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¡No morí!
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3 years agoon
Por David Ridgway
Era un viernes, a un poco más de una semana antes de la Navidad, cuando me di cuenta de que no me sentía bien. Mi esposa, Rose, y yo teníamos previsto organizar una fiesta de Navidad para su familia esa noche. Como no quería exponer a nadie al COVID, me sugirió que me hiciera la prueba en un lugar cercano que ofrecía pruebas gratuitas. Después de unos cuarenta minutos, los resultados dieron negativos, así que supuse que sólo tenía un resfriado o una gripe. Esa noche me quedé en nuestro cuarto para no exponer a nadie a lo que fuera que tuviera. (Resultó ser COVID, y seis personas se contagiaron. Gracias a Dios, ninguna se enfermó de gravedad y todas se recuperaron).
El sábado estuve todo el día tosiendo, en cama. El domingo me quedé en casa sin ir a la iglesia, yo nunca falto. Tengo mi propio negocio de control de plagas y el lunes tenía que hacer un trabajo importante que no podía esperar. Intenté salir de la casa, pero no podía caminar tres o cuatro pies sin respirar con dificultad. Tuve que volver a casa, totalmente agotado. Rose me llevó inmediatamente al hospital, el MercyOne West de la zona oeste de Des Moines, un suburbio de Des Moines, Iowa. Allí di positivo en la prueba de COVID. Me dijeron que estaba deshidratado y que mi presión arterial se había desplomado. Me pusieron una vía intravenosa y consiguieron que mi presión arterial volviera a un nivel aceptable y el martes por la mañana me enviaron a casa, diciéndome que descansara.
Seguí empeorando. El miércoles tenía dificultades para respirar, así que Rose me llevó de nuevo al hospital y me ingresaron. Pensé: «Estoy en el hospital. Me cuidarán y me pondré mejor».
En lugar de eso, fui decayendo rápidamente. Aunque me aumentaban el nivel de oxígeno, tenía problemas para respirar. Había llegado a los 75 litros, pero mi flujo sanguíneo absorbía cada vez menos. Estaba empezando a perder el conocimiento, sin darme cuenta de lo que ocurría a mi alrededor. Como Rose también había dado positivo en la prueba de COVID, no podía visitarme.
En Navidad estaba muy mal. Mi madre vino a verme. En ese momento estaba 99% seguro de que iba a morir. En mi mente podía ver un pasillo en la esquina, y sabía que era la puerta de la muerte. Me acercaba cada vez más a ese pasillo. Sabía que si llegaba a ese pasillo, habría muerto. Pasaría de esta vida a la siguiente.
Pensé: «No puedo controlar esto; no puedo detenerlo. Tengo 50 años y todavía tengo muchas cosas que hacer. Tengo muchas responsabilidades: mi casa, mi negocio, mi familia y el ministerio de la iglesia. Esto está sucediendo realmente»
Pensé: «No puedo controlar esto; no puedo detenerlo. Tengo 50 años y todavía tengo muchas cosas que hacer. Tengo muchas responsabilidades: mi casa, mi negocio, mi familia y el ministerio de la iglesia. Esto está sucediendo realmente»
En Navidad, el médico llamó a mi esposa y trató de prepararla. Le dijo: «Dave tiene el peor tipo de COVID. Además, neumonía y una infección respiratoria. Tiene un camino difícil por delante y probablemente no sobrevivirá». A media noche, decidieron trasladarme al hospital principal del centro.
Aunque la mañana siguiente era un domingo, nuestra iglesia, Iglesia Journey de la Biblia Abierta en Urbandale, no celebraba el servicio para dar al personal tiempo libre con sus familias por las vacaciones. Rose había mantenido a nuestro pastor, Darrick Young, al tanto de mi condición y él avisaría al equipo de oración y a otros líderes. Tras recibir la alarmante noticia de mi estado, el pastor Darrick llamó al hospital para ver si podía visitarme. Sin dudarlo le dijeron: «Sí, es más que probable que deba venir».
Recuerdo haber oído su voz y ser consciente de que estaba orando por mí, pero no recuerdo mucho de la visita. Más tarde me dijo que yo estaba algo receptivo y que estuve de acuerdo con él en la oración.
Cuando la gente de la iglesia se enteró de mi estado, varios dejaron lo que estaban haciendo y se reunieron en la iglesia para orar. El pastor Darrick llamó a Rose a casa, la puso en el altavoz y oró con ella. Cuando una enfermera, que trabaja en el Mercy, mencionó que mi hija Natalie estaba conmigo en ese momento, Darrick llamó al teléfono de Natalie. Me puso en el altavoz y pude oír a la gente orar por mí. No lo recuerdo, pero más tarde me dijeron que no paraba de decir: «Aleluya». En esa reunión también organizaron una cadena de oración de 24 horas. Todavía me sorprende que la gente dejara lo que estaba haciendo durante un día festivo y se reuniera para orar por mí.
Dios me bendijo con el Dr. Wilcox, de quien me han dicho que es el mejor médico para tratar el COVID. Pero las noticias que le dio a Rose el lunes por la mañana no fueron buenas. Dijo: «Dave está en una espiral descendente. Si no lo ponemos en un ventilador en quince minutos, tiene cero posibilidades de sobrevivir. Sus órganos se apagarán».
Rose le dijo: «Tenemos cinco hijos. ¿Puedo decirles que lo llamen antes de hacer eso?»
Él respondió: «Claro, que llamen enseguida. Haré que la enfermera lo ponga en el altavoz».
Recuerdo vagamente haber oído sus voces. Ahora me doy cuenta de que se estaban despidiendo de mi.
Después, me sedaron, me paralizaron y me conectaron al ventilador. A pesar de lo horrible que había sido mi experiencia hasta ese momento, fue entonces cuando comenzaron las verdaderas pesadillas. No le deseo esa experiencia a nadie. A pesar de que estás en un coma inducido por drogas, tu mente sigue activa. Me dieron los alucinógenos más potentes para alterar la mente. Fue horrible.
En cuanto oí al médico decir: «Comenzemos», aparecieron figuras geométricas a mi alrededor, moviéndose y cambiando de forma. Me dieron náuseas. Luego empezaron a aparecer criaturas de la nada: ratas y animales y cosas horribles, tantas cosas que no puedo describir. Afortunadamente, mi mente ha borrado gran parte de ello. Me recordó a la época de la Biblia en la que Jesús estuvo ayunando durante cuarenta días y entonces Satanás le llevó y le mostró todos los reinos del mundo.
Sentí como si el Señor me tomara y me mostrara las naciones del mundo y lo malvado, lleno de pecado y perdido que está el hombre. Vi todos y cada uno de los tipos de pecado que hay: la mentira, el robo, la violación, el asesinato, el incesto y el genocidio. Vi toda la maldad y estaba en todos los países de todas las naciones del mundo, incluso hasta el reino animal. (El mal había invadido hasta la misma tierra. Vi que las montañas se hundían en el océano porque estaban corrompidas. Recordé que cuando Adán y Eva pecaron, Dios maldijo incluso la tierra.
Vi un mal común, y era la codicia. La gente hace mucho mal por dinero. Matan por dinero, propagan la pornografía, apuestan, roban y mienten. Pensé en el versículo que dice: «Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal» (1 Timoteo 6:10a, NLT).
Cuando te ponen el ventilador, te colocan en posición boca abajo sobre el estómago durante dieciséis horas y luego te voltean sobre la espalda durante las otras ocho. Cuando te voltean se necesitan de seis a ocho personas, es un gran problema. Tenía vías intravenosas, un brazalete para medir la presión arterial, un sensor de oxígeno, un catéter y todo tipo de tubos y cables, y tenían que asegurarse de que nada se pinchara ni se doblara. No querían ni siquiera una arruga en la sábana porque no querían crear puntos de presión en la cama que me causaran llagas.
Mi hija Natalie se asomaba de vez en cuando antes o después de su turno para ver cómo estaba, aunque yo no me daba cuenta. Una mañana entró por casualidad mientras me daban vuelta. Había visto el proceso de volteo cientos de veces, incluso había ayudado a hacerlo. Pero cuando vio que me lo hacían a mí, un cadáver prácticamente inerte, no pudo mirar. Tuvo que salir de la habitación.
El pastor Darrick organizó una reunión en mi casa el jueves por la noche para que la gente viniera a orar. Rose estaba en la casa con nuestros dos hijos menores que todavía viven en casa. Docenas de personas de al menos cuatro iglesias se unieron en oración colectiva en la casa. Acabo de ver el vídeo esta semana. Cuando pienso en toda la gente que oró por mí, me siento abrumado.
Eso fue el jueves por la noche. En forma sorprendente, a la mañana siguiente, el viernes, el médico llamó a Rose y le dijo: «Creo que le vamos a quitar el ventilador porque en general está mejorando». (Originalmente le habían dicho que estaría con el ventilador entre siete y catorce días; éste era el quinto día). Cuando me desconectaron del ventilador, recuperé la conciencia. Todavía tenia un poco de miedo porque aún no estaba fuera de peligro, ¡pero me estaba acercando al umbral!
El día de Año Nuevo, diez días después de mi ingreso en el hospital, Rose pudo venir a visitarme. Cuando me dijeron que iba a venir, no recordaba su aspecto. Luego, cuando entró, llevaba una bata, el pelo cubierto y una máscara facial, así que lo único que pude ver fueron sus ojos. Todavía no podía pensar en su aspecto. Pero cuando habló, todo me volvió a la mente.
Durante esos días oscuros, cuando las enfermeras venían a tomarme los signos vitales, yo las buscaba porque me sentía muy solo. No quería morir solo. Las enfermeras me cogían de la mano durante un par de minutos y luego tenían que irse, y no las veía durante horas. El tiempo parecía detenerse. Incluso después de desconectar el ventilador, las drogas seguían afectando a mi mente. Si cerraba los ojos, las horribles alucinaciones volvían, así que intenté mantenerme despierto durante dos días. Si parpadeaba, las alucinaciones estaban ahí. Finalmente, empecé a tener alucinaciones que, aunque extrañas, no eran tan malas.
Finalmente, al tercer día de ser desconectado del ventilador, las alucinaciones comenzaban a desaparecer. Me sentía mejor, así que me trasladaron a mi propia habitación de COVID. Una enfermera me preguntó si quería un trozo de hielo, y al no haber comido ni bebido en dos semanas, me pareció estupendo. Había perdido diez libras, sobre todo de músculo. Estaba muy débil. Cuando estaba anestesiado, soñaba con bebidas frías y limonada. Y cuando la enfermera me preguntó si quería un vaso entero de agua, me alegré mucho. Estaba tan buena; ¡sabía a agua viva!
Después de darme el agua, la enfermera se inclinó hacia mí y me dijo: «David, tengo que decirte que eres la única persona que he visto sin estar vacunada, tan enferma y con el ventilador mecánico tanto tiempo y que ha vivido». (Mucha gente no sale del ventilador; se considera como el último recurso). El médico coincidió con la enfermera y dijo: «Eres un caso muy, muy raro».
Le sorprendió que sobreviviera. Creo que muchos médicos se sorprendieron. A mí me sorprendió. Me trasladaron a una habitación normal, y fue entonces cuando me di cuenta de que «no iba a morir».
Aunque estaba tan débil como un gatito, ahora tenía esperanza. Pude comer un poco de budín, ¡que me encanta! Al día siguiente empezaron a traerme tres comidas al día. Éstas se convirtieron en lo más destacado de mi día. Ya he engordado veinte de las treinta libras que perdí.
Cuando llegué a mi propia habitación, estaba tan débil que no podía ni sentarme. Ni siquiera podía pulsar el botón para mover mi cama de hospital, encender la televisión o llamar a la enfermera. Cuando intentaron ayudarme a sentarme, todas las alarmas de oxígeno se dispararon. Al día siguiente me ayudaron a ponerme de pie y atravesé la habitación con un andador, aunque pronto volví a la cama, agotado. Al día siguiente caminé por el pasillo. El médico me decía que probablemente saldría del hospital el fin de semana.
Al reflexionar acerca de la experiencia de Dave, Darrick Young, su pastor, dijo: «El cambio que hubo en el cuerpo de Dave, que pasó de estar cerca de la muerte a la vida, fue simplemente milagroso. Dave, Rose y toda su familia le dieron gloria a Dios por adelantado, por la sanidad de Dave, y expresaron gran gratitud a quienes les respaldaron en oración. Dios sanó a Dave, pero también tocó a toda nuestra iglesia»
Darrick Young, su pastor
El jueves por la mañana, me dijo: «¿Te gustaría salir de aquí hoy?».
Le aseguré que me encantaría. No quería pasar otra noche en el hospital. Las camas no son cómodas. Todavía tenía todos los cables y tubos, y venían las enfermeras las veinticuatro horas del día a sacarme sangre de seis a ocho veces al día.
A las ocho de la noche ya estaba en casa, después de haber pasado dieciocho días en el hospital. Al principio estaba con oxígeno, pero al cabo de una semana me lo fueron quitaron poco a poco. La segunda semana descansé y me puse más fuerte. A la tercera semana, cuando llegó el domingo, dije: «Voy a la iglesia».
Esa fue mi primera salida. Y al día siguiente volví al trabajo y acabé trabajando varias horas. Cada vez estoy más fuerte. Doy gracias a Dios por estar vivo. Mi cuñado me llama casi todos los días y lo primero que dice es: «Alabado sea Dios, Dave; estás vivo».
No podía aún creer que toda esa gente estuviera orando por mí. Probablemente había miles, incluso más allá de Iowa. Realmente hay poder en la oración. Dios escuchó sus oraciones y las respondió. He tenido oraciones que no han sido contestadas de la manera que yo pensaba, pero esto fortaleció mi fe, sabiendo que Dios escucha nuestras oraciones. Puede que no responda como deseamos, pero sus caminos son mejores que los nuestros.
Dios debe tener algo para mi, aún no ha terminado conmigo. Al principio pensé que tenía que hacer algo grande para Dios. Pero cuando volví a enseñar a los Royal Rangers (un ministerio de grupos pequeños con actividades para niños), vi a un padre de dos de los niños que va a otra iglesia. Él no había oído hablar de mi experiencia, así que se lo conté, mientras me preguntaba en voz alta qué tenía Dios para mí. Quedó sorprendido y asombrado por mi historia y más tarde me envió un correo electrónico.
Una parte decía:
He experimentado que Dios me ayuda a conectarme mejor con mi familia a través de los Rangers, lo que se conlleva a una mejor relación durante la semana. Usted ha estado haciendo Rangers durante tanto tiempo que puede parecer rutinario o incluso un poco repetitivo. Pero déjeme asegurarle que Dios está trabajando a través de usted teniendo un impacto en nosotros…. Nunca sabrán lo agradecido que estoy por esas dos horas del domingo cuando puedo venir a pasar el rato con ustedes y mis hijos. . . . Puede que no lo vea, pero el impacto es profundo.
La visión que tuve mientras estaba conectado al ventilador mecánico me mostró cuán perdido está este mundo, y el gran trabajo que tenemos que hacer los cristianos. Sé que a medida que nos acercamos al regreso del Señor el pecado abundará, pero podemos hacer algo al respecto si permanecemos fieles a lo que Él nos ha llamado a hacer.
Sobre el autor
David Ridgway es el propietario de Midwest Pest Management. Él y su esposa, Rose, comenzaron a asistir a la Iglesia Journey de la Biblia Abierta en Urbandale, Iowa, hace diez años poco después de que se inició. Dave sirve como colaborador de Journey, anciano y voluntario en varias áreas. Ha sido líder de los Royal Rangers durante 23 años y sirve en el personal del distrito. Ha servido como Coordinador de Outpost (puesto de avanzada) para Outpost 101, desde que se inició en la Iglesia Journey hace nueve años.
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Una nueva creación para siempre: Cómo Dios me condujo de las raíces de refugiada a una vida de misión
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1 month agoon
December 20, 2024En 1975, la diáspora de los refugiados de Tai Dam a Des Moines, Iowa, impulsó una primera generación de estadounidenses de Tai Dam que se adaptaron a nuevas formas de vida, combinaron la lengua y la cultura y aprovecharon las numerosas oportunidades que ofrecía Estados Unidos. Yo formé parte de esa primera generación. A los tres años de que mis padres se establecieran en Iowa, nací y me convertí en la primera de mi familia en obtener una educación en los Estados Unidos y en asistir a una iglesia. Tuvimos la bendición de contar con patrocinadores cristianos que nos ayudaron en la transición de nuestra patria a Estados Unidos.
Nuestros patrocinadores nos llevaban todos los domingos a mí, a mi hermana y a varios de mis primos al servicio de la Primera Iglesia de la Biblia Abierta. Una de las muchas personas importantes en mi vida fue Naomi Young, quien me regaló mi primera Biblia. Gracias a la fidelidad de Naomi y de otras personas de la iglesia, cuando me hablaron de un hombre llamado Jesús que murió en la cruz por mí, sembraron en mi corazón semillas de fe. Sentí curiosidad, pero no entendí y en aquel momento no lo acepté en mi vida. La asistencia a la iglesia duró poco, pues dejé de ir cuando tenía ocho años. Las semillas que fueron plantadas en mí no pudieron crecer porque nunca fueron cultivadas en mi hogar con la Verdad. Mis padres y mi abuela creían y practicaban el animismo y el culto ancestral, que consiste en venerar y honrar a los muertos. La confusión se apoderó de mi mente, y cesó mi deseo de asistir a la iglesia. Aunque dejé de lado todo lo que me enseñaron en la escuela dominical, siempre guardé mi Biblia en un lugar especial debajo de la almohada porque había algo en mi corazón que no me permitía desecharla.
Cuando tenía veintidós años, mi primo me llevó a un templo budista para que me leyeran la suerte. Allí, sentados frente a mí, se encontraban tres monjes. Uno de ellos abrió su cuaderno, escribió en él y me leyó la historia de mi infancia, mi vida presente y mi vida futura hasta el momento en que cumpliera treinta años. Luego cerró su cuaderno y me dijo: «He terminado». Cuando le pregunté: «¿Por qué?», sólo me respondió: «Ya no puedo leerte más». La misma semana fui a un cartomántico y me leyó la suerte. De nuevo, leyó mi infancia, mi vida presente y hasta la edad en que cumpliría treinta años, y luego se detuvo. Le dije: «Es usted la segunda persona que no puede leerme más allá de los treinta; dígame: ¿moriré?». Recogió rápidamente sus cartas y se limitó a decir: «No puedo decírselo».
A lo largo de mi vida adulta, en mis veinte años, mantuve una relación malsana y abusiva, que me condujo a la adicción del alcohol. Cuando tenía veintiséis años, quedé embarazada y tuve a mi hija, Kaylee, el 31 de enero de 2005. Yo no lo sabía, pero Dios ya estaba trabajando en mi vida; Él me estaba moldeando y recordándome quién era Él a través de los momentos más oscuros de mi vida. Más o menos por esa época, me encontré con una amiga de la infancia que trabajaba como cajera en Hy-Vee; ella me decía: «Soukham, Dios es tan bueno». A pesar de que me resistía, sus palabras resonaban en mi corazón. Poco después, me encontré asistiendo a su funeral. El servicio religioso incluía adoración y alabanza. Estaba confusa, pero una parte de mí tenía el deseo de saber más sobre el Dios que decían que era tan bueno y cómo, a través de Él, no habría más dolor ni sufrimiento. Cuando salí del funeral, el Señor continuó revelándose a mí vida a través de encuentros divinos. En julio de 2008, acepté un empleo en Nationwide Insurance, donde me reencontré con una amiga de antaño de la escuela secundaria. Ella me invitó a una comida de Acción de Gracias en su iglesia, y poco después comenzó mi caminar con el Señor.
Tenía treinta años cuando acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador. El versículo que permanecerá para siempre conmigo es 2 Corintios 5:17: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» (NVI).
Ahora entiendo por qué el monje budista y el cartomántico no pudieron leer mi vida más allá de los treinta años. A esa edad, me convertí en una nueva creación gracias a Jesucristo, ¡y el enemigo ya no tenía poder sobre mí! Jesús continuó bendiciéndonos a mí y a mi hija. En medio de mi dolor y de mis luchas, Dios trajo a un hombre a mi vida, mi esposo Othone (Pong), quien se convirtió en padre de Kaylee. Contrajimos matrimonio el 15 de septiembre de 2010. El Señor nos bendijo con dos hijos más, Isaac y Silas. En 2017, el Señor nos llamó a servir en Iowa en la iglesia Kingdom Life Church (ahora Kingdom City Church).
En noviembre de 2021, el Señor puso en el corazón de Pong el sueño de crear una fundación benéfica para atender las necesidades de las comunidades vulnerables del sureste de Asia. La visión de la fundación estaría centrada en Cristo: formar y equipar a futuros discípulos, proporcionándoles recursos sostenibles y capacitándoles para avanzar más allá de su situación actual. Mediante la oración continua y la guía del Señor, la fundación nació en abril de 2023 y se nombró oficialmente «Naciones en Necesidad» (Nations in Need, NIN por sus siglas inglés). Hace poco, en 2023 y 2024, el Señor llevó a Pong, Kaylee, y tres de nuestros hermanos, Ap, Peng, y Bay, en viajes al sureste de Asia donde establecieron relaciones, sirvieron a las comunidades, ministraron a la gente, y proclamaron las Buenas Nuevas acerca de Jesucristo. Hoy en día, NIN se ha expandido a múltiples comunidades del sureste de Asia. Por medio del trabajo de un futuro centro en el sureste de Asia, expandiremos la misión de NIN e iremos a donde el Señor nos guíe.
Durante toda mi vida Dios me ha guiado, incluso cuando yo no lo sabía. Desde la niña Tai Dam que nació en Estados Unidos y conoció a Jesús en una iglesia de Iowa, hasta la mujer que ahora lleva la esperanza de Cristo al sureste de Asia, la mano de Dios ha estado en cada capítulo de mi historia. Ya sea que el próximo capítulo sea en Estados Unidos, en el sureste de Asia o en cualquier otro lugar, como Su nueva creación para siempre, seguiré a Cristo.
Sobre la autora
Soukham Khanthavixay
Soukham Khanthavixay y su esposo, Pong, son miembros activos de la iglesia Kingdom City Church de Des Moines, Iowa. Viven en Pleasant Hill (Iowa) con sus tres hijos y dos perros. Soukham es enfermera titulada, trabaja en un hospital local del condado y también para «Naciones en Necesidad» (Nations in Need, NIN por sus siglas inglés), el ministerio que fundó su esposo. Su familia y el equipo del ministerio trabajan juntos para ampliar la misión de NIN y difundir el Evangelio. Para saber más sobre «Naciones en Necesidad» (Nations in Need), síguelos en Facebook o Instagram: @nationsinneed.
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En defensa de las mujeres en el ministerio
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1 month agoon
December 20, 2024By
Hannah BemisA finales de 2024, mi familia celebró un gran acontecimiento: El cumpleaños de mi abuela política, Mardell LeLaCheur (conocida como «Mimi» por todos sus nietos y bisnietos), cumplía 90 años. Su fiesta, al igual que sus redes sociales, estaban llenas de personas que representaban su legado: Amigos del seminario bíblico, pastores de la Biblia Abierta con los que había trabajado y miembros de la iglesia a los que había servido durante décadas de su ministerio, amigos a los que se ha hecho cercana durante su jubilación y, por supuesto, los hijos, nietos y bisnietos que la aprecian. Ella, como tantas otras mujeres en el ministerio, ha vivido una vida enriquecedora, plenamente comprometida con su vocación de matriarca y de pastora.
Ser una mujer llamada al liderazgo eclesial conlleva muchos desafíos, y en algunas etapas de mi vida he debatido y me he quejado contra estos retos. Hoy, al reflexionar sobre mi propia experiencia y la de mis hermanas y madres en el Cuerpo de Cristo, encuentro descanso en la gratitud. Como mujeres, podemos realizar muchas cosas, y muy buenas: Formamos discípulos tanto en el mundo como cuando criamos a nuestros hijos (biológicos y/o espirituales). Colaboramos con Dios cuando intercedemos, aconsejamos a los quebrantados de corazón, conducimos a la gente a Jesús y predicamos el Evangelio en nuestros hogares, nuestras iglesias y en todo el mundo. Y, si además ¿tenemos que luchar para caminar en la plenitud de nuestros llamados? Tal vez, eso sea incluso una bendición, ya que nuestra lucha hace que cada paso dado merezca ser celebrado, transformando nuestro camino en tierra santa.
La Biblia Abierta tiene una historia increíble de mujeres que han servido y liderado en nuestro movimiento, tanto en Estados Unidos como en el extranjero. Este respaldo a las mujeres en el ministerio refleja el que encontramos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, así como en los inicios del movimiento pentecostal. Vemos la evidencia del llamado de Dios en las vidas de mujeres santas como Mardell LeLaCheur y Ruth Bryan, en las que ministran en el mundo de los negocios como Kwabea Francis, y en aquellas que están expandiendo el Reino de Dios en el extranjero como Soukham Khanthavixay. Este número de El Mensaje de la Biblia Abierta incluye las historias de muchas de estas mujeres increíbles, así como recursos para abordar la falta de mujeres en el liderazgo ministerial aún presente en muchas de nuestras iglesias.
Si le preguntan a Nora, mi hija de doce años, qué quiere ser cuando sea mayor, responderá de dos maneras. Dependiendo del día, te dirá que quiere ser pastora o astronauta (un amigo ha creado un nuevo término para su futura carrera: «Pastronauta»). Estoy muy agradecida de que Nora forme parte de una iglesia y un movimiento que la ayudarán a volar, en forma independiente de la carrera que elija. Como dice la declaración oficial en el manual de la Biblia Abierta sobre las mujeres en el ministerio y el liderazgo: «Hemos sido bendecidos por el ministerio y el liderazgo de las mujeres, y estamos comprometidos a honrar y luchar por estas mujeres» (p. 92). Continuemos defendiendo y abriendo puertas a mujeres y hombres por igual mientras trabajamos hombro a hombro para llevar a Jesús al mundo.
Sobre la autora
Hannah Bemis
Hannah Bemis en la actualidad trabaja como editora y directora de El Mensaje de la Biblia Abierta. Siempre quiso hacer muchísimas cosas cuando fuera mayor, y Dios le ha permitido realizar la mayoría de ellas en diferentes etapas de su vida. Después de dedicarse a la crianza de los hijos, la enseñanza, la escritura y el trabajo pastoral, la aventura más reciente de Hannah y de su esposo Jordan ha sido la plantación de la iglesia College Street Church en Newberg, Oregón. Su pasión, además de Jesús y de todos sus seres queridos, la dedica en forma proporcional a la pizza y al chocolate negro.
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Una carrera bien corrida: La vida y la fe de Ruth Ellen Bryan
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December 20, 2024Un rayo cayó sobre el granero y éste ardió en llamas. Zell, cuyo nombre completo es John Lazelle Musgrove, miró a su hija Ruth Ellen y le aseguró que todo iba a salir bien. «Dios cuidará de nosotros», dijo.
Ruth nació en una amplia granja del condado de Putnam, Missouri. Su infancia se vio interrumpida por la muerte de su madre cuando sólo tenía doce años, lo que hizo que su padre tuviera que criarla. Zell era un profesor muy respetado, un hombre gentil y amable con un seco sentido del humor. Ruth creció en un hogar donde su padre tenía devocionales diarios. Él le inculcó el amor por la Palabra de Dios, que produce confianza y fortaleza en el cuidado y la provisión de Dios. Isaías 30:15 dice: «En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.» (RVR1960), y estas cualidades se reflejaron en el comportamiento y la perspectiva de Ruth a lo largo de su vida.
Después de graduarse de la escuela secundaria, Ruth trabajó como auxiliar de enfermería durante un par de años antes de asistir a Open Bible College (Seminario de la Biblia Abierta) en Des Moines, Iowa. Un verano durante sus estudios, Ruth tuvo la oportunidad de ir a Kentucky a dar clases de Biblia. Pero tenía un solo problema, no tenía los medios para viajar. Un compañero de clase, Don Bryan, también tuvo la oportunidad de ministrar en Kentucky… ¡y él tenía un automóvil! Una vez más, Ruth vio el cuidado de Dios por ella; Él proveyó un camino. Poco sabía que el viaje a Kentucky sería el comienzo de una relación que llevaría a un matrimonio que duraría setenta y un años.
Después de que Don y Ruth contrajeran matrimonio, pastorearon una iglesia en Grimes, Iowa, pero Ruth sintió el llamado al campo misionero, específicamente a la India. Don pensó que si se convertía en misionero querría ir a Sudamérica. Una vez más, Dios se ocupó de Ruth. Terminaron sirviendo trece años en la isla de Trinidad. La isla tenía una gran población de indios orientales y estaba a sólo diez millas de la costa de Venezuela, Sudamérica. En los primeros años en Trinidad, Ruth tocaba el piano y formaba parte de un ministerio de oración semanal llamado «Mountain Movers» (Movedores de Montañas), donde se oraba por los enfermos. Durante diez años dio clases semanales para los nuevos creyentes, destinadas a prepararlos para el bautismo en agua y para ser miembros de la Iglesia. También enseñó en la escuela bíblica.
La vida de Ruth siempre giró alrededor de Jesús y de su familia. Una de sus principales prioridades era cuidar de sus seis hijos (de los que yo soy una). Cinco de los seis nacimos en el campo misionero, y viajar era una parte importante de nuestras vidas. En una ocasión, de camino a Trinidad nuestro avión permaneció en Miami debido a la llegada de un huracán. Cuando nos registramos en el hotel, mamá nos reunió a su alrededor y nos aseguró que todo estaría bien. Esta es una de las muchas veces en que la fe de mamá quedó impresa en la vida de sus hijos.
Una vez, cuando nuestro padre estaba reparando un neumático pinchado a un lado de la carretera, mamá nos dijo que nos alejáramos lo más posible de la pista. En pocos minutos se produjo un gran accidente justo delante de nosotros, pero nadie resultó herido gracias a sus advertencias. Cuando llegamos a la edad adulta, mamá nos llamaba con frecuencia a uno de nosotros en el momento perfecto, para preguntar qué tal estábamos sin saber el desafío que ese día la vida nos había deparado. Papá la llamaba su «Sra. que sobrepasa a los rubíes», comparándola con la mujer de Proverbios 31: «Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada» (vers. 28, RVR1960).
Los Bryan regresaron a Estados Unidos en el año 1969 para participar en el ministerio del Eugene Bible College, ahora llamado New Hope Christian College. Al igual que su padre, Ruth fue una profesora muy querida y respetada. No sólo enseñaba en el Seminario Bíblico, sino que también hablaba en grupos de mujeres y en conferencias. Más tarde, enseñó una clase semanal de Biblia en la iglesia Calvary Open Bible en Springfield, Oregon. Ruth era conocida por compartir con sus estudiantes historias que mostraban el amor y el cuidado de Dios en su vida. Ellos todavía dan testimonio del impacto perdurable que sus enseñanzas tuvieron en sus propias vidas.
Durante toda su vida, Ruth amó correr y la emoción de participar en una buena carrera; corrió en la escuela secundaria y ganó a menudo. Al principio de su matrimonio, ella y su esposo Don estaban llevando un automóvil a un amigo cuando decidieron hacer una carrera (Ruth ganó). En otra ocasión, en el campo misionero, retó a las otras esposas de misioneros a una carrera a pie en la playa (volvió a ganar). Hace poco, cuando la visitaba, mamá me dijo: «Sabes, todavía puedo correr». En ese momento, mamá tenía noventa y tres años, pero seguía corriendo su carrera, viviendo como nos amonesta Hebreos 12:1-2: «Y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, el precursor y consumador de la fe». (NVI).
El jueves 21 de noviembre de 2024, Ruth corrió directamente a los brazos de Jesús, terminando por fin la carrera que tan bien había corrido. Su vida impactó a miles de personas al compartir el Evangelio, modeló fe y compasión y proporcionó cuidado a los necesitados.
Ciertamente ella sobrepasaba con creces a los rubíes, y sus hijos la llamaban bienaventurada.
Sobre la autora
Brenda R. Stewart
Brenda R. Stewart trabaja como asistente legal/paralegal en un bufete de abogados de Springfield, Oregón. Antes de su empleo actual, trabajó para la administración del Seguro Social durante treinta y un años, terminando su tiempo allí como Gerente Asistente de Distrito de la oficina del centro de Portland, Oregón. Brenda estuvo casada con John M. Stewart durante treinta y nueve años. Ha sido hija de misioneros, hija de predicador y esposa de pastor. Le gusta viajar, pintar con acuarelas, es una ávida lectora y es común encontrarla paseando por los parques locales. A medida que se adapta a la vida como reciente viuda, espera que aquel cuyo nombre es: «Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.» (Isaías 9:6, RVR1960), la guíe en este capítulo de su vida.