!». 

Todos esperábamos con ansias conocer a esta pequeña. Ya la habíamos llamado Ashlyn, que significa «soñadora o visionaria». Siempre nombramos a nuestros hijos con un propósito. Sus nombres son declaraciones proféticas de lo que sentimos que puede ser el llamado de Dios en sus vidas. Creíamos que Ashlyn traería esperanza a su generación con la revelación profética. Jae, su segundo nombre, significa «pájaro cantor». La música es parte de nuestra familia y sentimos que su canción traería libertad. 

Sin embargo, la noche del sábado se convirtió en la noche del domingo. El domingo por la noche pronto se convirtió en el lunes por la mañana. Después de treinta y seis horas de parto, el sonido de los monitores se apagaron, lo que indicaba que Ashlyn estaba en problemas. Sus signos vitales estaban descendiendo a niveles peligrosos. En cuestión de segundos, la habitación se llenó de enfermeras y médicos. Antes de que pudiéramos entender lo que estaba sucediendo, llevaron a Sarah al pasillo y las enfermeras me vistieron con una bata y una gorra para la cabeza. 

No te preocupes por mí; tú salva a Ashlyn

Sarah ya estaba preparada cuando entré al quirófano. Me senté a su lado para que pudiera verme la cara. Nos miramos a los ojos y nos aseguramos que todo estaría bien. El momento de paz se interrumpió abruptamente con la voz de pánico de nuestro médico. 

Escuchamos: «Ella está atascada. No puedo sacarla».  

Estaba decidido a mantener la paz y la calma. Sarah comenzó a mostrar sintomas de angustia física, me miró y dijo: «No te preocupes por mí; tú salva a Ashlyn». El anestesiólogo tomó la decisión de ponerla bajo anestesia. 

Los siguientes ocho minutos fueron los más largos de mi vida. Más médicos ingresaron a la habitación para ayudar a nuestra obstetra /ginecóloga. Se ordenó más sangre para Sarah. Las enfermeras se estaban reubicando alrededor de la mesa de operaciones. 

Esperé con atención por ese sonido alentador de un llanto. Pero, no llegó. Unos momentos después, un grupo de enfermeras se fue con Ashlyn a una habitación lateral. 

El médico de Ashlyn pronto entró en la sala de operaciones y dijo: «Quiero que esté preparado. La bebé no está bien». Dijo que podía ir a verla y que debería llevar mi cámara para sacarle fotos a Sarah. 

Sabía lo que eso significaba. 

Nunca sabes cómo vas a responder en un momento como este hasta que sucede. Tenía una paz extraña. Tenía que ser similar a la paz que sintió Abraham cuando levantó el cuchillo para sacrificar a Isaac. La muerte de su hijo no lo detendría porque sabía que Dios cumpliría Sus propósitos, incluso si eso significaba que tenía que resucitar a Isaac de entre los muertos. No sabía que Ashlyn viviría, pero sabía que incluso si no lo hacía, Dios era bueno y Sus propósitos se cumplirían. Tenía fe, pero también confiaba en la soberanía de Dios. Sabía que iba a orar por un milagro, pero también estaba completamente preparado para orar como lo hizo Job: «El SEÑOR dio y el SEÑOR quitó. Sea el nombre del SEÑOR bendito». 

Le di un beso en la frente a mi esposa aun inconsciente, me puse de pie y entré en esa habitación lateral sin mi teléfono. Lo que vi fue la niña más hermosa a pesar de estar magullada, flácida y conectada a un ventilador. El médico explicó que había estado separada de la placenta y sin oxígeno durante ocho minutos o más. 

Mientras el médico describía la realidad de la situación, preparándome para lo peor, acaricié la cabeza de Ashlyn e hice una oración sencilla: «Aliento de Dios, ven. Trae vida». 

Me incliné, besé la frente de Ashlyn y volví con Sarah. El médico debió pensar que estaba en estado de negación o en shock, tal vez porque no tomé fotos. Quizá porque estaba orando. Tal vez porque pasé solo un minuto o dos con Ashlyn. Cuando empezaron a llevar a Ashlyn a la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP), su médico la colocó junto a la mesa de operaciones donde Sarah todavía estaba acostada. Ella pidió mi teléfono y se encargó de asegurarse de que tuviéramos fotos de Ashlyn con Sarah. 

Más tarde, cuando Sarah se estaba recuperando, nuestro médico nos dijo que Ashlyn se había quedado atascada en el canal de parto y que Sarah había perdido mucha sangre. El médico, con lágrimas en los ojos, me explicó que hubo un momento en el que tuvo que decidir si salvar a la bebé o salvar a Sarah. 

Tan pronto como fue posible, Sarah y yo fuimos a visitar a Ashlyn en la UCIP. No podía respirar por sí misma. Los sensores en su cuero cabelludo monitoreaban su actividad cerebral. El neurólogo nos mostró una serie de resultados y dijo sin rodeos: «Este es el EEG (una prueba que detecta anomalías en las ondas cerebrales) de alguien que ha sufrido una lesión cerebral traumática grave». 

La falta de oxígeno y el parto traumático habían hecho su daño. Nos informó que si ella comenzaba a respirar por sí sola, deberíamos esperar una parálisis cerebral o algo peor. 

Nuestros motivos de oración habían sido definidos: necesitaba respirar por sí misma y el cerebro necesitaba ser sanado. Nuestra familia, la iglesia y muchos otros comenzaron a orar al Señor por  nuestra bebé. 

De forma sorprendente, esa tarde Ashlyn comenzó a mostrar signos de respiración autónoma. Nos dijeron que las máquinas la estaban ayudando en un sesenta por ciento. A la noche siguiente, ella ya estaba respirando al cien por ciento por sí misma, ¡y le quitaron el ventilador! 

El neurólogo nos trajo nuevos resultados del EEG (Electroencefalograma). Nos mostró lo que llamó «señales». Estas señales, dijo, eran indicios de que había sufrido un trauma cerebral. Así que volvimos a la oración. La siguiente serie de EEG mejoró gradualmente. Fuimos testigos de las respuestas a nuestras oraciones. La sensación de asombro, alivio y alegría fue palpable entre el personal médico y nuestra familia. Para algunos fue una maravilla médica, para nosotros un milagro divino. 

Ashlyn

Mientras celebrábamos la bondad de Dios, descubrimos otro significado del segundo nombre de Ashlyn. La raíz griega de Jae significa «sanador». Cuando lo descubrimos nos volvimos locos. 

Este año, Ashlyn cumplirá cuatro años. Ella es una niña perfectamente sana, brillante y entusiasta. No hay señales de daño permanente, no hay parálisis cerebral. Nuestro equipo médico todavía cuenta su historia. Aún hoy, nos encontramos con personas que nos dicen: «¡Ustedes son esa familia y esta es la niña por la que oramos». Nos fascina cada vez que podemos compartir la historia de Dios y cómo Él es nuestro sanador.

Sobre el Autora


Joshua Ellis es el pastor de la Iglesia New Life en Petersburg, Michigan. Le apasiona comunicar el evangelio en palabras y acciones palpables para transformar vidas y culturas. Él trabaja con el fin de ver matrimonios saludables, familias fuertes e individuos apasionados que amen a Jesús y amen a la gente. 

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